miércoles, 18 de febrero de 2009

LA TRISTE REALIDAD DEL CUBANEO

MANUEL AGUIRRE LAVARRERE
(MACKANDAL)

La palpable decepción de la población cubana la ocupa la juventud, negros y blancos son el constante flujo hacia distintos grupos de oposición pacifica lo que da la medida, muchas veces sutil como el racismo que envenena a la Isla, que no están de acuerdo con el modelo de vida que a regañadientes y con miedo les ha impuesto el poder. Ellos, blancos y negros ven opacarse su futuro por absurdos caprichos de poder.
Una juventud que lo misma se le da ser con el che que como Osama Bin Laden. Lo que si no quieren ni están dispuestos a seguir es la misma esperanza que llevaron a cuesta sus padres y abuelos y muchos murieron sin que nunca les llegara. De adentro no esperan nada que los favorezca como seres humanos, de afuera lo esperan todo y hacia ahí encaminan sus esperanzas buscando horizontes más prometedores y creíbles con la realidad existente. Para lograrlo, esperan, blancos y negros , la llegada de un familiar desde el extranjero, un amigo o simplemente alguien que los ayude a salir del pataleo político cubano. Otros se prostituyen y homosexualizan por lograrlo. Es la triste realidad de una Cuba que a tocado fondo en la búsqueda de una prosperidad sin encontrarla. Es la realidad de una ciudadanía que apostó por un sistema prometedor de bienestar y justicia y que a la altura de cincuenta años de forzada permanencia en el poder, a sido incapaz, de llevar a la boca del cubano, un bistec, con plátano frito.

FUERA DEL AGUA

MANUEL AGUIRRE LAVARRERE
(MACKANDAL)

De nada valdrán leyes, policías, decretos y represión contra los que hoy se niegan a trabajar con el gobierno. El individuo seguirá buscando su bienestar aun a riesgo de enfrentar problema con la supuesta justicia oficial que lejos de sumar divide y siembra en buena parte de la conciencia ciudadana la burla y el rechazo. No es justo reprimir sin antes analizar el problema de forma abierta e imparcial. Cuando el salario sea capaz de cubrir la canasta básica y deje para vestir, calzar y tener un margen para la recreación, algo muy justo y propio de la persona humana, los supuestos delitos o ilegalidades, que muchas veces son resultado de la extrema necesidad que lastra el bienestar y altera los nervios sin que llegue el ciudadano a alcanzar un mínimo de condiciones que incluyan vivir de forma decorosa. Cuando los sindicatos dejen de ser títeres del estado y sepan representar gallardamente a sus afiliados, esos supuestos delitos o ilegalidades caerán de forma progresiva sin compulsión oficial ni social.
Toca al gobierno resolverlos con tanta prontitud como las leyes que emite y encarcelan. Toca al gobierno dar cumplimiento a uno de los más sagrados derechos que en cualquier sociedad tiene la persona humana y prometidos al pueblo de Cuba en LA HISTORIA ME ABSOLVERÁ. D e ser incapaz de hacerlo, debe entonces dar la oportunidad a otros para que lo intenten. Entonces, sólo entonces tendrá moral para exigir y hacer creíble su discurso. Porque fuera del agua se nada muy bien.

DOCUMENTOS DEL PARTIDO INDEPENDIENTE DE COLOR
















miércoles, 11 de febrero de 2009

SACA LO QUE ESTA ESCONDIDO












































































































































































































































EVARISTO ESTENOS. SU DOCTRINA

EVARISTO ESTENOZ: SU DOCTRINA
(con referencia a Martín Morúa Delgado)
POR: JUAN RENÉ BETANCOURT
TEMA # 6


Por fin le llega el turno al otro gran líder de los negros, héroe y mártir de su causa, el general de la guerra Evaristo Estenoz. La historia registra muchos casos de ingratitud, de incomprensión de un gran hombre por sus coetáneos, pero siempre, como por irrefrenable dialéctica, también señala la reivindicación del genio, como si un escozor instara y compeliera al mundo de hoy a reparar las injusticias y lagunas de los mundos que previamente han sido. Pero no sucede igual cuando el gran hombre aplico su genio a la redención de un pueblo o de una raza que en el momento de escribir la historia continúan vencidos. Los vencedores darán una versión arbitraria y parcial de los hechos y de quienes lo dirigieron, y esa versión llegar a hacer fortuna también entre el hombre medio de los vencidos; que conforme de conservar la vida ignora que sólo ♪0sta vale cuando se aplica a algo digno y grande, pero a él no le interesa nada de esto: quiere guardarse la vida aunque sea al alto precio de la indignidad, y al igual que el ganado bovino cuando sacrifican a un ejemplar en el campo, se acerca al lugar, percibe el olor a sangre hermana y huye despavorido mugiendo con indescriptible espanto, así las generaciones vencidas niegan y excomulgan cobardemente a su líder, a su mártir, al que murió luchando por sus derechos y por su felicidad. Y así ha sucedido con el general de la guerra Evaristo Estenoz.

Como todas las grandes doctrinas, la de él parte de un hecho simple. Observa con disgusto que los negros con sus votos en el proceso electoral podrían ganar altas magistraturas e importantes posiciones, y que sin embargo a la hora del reparto sólo les daban los puestos de ugieres, barrenderos, policías, etc., y entonces, consciente de la base económica de la discriminación racial, piensa que a través de los altos cargos de la Administración Publica el negro puede levantar su nivel económico. Sabiendo que el negro representaba la tercera parte de los votantes, intuye que haciéndolos concurrir organizados, formando su propio partido y por lo mismo una nueva fuerza, obtendrían justamente cuanto cívica y políticamente se merecían, y así concibe y funda, con estos fines, el Partido Independiente de Color.
Esto lo sitúa en un plano clasista definido y radical, con pleno conocimiento de la historia y de la sociedad, en ninguna de las cuales nada que no sea una fuerza se hace oír y ningún otro medio que no sea el de la presión o compulsión pue4de modificar o variar el status quo. Y este mismo fue el plano en que se situó José Antonio Aponte y el propio en que quiso situarse de todo corazón Don Juan Gualberto Gómez.
En los tiempos en que vivió Estenoz, lo mismo que en estos ,, existía entre los negros el pugilato por el liderazgo, más para obtener bondades de la clase dominante que para conducir a la raza, y por lo mismo existían grandes envidias y odios. Los presuntos líderes no libraban la batalla contra los explotadores tratando de obtener beneficio para su gente, sino entre ellos mismos, tratando de eliminarse recíprocamente.
Evaristo Estenoz no perdió el tiempo combatiendo a los presuntos líderes, sino que fue al grano, con su propia doctrina, defendiendo con e4nergia y tesón inquebrantables. Enfrenta el Partido la primera prueba electoral, todavía su fundación es muy reciente y nada extraordinario sucede. Pero Estnoz es un estudiante de los hechos y en ellos aprende valiosas enseñanzas. La propaganda se intensifica, el periódico “Patria” desempeña admirable papel y ya el partido es una emoción y una esperanza para los negros de Oriente a Occidente Ya nadie duda de que saldrá airoso en las próximas elecciones. Por fin el negro, con su esfuerzo y dentro de las normas legales del país va a constituir una fuerza que le permita alcanzar la felicidad. Y es entonces que se levantan, no los blancos, que más bien reconocieron en un principio la justicia que asistía a Estenoz y a sus seguidores, sino los envidiosos, los que aparentando ser líderes de los negros se aprovechan en el confusionismo para escalar altas posiciones, y ahora Estenoz, haciendo lo que ellos ni siquiera habían intentado hacer: un movimiento clasista de masas, no cabe duda que los destronaba en el presente y los empequeñecía ante la historia. Por ello se apresuraron a asestarle el golpe, a destruir a tan peligroso rival.
Martín Morúa Delgado fue el líder de esta miserable contraofensiva o contra-revolución. En materia negra sólo se sabe de él que era un impugnador incansable de todo lo que fuera organización clasista. Parece que daba como solución a la triste situación del negro: el amor a Cuba, la superación cívica del pueblo o alguna otra trivialidad por el estilo. Pero él no se conformaba con no hacer, sino que trataba de evitar por todos los medios que los demás hicieran. Él no era demócrata en cuanto a doctrina y táctica negras, sino absolutamente totalitario. No estaba de acuerdo en sustentar un criterio y respetar el de los demás, esperando que la vida y la experiencia, que son quienes tienen en última instancia la razón, pusieran las cosas en su lugar, sino que agredía, atacaba, destruía, nada lo detenía cuando se trataba de una opinión en esta materia que no fuera la suya o de un líder de los negros que no fuera el propio Morúa; ni siquiera a Don Juan Gualberto Gómez le perdono tal carácter, y así llegamos a la más grande hazaña de Don Martín Morúa Delgado en materia negra: Su famoso Apéndice a la Ley Electoral, en el cual se prohibía expresamente la existencia de partidos políticos denominados con el sello de raza. Tan altos cargos que ocupo durante toda su vida el señor Martín Morúa Delgado y nunca se había molestado ni apasionado tanto en la confección y aprobación de una ley contra los discriminadores, contra los que hambreaban al negro cerrándole las puertas de todos los puestos lucrativos[1], como hacía ahora con esta antipática ley, que le ponía un valladar legal a las más justas y urgentes aspiraciones del hombre de color. No tiene justificación alguna en que Morúa haya usado su influencia y su cargo para cerrarle el camino de la legalidad a una lucha de su propia gente. El hecho de que no le hubiera gustado a él tal tipo de solución no lo autorizaba más que para no participar en el mismo, hasta para salvar su responsabilidad histórica haciendo sendas y sesudas declaraciones publicas contra el proyecto, pero el uso de la fuerza, la imposición de su propio criterio, evitar toda posibilidad de éxito con tan irritante leguleyismo, constituye el más grande, a la vez que el más vergonzoso pecado de Morúa.

Tal actitud pone en precario su condición de líder y autoridad entre los negros, pues si de veras poseía tales títulos, debió de haber bastado su impugnación para que nadie hubiera ido a formar filas con Estenoz, y en este caso, ¿para qué podía hacer falta una ley si en realidad el Partido Independiente de Color no podría pasar de una pretensión que ni siquiera alcanzaría el factor necesario para inscribirse electoralmente? Pero parece que Morúa no influía mucho en la masa, (las altas posiciones pueden ser producto de “tickets y maniobras politiqueras,”) y a pesar de su impugnación la gente siguió a Estenoz, por lo que Don Martín se vio obligado a usar todas las fuerzas a su alcance, toda la coacción de que disponía para no permitirle la gloria del triunfo a su poderoso rival. Morúa actuó de mala fe en el caso de Estenoz. Se dejó arrastrar lamentablemente por el sentimiento de rivalidad y por la más innoble pasión.
Para darnos cuenta de esto debemos de saber que la oposición de Morúa dejaba fuera de la ley al Partido Independiente de Color sin darle oportunidad de atemperarse a la exigencia legal, pues Estenoz y sus amigos hubieran podido cambiarle el nombre al partido, salvando así el obstáculo leguleyesco, pero esto no era posible, pues para poder concurrir a las elecciones próximas el partido necesitaba, por imperativo de la propia ley, haber concurrido a las elecciones inmediatas anteriores, de modo que para los efectos electorales, si se le cambiaba el nombre se convertiría en algo nuevo y como tal no podría concurrir a las elecciones. Todo estaba previsto y hecho con malicia inaudita. Pasar unas elecciones en la inactividad y esperar cuatro años para concurrir a otra, no es nada estimulante ni provechoso para un partido novel, hecho sin dinero y a duras penas. Y esto lo sabía Morúa, y debe de haberse frotado las manos satisfecho de su obra. Por eso se desesperaron Estenoz y sus amigos, por eso el Partido perdió la paciencia: era muy grande el atropello, demasiado mortificante la traición.

Cuando se estudian las distintas sesiones de ambas cámaras en las que se trató el problema, concurrimos al acontecimiento de mayor rebajamiento e indignidad de la raza. Empecemos por decir que ni una sola voz blanca se levantó contra el Partido Independiente, sino que por el contrario, los que hablan lo hacen a favor, para reconocer la justicia que asistía a Estenoz y a sus seguidores.
Los impugnadores eran los propios negros congresistas que habían, entre los cuales se destacaba el general Generoso Campos Marquetti,[2] actual “Presidente” de la Federación de Sociedades Negras de Cuba. Esto se explica. A los blancos no les afectaba que Evaristo Estenoz se convirtiera en un verdadero líder de los negros, pues si hasta el momento habían venido tratando con “lideres” sin masa ni doctrina y haciéndole concesiones, ¿ qué más les daba negociar con el líder verdadero? Los opuestos eran los que se veían destronados por aquel hombre extraordinario, los que estaban medrando en la Cámara o en Senado. Pero ellos, que en definitiva eran negros, amparados en el prestigio indiscutible de Morúa, les pedían a sus colegas blancos la aprobación de semejante ley, y éstos los complacían, aunque tuvieran luego que lavarse las manos al estilo de Poncio Pilatos. Y la ley fue votada, y el partido ilegalizado, y la historia del negro retrasada en cien años `por culpa de las ambiciones de Morúa.
Ahora el caos…el desastre. Cerradas todas las puertas de la legalidad, acosados cívica y políticamente los hombres del Partido Independiente de Color, recurrieron a lo que se llamaba entonces la protesta armada. No se trataba de una guerra, ni de un alzamiento, sino de algo simbólico e inocuo desde el punto de vista militar. Distintos intereses concurrieron ante el hecho para hacerlo culminar en drama. José Miguel Gómez ocupaba a la sazón la presidencia de la republica e intentaba ir a la reelección, y sus adversarios , desde luego, querían hacerlo fracasar, por lo que encontraron una buena oportunidad de impopularizarlo obligándolo a hacer una gran matanza de negros. Empezaron pues a acusarlo de flojo, de incapaz, de no actuar con la debida energía en el “alzamiento” de los negros. Los antinegristas por su parte, les echaron manos al único argumento que conocen: Gritar a los cuatro vientos que los negros estaban violando a las mujeres blancas en Oriente. Los propios adversarios políticos de José Miguel Gómez, valiéndose de sus influencias en los Estados Unidos, consiguieron que la Cancillería de ese país mandara una nota conminatoria al gobierno de Cuba, mientras que la prensa criolla, con tanto sensacionalismo como irresponsabilidad, daba sendas y “ tremendas” noticias acerca del canibalismo de los negros alzados, del espíritu incendiario de los mismos y de su patológica sed de hembras blancas, siendo esto ultimo, según los partes, el único motivo y fin de aquella “revolución”.Entonces el indeciso José Miguel Gómez cede y el antinegrista Orestes Ferrara, a la sazón Presidente de la Cámara de Representantes presiona, y se vota una ley que autorizaba al tristemente Jefe del Ejercito entonces, General Monteagudo, a hacer y a deshacer.
Al igual que los vientos del sur recrudecen ene. loco su dolencia produciéndole verdaderos accesos o furias, toda esa malsana propaganda y todo ese aspaviento legislativo sacó de su estado latente el odio que contra los negros tienen en su corazón los discriminadores, y se organizaron milicias de voluntarios para ir a matar negros, dándosele comienzo así a la más bochornosa pagina de nuestra historia. Para comprender que Evaristo Estenoz no se alzó, basta pensar que él era un general de la guerra y que la mayor parte de sus acompañantes eran veteranos de la independencia. Si ellos en realidad se hubieran alzado, podían haber perdido la guerra, pero debieron de haber ganado alguna batalla, o por lo menos causarle algunas bajas al enemigo en los distintos encuentros. Pero nada de esto sucedió. Según los partes del General Monteagudo el ejercito no sufrió ni una sola baja, sin embargo eran tantas las gentes que mataban, que aún este sanguinario General se veía obligado a declarar: “esto ha sido una verdadera carnicería…por nuestra parte sin novedad”.Y todos los partes expresan lo mismo, lo que demuestra que aquello fue una matanza a mansalva de gentes desarmada e indefensas. Y no se detuvo allí la ola salvaje del anti-negrismo criollo, sino que llegó a los crímenes más espantosos: en las provincias orientales se mató mucha gente ajena totalmente al Partido Independiente de Color, por el único delito de ser negras, y a muchas mujeres de esta raza en estado de gestación se les abrió el vientre para evitar que naciera un negro más, y luego se les amacheteó con repugnante saña. Es bueno preguntarnos ahora si el señor Martín Morúa Delgado, responsable directo de todo esto, evitó algún mal con su antipática ley o si en realidad precipitó males peores. Es lastima que después de tantos muertos Don Juan Gualberto Gómez haya tenido la debilidad de estampar su firma en un manifiesto que los negros acobardados desde la Habana lanzaron a la opinión publica condenando no a los asesinos, sino a los asesinados.
El gran error de Evaristo Estenoz y sus seguidores estuvo en no saber esperar. Hubieran continuado la propaganda por todos los medios a su alcance y s cierto es que de momento el Partido habría perdido mucho material humano por la traba legal, no es menos cierto que el papel de victima podía haber sido inteligentemente capitalizado frente a una clase dominante que efectivamente maltrataba y aún maltrata a los hombres de color, y frente a un grupito diseco de negros “ilustres” situados a una distancia astronómica de la masa.
Un hombre como Evaristo Estenoz podía haberle cambiado el nombre al Partido y esperar unos años más. Entonces habría surgido la organización con un ímpetu fanático y arrollador. No hacia falta pedir la derogación de la perturbadora “Ley Morúa”, sólo había que no observarla, burlarse de ella. Para hacer resaltar con vivos caracteres toda la culpa y toda la malicia de Martín Morúa Delgado, recordemos que desde que surgió la República han existido partidos políticos de blancos, si por ellos entendemos aquellos en que la dirección, los candidatos y las altas posiciones están en poder de esa raza. Esa era la característica de los tradicionales partidos aquellos Liberal y Conservador, salvo alguno que otro señuelo, criado de la clase dominante, que ésta usaba por razones decorativas para atraer al negro masa. No se vaya a alegar que entre los afiliados de esos partidos existían muchos negros; también los Independientes de Color hubieran aceptado cuanto afiliado blanco se hubiera presentado, pues en nada modificaba esto el carácter fuertemente clasista del Partido. También Estenoz intentó usar algún señuelo blanco en la dirección, pero nada de esto es sustantivo o esencial: el partido siguió siendo la agrupación política de los hombres de color. Morúa no criticó la blancura de los partidos existentes entonces, todos los cuales, al igual que ahora, blancos eran, y menos intentó presentar ninguna ley contra tal carácter de los mismos, sino que se aprovechó de ellos y les sacó cuanto beneficio pudo. Sólo Morúa se preocupa, se exaspera y pierde el sueño cuando los oprimidos, siguiendo el ejemplo de los opresores, tratan de organizarse políticamente. Es entonces que Morúa fabrica una ley, pronuncia discursos, mueve cuantos recursos tiene a su alcance par estrangular el pacifico intento del negro a la felicidad.
Nadie que desee juzgar con seriedad e imparcialidad la desgraciada actuación de Morúa en aquel episodio histórico, se le ocurrirá alegar que los partidos de los blancos no tenían en el titulo ninguna palabra alusiva a la cuestión racial, pues cuando de la suerte de toda una raza se trata no podemos andar con expedientes ni con superficialidades, lo que importa es el hecho, el contenido de las cosas, y no la apariencia intrascendente o la mera forma. En este caso el tristemente famoso apéndice a la Ley Electoral, podía haber contenido una cláusula aclarativa o de excepción en la que si el Partido Independiente de Color cambiaba de nombre, podría concurrir en tal caso a las próximas elecciones. Hay que desengañarse que el interés de Morúa no se limitaba al nombre, sino al contenido: No quería que existiera un partido de negros, pero sin embargo veía como cosa natural que existieran partidos de blancos.
La clase dominante usa los negros “mansos”, los que jamás van contra sus injusticias como atractivo electoral, mientras están vivos, y como sedativo histórico después de muertos. Entonces exageran sus meritos, exhiben su fotografía, convierten en acontecimiento sus aniversarios, para hacerle creer al que sufre que hay justicia en esta sociedad prejuiciosa y que el que tenga merecimientos sea cual fuere su raza será recompensado
¡¡¡Mentira!!! Esta ridícula creencia es la que convierte a muchos negros en individualistas: buscadores aislados de felicidad, tan ingenuos y tan trágicos como aquellos pobres cimarrones que creían que marchando siempre hacia el Este encontrarían a su tierra africana liberándose de sus desdichas.
Para José Antonio Aponte o para Evaristo Estenoz no hay centenario ni palabras rimbombantes ni epítetos sonoros… para ellos primero la muerte y después la excomunión. Cometieron el mortificante pecado de defender los derechos de su gente, que es una manera de ir contra los intereses y privilegios de sus explotadores, y esto no puede perdonárseles. Hay que falsear la historia y desfigurar a esos “monstruos” para que las generaciones venideras no se inspiren en ellos, sino que los aborrezcan y los abominen; sacando a la vez del arsenal de los traidores alguna figurilla con que sustituir a los mártires verdaderos.
Nosotros, los hombres de la O.N.R.E[3]., conscientes de la historia, estamos en nuestros puestos y cumplimos con nuestro deber, como el mejor homenaje que puede rendírsele a los que por nosotros murieron.

BASES PROGRAMÁTICAS DEL PARTIDO INDEPENDIENTE DE COLOR


El Partido Independiente de Color se constituye en todo el territorio de la República con el carácter nacional para mantener el equilibrio de todos los intereses cubanos, difundir el amor a la patria, desarrollar las relaciones cordiales, e interesar a todos a la conservación de la nacionalidad cubana, haciendo participar por igual en la administración publica a todos los nacidos en esta tierra.
La república igualitaria, soberna e independiente, sin preocupaciones de raza ni antagonismos sociales, será nuestra divisa.
Propenderemos a que figuren, en el Cuerpo Diplomático, todos los cubanos que sean dignos de estar en él, y que como asunto preferente y de urgente necesidad se nombren ciudadanos de la raza de color, para que la República esté representada cual ella es.
Somos partidarios de los Juicios por Jurados en todos los actos de justicia que tengan lugar en la República, siendo obligatorio y gratuito el cargo de Jurado.
Abogaremos por la abolición de la pena de muerte y por la creación de penitenciarías que respondan a las necesidades de la civilización moderna.
La creación de la justicia moderna en nuestros Código y Tribunales será cuestión de toda nuestra actividad, pues no será posible vivir en consonancia con el progreso sin que la Justicia sea de hecho y de derecho.
La creación de Barcos-Escuelas de carácter correccional para los jóvenes que con arreglo a la ley no puedan sufrir condena mayor.
La enseñanza gratuita y obligatoria, y comprendidas en ellas las Artes y Oficios.
La instrucción Universitaria ofrecida a todos gratuitamente, siendo oficial y nacional.
La reglamentación de la enseñanza privada y oficial, debiendo estar al cuidado del Estado para que resulte uniforme la educación de todos los cubanos.
Creación de las escuelas Naval y Militar.
La admisión franca y leal en el servicio militar, en el administrativo, gubernativo y judicial de la raza etiópica, para que así estén representadas todas las razas en el servicio del Estado.
La inmigración debe ser libre para todas las razas, sin hacer preferencia de ninguna. La libre entrada para todos los individuos que, dentro de las prescripciones sanitarias, vengan de buena fe a contribuir al fomento y desarrollo de la riqueza pública.
La repatriación por cuenta del Estado, de todos los cubanos que de extranjeras playas quisieren retornar al suelo natal y carecieren de los recursos necesarios.
La creación de una ley que garantice el servicio de las empresas públicas domiciliadas en Cuba o en el extranjero; la admisión de empleados cubanos, con preferencias a los extranjeros, hasta tanto no sean nacionalizados los servicios públicos, evitando que las nuevas empresas que se establezcan en Cuba puedan ser domiciliadas en otro país.
Laboraremos para que en todo el territorio e la República sean ocho horas las que se entiendan por día laborable.
Creación de un Tribunal de Trabajo que regule las diferencias que surjan entre el capital y el trabajo.
Promulgación de una ley prohibitiva de inmigrantes menores de edad, y de las mujeres, a excepción de las que vengan en familia.
La distribución en colonias de los terrenos del Estado, o de los que adquiera para el efecto entre los cubanos nativos que carezcan de recursos y quieran dedicarse a las faenas agrícolas, prefiriendo siempre a los que no tengan aptitudes para el desempeño de destinos públicos.
Como cuestión moral, gestionaremos la revisión y fiscalización de todos los expedientes posesorios hechos efectivos que durante la primera intervención americana a la fecha se han concedido.
Aprobado y firmado por todos los miembros que pertenecen al Partido y por todos los que se inscriban.















































































































































[1]Nótese que a más de cincuenta años de escrito este documento, su vigencia en materia de oportunidades reales para el negro en lo que menciona Juan René Betancourt, no podía tener mayor acierto que lo que sucede con el afro-cubano en la Cuba de este minuto.
[2] Cuando se escribió este libro, aún la Federación Nacional de Sociedades Negras estaba en poder de Mujal y Campos Marquetti.























EVARISTO ESTENOZ: SU DOCTRINA
(con referencia a Martín Morúa Delgado)
POR: JUAN RENÉ BETANCOURT
TEMA # 6


Por fin le llega el turno al otro gran líder de los negros, héroe y mártir de su causa, el general de la guerra Evaristo Estenoz. La historia registra muchos casos de ingratitud, de incomprensión de un gran hombre por sus coetáneos, pero siempre, como por irrefrenable dialéctica, también señala la reivindicación del genio, como si un escozor instara y compeliera al mundo de hoy a reparar las injusticias y lagunas de los mundos que previamente han sido. Pero no sucede igual cuando el gran hombre aplico su genio a la redención de un pueblo o de una raza que en el momento de escribir la historia continúan vencidos. Los vencedores darán una versión arbitraria y parcial de los hechos y de quienes lo dirigieron, y esa versión llegar a hacer fortuna también entre el hombre medio de los vencidos; que conforme de conservar la vida ignora que sólo ♪0sta vale cuando se aplica a algo digno y grande, pero a él no le interesa nada de esto: quiere guardarse la vida aunque sea al alto precio de la indignidad, y al igual que el ganado bovino cuando sacrifican a un ejemplar en el campo, se acerca al lugar, percibe el olor a sangre hermana y huye despavorido mugiendo con indescriptible espanto, así las generaciones vencidas niegan y excomulgan cobardemente a su líder, a su mártir, al que murió luchando por sus derechos y por su felicidad. Y así ha sucedido con el general de la guerra Evaristo Estenoz.

Como todas las grandes doctrinas, la de él parte de un hecho simple. Observa con disgusto que los negros con sus votos en el proceso electoral podrían ganar altas magistraturas e importantes posiciones, y que sin embargo a la hora del reparto sólo les daban los puestos de ugieres, barrenderos, policías, etc., y entonces, consciente de la base económica de la discriminación racial, piensa que a través de los altos cargos de la Administración Publica el negro puede levantar su nivel económico. Sabiendo que el negro representaba la tercera parte de los votantes, intuye que haciéndolos concurrir organizados, formando su propio partido y por lo mismo una nueva fuerza, obtendrían justamente cuanto cívica y políticamente se merecían, y así concibe y funda, con estos fines, el Partido Independiente de Color.
Esto lo sitúa en un plano clasista definido y radical, con pleno conocimiento de la historia y de la sociedad, en ninguna de las cuales nada que no sea una fuerza se hace oír y ningún otro medio que no sea el de la presión o compulsión pue4de modificar o variar el status quo. Y este mismo fue el plano en que se situó José Antonio Aponte y el propio en que quiso situarse de todo corazón Don Juan Gualberto Gómez.
En los tiempos en que vivió Estenoz, lo mismo que en estos ,, existía entre los negros el pugilato por el liderazgo, más para obtener bondades de la clase dominante que para conducir a la raza, y por lo mismo existían grandes envidias y odios. Los presuntos líderes no libraban la batalla contra los explotadores tratando de obtener beneficio para su gente, sino entre ellos mismos, tratando de eliminarse recíprocamente.
Evaristo Estenoz no perdió el tiempo combatiendo a los presuntos líderes, sino que fue al grano, con su propia doctrina, defendiendo con e4nergia y tesón inquebrantables. Enfrenta el Partido la primera prueba electoral, todavía su fundación es muy reciente y nada extraordinario sucede. Pero Estnoz es un estudiante de los hechos y en ellos aprende valiosas enseñanzas. La propaganda se intensifica, el periódico “Patria” desempeña admirable papel y ya el partido es una emoción y una esperanza para los negros de Oriente a Occidente Ya nadie duda de que saldrá airoso en las próximas elecciones. Por fin el negro, con su esfuerzo y dentro de las normas legales del país va a constituir una fuerza que le permita alcanzar la felicidad. Y es entonces que se levantan, no los blancos, que más bien reconocieron en un principio la justicia que asistía a Estenoz y a sus seguidores, sino los envidiosos, los que aparentando ser líderes de los negros se aprovechan en el confusionismo para escalar altas posiciones, y ahora Estenoz, haciendo lo que ellos ni siquiera habían intentado hacer: un movimiento clasista de masas, no cabe duda que los destronaba en el presente y los empequeñecía ante la historia. Por ello se apresuraron a asestarle el golpe, a destruir a tan peligroso rival.
Martín Morúa Delgado fue el líder de esta miserable contraofensiva o contra-revolución. En materia negra sólo se sabe de él que era un impugnador incansable de todo lo que fuera organización clasista. Parece que daba como solución a la triste situación del negro: el amor a Cuba, la superación cívica del pueblo o alguna otra trivialidad por el estilo. Pero él no se conformaba con no hacer, sino que trataba de evitar por todos los medios que los demás hicieran. Él no era demócrata en cuanto a doctrina y táctica negras, sino absolutamente totalitario. No estaba de acuerdo en sustentar un criterio y respetar el de los demás, esperando que la vida y la experiencia, que son quienes tienen en última instancia la razón, pusieran las cosas en su lugar, sino que agredía, atacaba, destruía, nada lo detenía cuando se trataba de una opinión en esta materia que no fuera la suya o de un líder de los negros que no fuera el propio Morúa; ni siquiera a Don Juan Gualberto Gómez le perdono tal carácter, y así llegamos a la más grande hazaña de Don Martín Morúa Delgado en materia negra: Su famoso Apéndice a la Ley Electoral, en el cual se prohibía expresamente la existencia de partidos políticos denominados con el sello de raza. Tan altos cargos que ocupo durante toda su vida el señor Martín Morúa Delgado y nunca se había molestado ni apasionado tanto en la confección y aprobación de una ley contra los discriminadores, contra los que hambreaban al negro cerrándole las puertas de todos los puestos lucrativos[1], como hacía ahora con esta antipática ley, que le ponía un valladar legal a las más justas y urgentes aspiraciones del hombre de color. No tiene justificación alguna en que Morúa haya usado su influencia y su cargo para cerrarle el camino de la legalidad a una lucha de su propia gente. El hecho de que no le hubiera gustado a él tal tipo de solución no lo autorizaba más que para no participar en el mismo, hasta para salvar su responsabilidad histórica haciendo sendas y sesudas declaraciones publicas contra el proyecto, pero el uso de la fuerza, la imposición de su propio criterio, evitar toda posibilidad de éxito con tan irritante leguleyismo, constituye el más grande, a la vez que el más vergonzoso pecado de Morúa.

Tal actitud pone en precario su condición de líder y autoridad entre los negros, pues si de veras poseía tales títulos, debió de haber bastado su impugnación para que nadie hubiera ido a formar filas con Estenoz, y en este caso, ¿para qué podía hacer falta una ley si en realidad el Partido Independiente de Color no podría pasar de una pretensión que ni siquiera alcanzaría el factor necesario para inscribirse electoralmente? Pero parece que Morúa no influía mucho en la masa, (las altas posiciones pueden ser producto de “tickets y maniobras politiqueras,”) y a pesar de su impugnación la gente siguió a Estenoz, por lo que Don Martín se vio obligado a usar todas las fuerzas a su alcance, toda la coacción de que disponía para no permitirle la gloria del triunfo a su poderoso rival. Morúa actuó de mala fe en el caso de Estenoz. Se dejó arrastrar lamentablemente por el sentimiento de rivalidad y por la más innoble pasión.
Para darnos cuenta de esto debemos de saber que la oposición de Morúa dejaba fuera de la ley al Partido Independiente de Color sin darle oportunidad de atemperarse a la exigencia legal, pues Estenoz y sus amigos hubieran podido cambiarle el nombre al partido, salvando así el obstáculo leguleyesco, pero esto no era posible, pues para poder concurrir a las elecciones próximas el partido necesitaba, por imperativo de la propia ley, haber concurrido a las elecciones inmediatas anteriores, de modo que para los efectos electorales, si se le cambiaba el nombre se convertiría en algo nuevo y como tal no podría concurrir a las elecciones. Todo estaba previsto y hecho con malicia inaudita. Pasar unas elecciones en la inactividad y esperar cuatro años para concurrir a otra, no es nada estimulante ni provechoso para un partido novel, hecho sin dinero y a duras penas. Y esto lo sabía Morúa, y debe de haberse frotado las manos satisfecho de su obra. Por eso se desesperaron Estenoz y sus amigos, por eso el Partido perdió la paciencia: era muy grande el atropello, demasiado mortificante la traición.

Cuando se estudian las distintas sesiones de ambas cámaras en las que se trató el problema, concurrimos al acontecimiento de mayor rebajamiento e indignidad de la raza. Empecemos por decir que ni una sola voz blanca se levantó contra el Partido Independiente, sino que por el contrario, los que hablan lo hacen a favor, para reconocer la justicia que asistía a Estenoz y a sus seguidores.
Los impugnadores eran los propios negros congresistas que habían, entre los cuales se destacaba el general Generoso Campos Marquetti,[2] actual “Presidente” de la Federación de Sociedades Negras de Cuba. Esto se explica. A los blancos no les afectaba que Evaristo Estenoz se convirtiera en un verdadero líder de los negros, pues si hasta el momento habían venido tratando con “lideres” sin masa ni doctrina y haciéndole concesiones, ¿ qué más les daba negociar con el líder verdadero? Los opuestos eran los que se veían destronados por aquel hombre extraordinario, los que estaban medrando en la Cámara o en Senado. Pero ellos, que en definitiva eran negros, amparados en el prestigio indiscutible de Morúa, les pedían a sus colegas blancos la aprobación de semejante ley, y éstos los complacían, aunque tuvieran luego que lavarse las manos al estilo de Poncio Pilatos. Y la ley fue votada, y el partido ilegalizado, y la historia del negro retrasada en cien años `por culpa de las ambiciones de Morúa.
Ahora el caos…el desastre. Cerradas todas las puertas de la legalidad, acosados cívica y políticamente los hombres del Partido Independiente de Color, recurrieron a lo que se llamaba entonces la protesta armada. No se trataba de una guerra, ni de un alzamiento, sino de algo simbólico e inocuo desde el punto de vista militar. Distintos intereses concurrieron ante el hecho para hacerlo culminar en drama. José Miguel Gómez ocupaba a la sazón la presidencia de la republica e intentaba ir a la reelección, y sus adversarios , desde luego, querían hacerlo fracasar, por lo que encontraron una buena oportunidad de impopularizarlo obligándolo a hacer una gran matanza de negros. Empezaron pues a acusarlo de flojo, de incapaz, de no actuar con la debida energía en el “alzamiento” de los negros. Los antinegristas por su parte, les echaron manos al único argumento que conocen: Gritar a los cuatro vientos que los negros estaban violando a las mujeres blancas en Oriente. Los propios adversarios políticos de José Miguel Gómez, valiéndose de sus influencias en los Estados Unidos, consiguieron que la Cancillería de ese país mandara una nota conminatoria al gobierno de Cuba, mientras que la prensa criolla, con tanto sensacionalismo como irresponsabilidad, daba sendas y “ tremendas” noticias acerca del canibalismo de los negros alzados, del espíritu incendiario de los mismos y de su patológica sed de hembras blancas, siendo esto ultimo, según los partes, el único motivo y fin de aquella “revolución”.Entonces el indeciso José Miguel Gómez cede y el antinegrista Orestes Ferrara, a la sazón Presidente de la Cámara de Representantes presiona, y se vota una ley que autorizaba al tristemente Jefe del Ejercito entonces, General Monteagudo, a hacer y a deshacer.
Al igual que los vientos del sur recrudecen ene. loco su dolencia produciéndole verdaderos accesos o furias, toda esa malsana propaganda y todo ese aspaviento legislativo sacó de su estado latente el odio que contra los negros tienen en su corazón los discriminadores, y se organizaron milicias de voluntarios para ir a matar negros, dándosele comienzo así a la más bochornosa pagina de nuestra historia. Para comprender que Evaristo Estenoz no se alzó, basta pensar que él era un general de la guerra y que la mayor parte de sus acompañantes eran veteranos de la independencia. Si ellos en realidad se hubieran alzado, podían haber perdido la guerra, pero debieron de haber ganado alguna batalla, o por lo menos causarle algunas bajas al enemigo en los distintos encuentros. Pero nada de esto sucedió. Según los partes del General Monteagudo el ejercito no sufrió ni una sola baja, sin embargo eran tantas las gentes que mataban, que aún este sanguinario General se veía obligado a declarar: “esto ha sido una verdadera carnicería…por nuestra parte sin novedad”.Y todos los partes expresan lo mismo, lo que demuestra que aquello fue una matanza a mansalva de gentes desarmada e indefensas. Y no se detuvo allí la ola salvaje del anti-negrismo criollo, sino que llegó a los crímenes más espantosos: en las provincias orientales se mató mucha gente ajena totalmente al Partido Independiente de Color, por el único delito de ser negras, y a muchas mujeres de esta raza en estado de gestación se les abrió el vientre para evitar que naciera un negro más, y luego se les amacheteó con repugnante saña. Es bueno preguntarnos ahora si el señor Martín Morúa Delgado, responsable directo de todo esto, evitó algún mal con su antipática ley o si en realidad precipitó males peores. Es lastima que después de tantos muertos Don Juan Gualberto Gómez haya tenido la debilidad de estampar su firma en un manifiesto que los negros acobardados desde la Habana lanzaron a la opinión publica condenando no a los asesinos, sino a los asesinados.
El gran error de Evaristo Estenoz y sus seguidores estuvo en no saber esperar. Hubieran continuado la propaganda por todos los medios a su alcance y s cierto es que de momento el Partido habría perdido mucho material humano por la traba legal, no es menos cierto que el papel de victima podía haber sido inteligentemente capitalizado frente a una clase dominante que efectivamente maltrataba y aún maltrata a los hombres de color, y frente a un grupito diseco de negros “ilustres” situados a una distancia astronómica de la masa.
Un hombre como Evaristo Estenoz podía haberle cambiado el nombre al Partido y esperar unos años más. Entonces habría surgido la organización con un ímpetu fanático y arrollador. No hacia falta pedir la derogación de la perturbadora “Ley Morúa”, sólo había que no observarla, burlarse de ella. Para hacer resaltar con vivos caracteres toda la culpa y toda la malicia de Martín Morúa Delgado, recordemos que desde que surgió la República han existido partidos políticos de blancos, si por ellos entendemos aquellos en que la dirección, los candidatos y las altas posiciones están en poder de esa raza. Esa era la característica de los tradicionales partidos aquellos Liberal y Conservador, salvo alguno que otro señuelo, criado de la clase dominante, que ésta usaba por razones decorativas para atraer al negro masa. No se vaya a alegar que entre los afiliados de esos partidos existían muchos negros; también los Independientes de Color hubieran aceptado cuanto afiliado blanco se hubiera presentado, pues en nada modificaba esto el carácter fuertemente clasista del Partido. También Estenoz intentó usar algún señuelo blanco en la dirección, pero nada de esto es sustantivo o esencial: el partido siguió siendo la agrupación política de los hombres de color. Morúa no criticó la blancura de los partidos existentes entonces, todos los cuales, al igual que ahora, blancos eran, y menos intentó presentar ninguna ley contra tal carácter de los mismos, sino que se aprovechó de ellos y les sacó cuanto beneficio pudo. Sólo Morúa se preocupa, se exaspera y pierde el sueño cuando los oprimidos, siguiendo el ejemplo de los opresores, tratan de organizarse políticamente. Es entonces que Morúa fabrica una ley, pronuncia discursos, mueve cuantos recursos tiene a su alcance par estrangular el pacifico intento del negro a la felicidad.
Nadie que desee juzgar con seriedad e imparcialidad la desgraciada actuación de Morúa en aquel episodio histórico, se le ocurrirá alegar que los partidos de los blancos no tenían en el titulo ninguna palabra alusiva a la cuestión racial, pues cuando de la suerte de toda una raza se trata no podemos andar con expedientes ni con superficialidades, lo que importa es el hecho, el contenido de las cosas, y no la apariencia intrascendente o la mera forma. En este caso el tristemente famoso apéndice a la Ley Electoral, podía haber contenido una cláusula aclarativa o de excepción en la que si el Partido Independiente de Color cambiaba de nombre, podría concurrir en tal caso a las próximas elecciones. Hay que desengañarse que el interés de Morúa no se limitaba al nombre, sino al contenido: No quería que existiera un partido de negros, pero sin embargo veía como cosa natural que existieran partidos de blancos.
La clase dominante usa los negros “mansos”, los que jamás van contra sus injusticias como atractivo electoral, mientras están vivos, y como sedativo histórico después de muertos. Entonces exageran sus meritos, exhiben su fotografía, convierten en acontecimiento sus aniversarios, para hacerle creer al que sufre que hay justicia en esta sociedad prejuiciosa y que el que tenga merecimientos sea cual fuere su raza será recompensado
¡¡¡Mentira!!! Esta ridícula creencia es la que convierte a muchos negros en individualistas: buscadores aislados de felicidad, tan ingenuos y tan trágicos como aquellos pobres cimarrones que creían que marchando siempre hacia el Este encontrarían a su tierra africana liberándose de sus desdichas.
Para José Antonio Aponte o para Evaristo Estenoz no hay centenario ni palabras rimbombantes ni epítetos sonoros… para ellos primero la muerte y después la excomunión. Cometieron el mortificante pecado de defender los derechos de su gente, que es una manera de ir contra los intereses y privilegios de sus explotadores, y esto no puede perdonárseles. Hay que falsear la historia y desfigurar a esos “monstruos” para que las generaciones venideras no se inspiren en ellos, sino que los aborrezcan y los abominen; sacando a la vez del arsenal de los traidores alguna figurilla con que sustituir a los mártires verdaderos.
Nosotros, los hombres de la O.N.R.E[3]., conscientes de la historia, estamos en nuestros puestos y cumplimos con nuestro deber, como el mejor homenaje que puede rendírsele a los que por nosotros murieron.

BASES PROGRAMÁTICAS DEL PARTIDO INDEPENDIENTE DE COLOR


El Partido Independiente de Color se constituye en todo el territorio de la República con el carácter nacional para mantener el equilibrio de todos los intereses cubanos, difundir el amor a la patria, desarrollar las relaciones cordiales, e interesar a todos a la conservación de la nacionalidad cubana, haciendo participar por igual en la administración publica a todos los nacidos en esta tierra.
La república igualitaria, soberna e independiente, sin preocupaciones de raza ni antagonismos sociales, será nuestra divisa.
Propenderemos a que figuren, en el Cuerpo Diplomático, todos los cubanos que sean dignos de estar en él, y que como asunto preferente y de urgente necesidad se nombren ciudadanos de la raza de color, para que la República esté representada cual ella es.
Somos partidarios de los Juicios por Jurados en todos los actos de justicia que tengan lugar en la República, siendo obligatorio y gratuito el cargo de Jurado.
Abogaremos por la abolición de la pena de muerte y por la creación de penitenciarías que respondan a las necesidades de la civilización moderna.
La creación de la justicia moderna en nuestros Código y Tribunales será cuestión de toda nuestra actividad, pues no será posible vivir en consonancia con el progreso sin que la Justicia sea de hecho y de derecho.
La creación de Barcos-Escuelas de carácter correccional para los jóvenes que con arreglo a la ley no puedan sufrir condena mayor.
La enseñanza gratuita y obligatoria, y comprendidas en ellas las Artes y Oficios.
La instrucción Universitaria ofrecida a todos gratuitamente, siendo oficial y nacional.
La reglamentación de la enseñanza privada y oficial, debiendo estar al cuidado del Estado para que resulte uniforme la educación de todos los cubanos.
Creación de las escuelas Naval y Militar.
La admisión franca y leal en el servicio militar, en el administrativo, gubernativo y judicial de la raza etiópica, para que así estén representadas todas las razas en el servicio del Estado.
La inmigración debe ser libre para todas las razas, sin hacer preferencia de ninguna. La libre entrada para todos los individuos que, dentro de las prescripciones sanitarias, vengan de buena fe a contribuir al fomento y desarrollo de la riqueza pública.
La repatriación por cuenta del Estado, de todos los cubanos que de extranjeras playas quisieren retornar al suelo natal y carecieren de los recursos necesarios.
La creación de una ley que garantice el servicio de las empresas públicas domiciliadas en Cuba o en el extranjero; la admisión de empleados cubanos, con preferencias a los extranjeros, hasta tanto no sean nacionalizados los servicios públicos, evitando que las nuevas empresas que se establezcan en Cuba puedan ser domiciliadas en otro país.
Laboraremos para que en todo el territorio e la República sean ocho horas las que se entiendan por día laborable.
Creación de un Tribunal de Trabajo que regule las diferencias que surjan entre el capital y el trabajo.
Promulgación de una ley prohibitiva de inmigrantes menores de edad, y de las mujeres, a excepción de las que vengan en familia.
La distribución en colonias de los terrenos del Estado, o de los que adquiera para el efecto entre los cubanos nativos que carezcan de recursos y quieran dedicarse a las faenas agrícolas, prefiriendo siempre a los que no tengan aptitudes para el desempeño de destinos públicos.
Como cuestión moral, gestionaremos la revisión y fiscalización de todos los expedientes posesorios hechos efectivos que durante la primera intervención americana a la fecha se han concedido.
Aprobado y firmado por todos los miembros que pertenecen al Partido y por todos los que se inscriban.







































[4]






































































































[1]Nótese que a más de cincuenta años de escrito este documento, su vigencia en materia de oportunidades reales para el negro en lo que menciona Juan René Betancourt, no podía tener mayor acierto que lo que sucede con el afro-cubano en la Cuba de este minuto.
[2] Cuando se escribió este libro, aún la Federación Nacional de Sociedades Negras estaba en poder de Mujal y Campos Marquetti.





















[3] Organización Nacional de Rehabilitación Económica.

































REFLEXIONAR LAS REFLEXIONES. POR MANUEL AGUIRRE LAVARRERE

Algunos amigos de Cuba, siguiendo el legado reflexivo de Fidel Castro han emplazado
al actual Presidente Barack Obama sobre si va o no a flexionar la política de Estados Unidos hacia Cuba.

Lo inquietante de estos planteamientos no lo son tanto el planteamiento mismo como el modo de enfocarlo. En ellos se claramente una tendencia parcializada de la cuestión. No hay correspondencia cuando solamente se ve una cara de la moneda y la otra, la que no conviene descubrir, queda oculta. De modo que cualquier ingenuo- que no son pocos-, pueda creer en algo tan aberrante.
El gobierno cubano exige al inquilino mayor de la Casa Blanca con menos de quince dias en el poder, que resuelva, para Cuba, lo que en cincuenta años de mandato y soledad de poder ha sifdo incapaz de resolverle a su pueblo. Por ello cabe preguntar a esos mismos que tanto se empeñan en justificar lo injustificable, algunas de las tantas preguntas que inquietan a la mayor parte de la población cubana, tan engañada siempre y tan violada en sus derechos más elementales:

¿ Podremos los cubanos tener libre acceso a la Internet?
¿Eliminará el Gobierno cubano el trato con México que expulsa a cuanto cubano llega a ese territorio en busca de libertad?
¿ Permitirá el Gobierno cubano libertad de prensa?
¿Podremos los cubanos viajar a donde nos plazca y entrar y salir del país cuando lo estimemos conveniente?
¿Dejará de ser el color negro de la piel obstáculo para trabajar en el turismo y otras entidades de mayor remuneración económica?
¿Habrá derecho a la huelga frente a las administraciones corruptas y sindicatos prostituidos como ocurre ahora mismo en la Isla?
¿Seguirá siendo el negro cubano quien lleve la peor parte frente a los tribunales de justicia y el más apaleado y vejado en las cárceles cubanas?
¿Ratificará Cuba en febrero los pactos políticos, sociales y culturales que en el 2008 había firmado y que para que sean afectivos debe ratificarlos en esta fecha además de hacerlos públicos en la Gaceta Oficial de la República y recordados por Lula en la recién finalizada Cumbre de río?
Dejará libre a los que la única arma esgrimida es el derecho a la palabra?
¿Legalizara el gobierno cubano a los grupos de oposición que han pedido ese derecho?
¿Podrán los deportistas y artistas cubanos, que dado el injusto trato recibido en la isla se han radicado en otros países entrar a Cuba sin que penda sobre ellos la humillación y el encarcelamiento?
¿Tendrán al fin los estudiantes cubanos derecho a estudios superiores en el extranjero como lo tienen los hijos de ministros y dirigentes del gobierno?
¿Por qué el derecho que tenían los comunistas antes de 1959 de crear un periódico y una emisora de radio, de estar con voz y voto en la Constituyente de 1940 y ocupar banca en el Senado de la Republica, no lo tienen hoy los que luchan por una Cuba democrática?

Estas y otras cuestiones internas son las que atañen a la población cubana, son las que duelen y quiere ver resueltas. Cuando Obama dijo que los doce millones de cubanos en la Isla no son de su interés, hizo lo correcto, quizá si hubiera dicho lo contrario ya lo estarían acusando de intromisión en los asuntos internos de Cuba.
Los doce millones de cubanos en Cuba, de su mejoramiento ciudadano y libertades civiles son problema del gobierno cubano, no de Barack Obama.

miércoles, 4 de febrero de 2009

COMO SURGIO LA CULTURA NACIONAL

WALTERIO CARBONELL
CÓMO SURGIÓ LA CULTURA NACIONAL

EEE
spaña y Portugal unieron a dos conti­nentes lejanos, África y América, con sus barcos y el empleo sistemático de la violencia. Traficantes de esclavos aportaban, año tras año, valiosos informes sobre África: En el Mundo de que vamos a ocuparnos, tan estrecho es el enlace entre estos dos, que es imposible tratar de Amé­rica prescindiendo de África. Sin esta, jamás hubiera el Nuevo Mundo recibido tantos millones de negros escla­vizados en el espacio de tres centurias y media, y sin el Nuevo Mundo nunca se hubiera arrancado del suelo afri­cano tan inmensa muchedumbre de víctimas humanas. Esto lo dice con razón José Antonio Saco en el libro pri­mero de su Historia de la esclavitud. Los móviles que impulsaron a las potencias a transportar africanos hacia América y hacerlos entrar en relaciones con los indios, son bien conocidos: disponer de una masa enorme de po­blación esclava -negros e indios- para los trabajos en las minas, las plantaciones de café y caña de azúcar, y obte­ner del producto de su trabajo fabulosas ganancias.
Durante todo el largo período que duró el tráfico de esclavos, Cuba fue uno de los países de América que dis­ponía de más rica información sobre África.
Para hacerse una idea del vasto caudal de conocimien­tos que el país poseía sobre África basta saber que entre 1800 y 1850, la mayor parte de la población de Cuba, calculada entre un millón y un millón quinientos mil ha­bitantes, era africana; que las religiones africanas tenían muchos más fieles que la religión católica, y que la músi­ca de los africanos tenía mayor número de ejecutantes y admiradores que la música de los españoles. Muy poco se sabía de China, de la India, etc. África era la pasión de los hacendados, comerciantes, funcionarios coloniales, banqueros y curas, así como de todos aquellos que esta­ban dominados por el espíritu de lucro. Curas y banque­ros esperaban con ansiedad, noche y día, la llegada de los barcos negreros. Los colonialistas discutían en sus cen­tros políticos, en el Ayuntamiento de La Habana, en el Consulado, en la Sociedad Patriótica de Amigos del País, en torno a la suerte que correrían las industrias azucare­ras y cafetaleras y los trabajos públicos, si Inglaterra lle­gara a impedir el comercio de esclavos. Las conclusiones de estos señores eran muy pesimistas: si el tráfico era real­mente impedido, los resultados no serían otros que la rui­na de los negocios.

Los hacendados tenían cierta cultura africana; cono­cían cuáles de las razas africanas eran las más fuertes para los trabajos agrícolas, cuáles las más belicosas y también las más dóciles para el trabajo esclavista, y cuáles las más aptas para provocar rebeliones antiesclavistas. Conocían muchas características de las razas de Guinea, Nigeria, del Congo y del Río de Oro. África interesaba tanto que no es por casualidad que el libro más importante escrito duran­te los tres siglos y medio de colonización se llamara His­toria de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo y en especial en los países américo-hispanos, de José Antonio Saco; libro que por una de esas raras coinci­dencias los historiadores apenas citaron y los intelectua­les jamás leyeron.

El fin de la dominación colonial española en Cuba echó un manto de olvido sobre el continente africano. Ya Áfri­ca no interesaba económicamente, no había pues, ocasión de obtener nuevos conocimientos culturales: la esclavi­tud había terminado. Los políticos y los escritores de los tiempos de la dominación española citaban con frecuen­cia al continente africano, pero los políticos y escritores
de la república burguesa no quisieron jamás recordar su nombre. ¿Para qué? La república burguesa no necesitaba de África. Es curioso, los mismos hacendados, comercian­tes, banqueros y curas que durante la época colonial pa­saron noches de insomnio en espera de los barcos negre­ros cargados de riquezas humanas, fueron los primeros que. desde el inicio de la república, olvidaron el conti­nente africano. África se convirtió en una palabra moles­ta para toda la llamada gente culta. Era una especie de Babilonia cuyo nombre evocaba la concupiscencia. Y te­nían razón. África era la concupiscencia en su doble sen­tido, en el de la lujuria y en el de los apetitos de bienes terrenales practicados por todos estos fariseos en las plan­taciones e iglesias con los hijos de África. Hicieron del varón un bien, una cosa terrena, objeto de comercio, una mercancía, y de la hembra, un objeto de posesión doble, de posesión para el trabajo y de posesión sexual. Los mis­mos que en los tiempos de la colonia española acusaron de enemigos del rey, de la propiedad y de la religión a aquellas pocas personas que reprobaron el tráfico negre­ro, fueron los que durante la república burguesa proscri­bieron el nombre de África, que fue la fuente de riqueza sobre la cual se fundó luego la república burguesa. Pero su nombre evocaba los orígenes abominables de la rique­za burguesa, y por lo tanto debía ser borrada de la vida política y cultural de Cuba. Debían prohibirse sus reli­giones, su música, sus hábitos y costumbres, y todos sus valores culturales de la misma manera que en la época colonial. Con razón dice Antonio de las Barras y Prado en sus Memorias de La Habana a mediados del siglo XIX:
Enumerar los grandes crímenes sangrientos que se han cometido en la Tierra, sería el cuento de nunca acabar, y no puede ser de otro modo si se considera que todos los que trabajan en ella, lo hacen fuera de la Ley: desde el esforzado capitán, hasta la más te­mible marinería, compuesta de gente que nada tiene que perder, pero aventurera y resuelta, todo lo que se necesita para desafiar los peligros que entraña es­te inhumano tráfico. Como en estos buques no rei­na más disciplina que la que se impone por la fuerza bruta, se han dado bastantes casos de sublevarse las tripulaciones para robar a los capitanes el dinero que llevaban para comprar los negros, sucumbiendo aquellos en desesperada lucha contra una turba de feroces bandidos que encallan luego el barco en cual­quier costa desierta y se fugan por tierra. Así es. que ni el revólver ni el cuchillo se desprenden un mo­mento del cinto de los oficiales, tan bandidos como sus marineros, y que llevan, cuando salen a un viaje de estos, la vida pendiente de un hilo.

Antonio de las Barras y Prado nos recuerda además que el tráfico de esclavos motivaba las más intensas emo­ciones de la sociedad colonial:

Aquí, lo mismo que en todas partes, hay muchos aficionados a todos aquellos negocios que aunque arriesgados producen en un caso feliz pingües utili­dades, y de ahí nace el que haya también personas dispuestas a interesarse en el tráfico de esclavos.Esto
no es de extrañar, teniendo en cuenta que hoy se cree que constituye el dinero la única felicidad de los hombres, y que en la mayoría, la idea es enri­quecerse en el menor tiempo posible sin reparar en los medios, pues la conciencia se ha convertido en un mito y los escrúpulos se consideran cosa de ton­tos. Esa impaciencia por hacer dinero, que estimula la afición a los juegos de azar con la esperanza de conseguir en un minuto lo que por medios regulares y ordenados costaría gran número de esclavos, no es ni más ni menos que un juego de azar en el que aparte de los grandes riesgos de todo contrabando, el explotador es el banquero, y el jugador de buena fe la víctima. En esta además, hay otras víctimas, constituyendo un delito de lesa humanidad. Lo mismo que en las ferias o garitos un tahúr invita a jugar a todos los inocentes que se presten, así hace aquí un armador de buque negrero, salvo rarísimas excepciones, proyectando una expedición para des­plumar a los incautos que se apuntan como accio­nistas, y este ha sido el origen de muchas fortunas que se han visto crecer y desarrollarse como por ensalmo en la isla de Cuba.

El negocio es bastante incitante para atraer incau­tos, como puede producir doce o quince por uno, pero tiene en contra los cruceros ingleses y america­nos en las costas de África, los españoles en las de la Isla, y la vigilancia de Mr. Crawford, cónsul inglés en La Habana, constante denunciador a las autori­dades españolas para que persiga en tierra las expe­diciones desembarcadas. Mas suponiendo que ha­yan escapado de todos estos riesgos, queda a los in­teresados otro mucho mayor e insuperable, que es la mala fe de los armadores.


Para hacer más comprensibles los procedimientos que se emplean en esta clase de negocios, voy a valerme de un ejemplo. Supongamos que un sujeto que goza de crédito en ciertos círculos aficionados a las cosas de azar, se presenta un día invitando a sus amigos con promesas halagüeñas a que tomen parte en una expedición. Les dice que esta no costará más que veinticinco o treinta mil pesos y que el buque, que tiene preparado, podrá traer con comodidad de setecientos a ochocientos negros, que vendidos a cuarenta onzas y deducidos los gastos pueden dar un resultado de diez por uno. Les explica el derrote­ro y las probabilidades de buen éxito, pues el cruce­ro está algo abandonado en las costas de África con motivo de la guerra de Oriente y es muy escasa la vigilancia, según cartas de los factores, en el paraje donde cargará el buque. Después, cuando regrese a la Isla, tiene un punto segurísimo donde hacer el desembarco, y cuenta con las autoridades y con toda clase de medios para poner en tierra la negrada a poca costa. Ante proposición tan tentadora, todos se apre­suran a entrar; el annador percibe en metálico la parte de cada uno y luego que el armamento está hecho les notifica el costo de la expedición presentando cuentas, pues como negocio prohibido, no se dan recibos ni documentos de ninguna clase; todo se hace bajo palabra, y se han dado casos de quedarse con el dinero y no realizar la expedición, contra esto no queda más recurso que una vez descubierto el frau­de, la venganza personal.

Una de esta clase debió ser la ejecutada por don J. G, acaudalado propietario que vivía en una hermo­sa casa de la calle del Olimpo [Obispo]. Dicho señor, cuyo capital se había ido formando, según voz pública, con los productos de la trata, y quizás también con los de otras industrias por el esti­lo, era como es frecuente en hombres pocos escru­pulosos, muy hipócrita y afectaba gran religiosidad; era lo que se llama vulgarmente un beato. Un día, estando arrodillado en la iglesia, quizás acosado por los remordimientos, acaso pidiendo a Dios por la di­fícil salvación de su alma, no sintió que se le acer­caba por detrás un sujeto el cual le derramó en la cabeza un líquido que se le corrió hasta los ojos de­jándolo ciego.

El sujeto era un médico catalán a quien había nega­do una cantidad que le tenía confiada. El médico se suicidó en la misma iglesia. El tal don J. G, pasaba en la sociedad por hombre respetable. Así [sucede] con muchos aquí y en todas partes de los que se consideran como tales.

¿Por qué extrañarse, pues, del silencio tendido por la dominación burguesa en torno al nombre de África? ¿Por qué extrañarse, pues, de la política discriminatoria prac­ticada por la burguesía contra los descendientes de Áfri­ca? ¿Por qué, si al fin y al cabo la burguesía republicana era décadas atrás representante del sistema esclavista una fracción de la internacional española, que no dejó un in­dio con cabeza en Cuba y arruinó su cultura?

Todas estas gentes eran parte del clan de aventureros que arruinó la civilización maya, quechua, etcétera, y a millares y millares de indígenas en toda América.

¿Qué podía esperarse de los protagonistas de la repú­blica burguesa nacida entre el vicio y el deshonor, que no tuvieron reparos en vender su alma colonial, su alma de traficantes, a la nueva internacional de traficantes; los mo­nopolistas yanquis? Y, ¿por qué no iban a venderse a la nueva Internacional si la nueva internacional con sede en Wall Street, era la gran heredera de la Casa de Contrata­ción de Sevilla, de la que en el pasado los esclavistas crio­llos fueronunapéndice.

La república burguesa fue la república de los comer­ciantes, de los hacendados y del clero, es decir, de las mis­mas clases y sectores que se enriquecieron con el tráfico de esclavos durante el sistema colonial español en Cuba.

Todas estas gentes que dominaron la república burgue­sa fueron una importante fracción de la internacional del saqueo, de la piratería y la esclavización del continente americano. Y es por esto que no tuvieron escrúpulos en pasarse a Wall Street. ¿Qué iban a reprocharle a Wall Street? Su moral era la moral de la nueva internacional. Entonces, ¿por qué no unirse a las gentes de su propia calaña? Nada tenían que reprocharle a Wall Street, a no ser los procedimientos utilizados a la hora de repartirse las ganancias, producto de la explotación de las grandes masas del país. La burguesía percibía la menor parte del botín. Reproche que, desde luego, no se diferenciaba del reproche que los terratenientes esclavistas les hicieran a los comerciantes y a la monarquía española.

La burguesía no sintió remordimientos de conciencia al pasarse con armas y bagajes a la internacional de Wall Street. ¿Acaso Morgan y Rockefeller no explotaban a los indios y a los negros con el mismo rigor y voracidad que la Casa de Contratación de Sevilla? ¿Acaso las Socieda­des Mercantiles de los siglos XVI al XIX, dedicadas al tráfico de esclavos, no fueron las pioneras de los mono­polios modernos? Marx ha dicho, en el "Libro primero" de El capital, que el régimen colonial da a luz las socie­dades mercantiles, dotadas por los gobiernos de los mo­nopolios y de los privilegios para asegurar la salida de sus manufacturas y facilitar la doble acumulación de las mercancías, gracias al mercado colonial. Los tesoros di­rectos usurpados por Europa, el trabajo forzado de los indígenas reducidos a la esclavitud, la exacción, el pillaje y la matanza, todo lo que beneficia a la Madre Patria, se convierte en capital.

Estos comerciantes, estos banqueros, estos curas, es­tos hacendados y estos terratenientes cuya riqueza la Re­volución cubana acaba de expropiar y que deambulan por Miami y Nueva York añorando el regreso, nada debían de lamentar, puesto que la Revolución les ha prestado un gran servicio al facilitarles la más estrecha unión con las gentes de su propia calaña. ¿No habían sellado su unión desde los tiempos de Jefferson y el acaudalado Aldama? Pues bien, ya están como lo deseaban desde el siglo XIX: viviendo todos en familia.

La república burguesa sólo tenía memoria para recor­dar sus "sufrimientos" del pasado, pero no para recordar los sufrimientos de los esclavos. En la república burgue­sa solamente se recordaban ciertas restricciones políticas sufridas por los hacendados durante el siglo XIX; se re­cordaban los excesos de impuestos, los toques de campa­na de La Demajagua, pero no el proceder tiránico y bár­baro de los hacendados contra sus esclavos. ¿Para quérecordar la esclavitud de los negros, la esclavitud bajo la que murieron miles de hombres a manos de los hacenda­dos y sus mayorales? ¿Para qué recordar el hambre, la miseria, los azotes, las monstruosas torturas y las diecio­cho horas diarias de trabajo en las plantaciones? ¿Para qué recordar el pasado de los banqueros, de los almace­nistas, de los curas, de los terratenientes, de toda la gente limpia y toda la gente culta si todos habían sido santifica­dos por la república burguesa? Para el verdadero pasado la república burguesa no tenía memoria.

La diferencia entre el pasado de la burguesía francesa del siglo XVIII y el pasado de la burguesía [cubana] salta a la vista. La francesa hizo su capital en el libre comercio, en las industrias de Nantes y Burdeos, bajo el régimen del salario. La cubana acumuló riquezas mediante el robo de hombres, mujeres y niños de otros continentes, con el azo­te, el cepo, las cadenas, los crímenes y el trabajo esclavo.

En 1902, la casi totalidad de la población cubana se encontraba en la miseria y sólo un grupo de personas po­seía las riquezas. ¿Durante qué época las acumularon y cómo las acumularon? ¿Se hicieron ricos el mismo día que el general Wood izó la bandera cubana en el Morro, o se hicieron ricos mucho antes de la intervención nortea­mericana? Se hicieron ricos mucho antes. Se hicieron ri­cos durante todo ese período durante el cual fueron los verdaderos padres de la esclavitud.

Todo lo que pudiera dañar su moral burguesa fue ca­llado, y todo lo que pudiera beneficiarla fue invocado en la tribuna, en el parlamento, en la universidad y en los libros de historia: la dominación burguesa se apoya en la fuerza del capital y las bayonetas, pero también en una moral, más o menos "honorable". El pasado de la "bur­guesía" era poco honorable. Su moral era muy frágil, por­que su moral del pasado, su moral colonial, tenía por fun­damento la esclavitud de los negros. Mucho terreno se hubiera adelantado en la lucha contra la dominación bur­guesa si, desde el principio de la república, un grupo de hombres radicales hubiera hecho recordar de manera sis­temática el origen de las riquezas de la burguesía y los procedimientos que utilizaron para convertirse en poten­tados. El pueblo hubiera descubierto su verdadero rostro detrás de la máscara de democracia con que la burguesía lo ocultaba. Pero como no se hizo esto, como no se le desenmascaró valientemente, la burguesía gobernó con cierta apariencia de mirlo blanco. La llamada unión sacra entre los cubanos, la invocación a la república "con todos y para todos", la defensa de los intereses nacionales y todas estas palabrejas, sirvieron maravillosamente a los fines de la dominación burguesa.
Pues bien, aunque la dominación burguesa en nuestro país ya es cosa del pasado, es muy saludable para el pue­blo que Fidel Castro le haya recordado el pasado de la an­tigua clase dominante. Este recordatorio es muy saludable porque todavía sobreviven en la conciencia de muchas gentes los prejuicios y vicios mentales que fueron creados por las condiciones sociales del pasado. Todavía es útil re­cordar la historia verdadera de la burguesía, historia fal­seada por los políticos, los profesores, los historiadores, porque la burguesía fundó su autoridad no sólo en el poder económico y político, sino también en el poder de las men­tiras propaladas por sus hombres cultos. Y porque, ade­más, muchas de esas mentiras son tenidas hoy por verda­des, aun por aquellos que son revolucionarios, que han con­tribuido a liberar a nuestro país de la dominación burguesa, pero que han sido incapaces de liberarse de todo el poder ideológico de la burguesía. Hay que crear en el pueblo una conciencia histórica de ciento cincuenta años por lo menos para que su conciencia posea la ficha completa de los ver­daderos personajes nacionales derribados por la Revolu­ción: el terrateniente, el banquero, el gran comerciante, los curas. Con la ficha completa de los personajes derribados, el pueblo podrá más fácilmente limpiar su conciencia de viejas supervivencias y, liberado de estas, construir una sociedad más vigorosa, de más noble salud.

Demoler las concepciones ideológicas de la burguesía es hacer Revolución. Los intelectuales burgueses han pin­tado con los más bellos colores el pasado de su clase, han idealizado el pasado de la "burguesía" esclavista y exa­gerado los méritos de esta clase hasta lo infinito. Y todo esto en detrimento del pasado heroico del pueblo, y para beneficio de los propios intelectuales encargados de men­tir. Hay que esclarecer el papel jugado por el terratenien­te esclavista, por el dueño de ingenio durante la dominación colonial; el papel de esta clase dominante, el papel de este activo instrumento de la dominación colonial, de ese terrateniente esclavista que hasta en la etapa inme­diata a 1868 no jugó otro papel que el de freno del pro­greso y la independencia nacionales.

Hay que esclarecer el siglo XIX esclavista, porque es precisamente durante este siglo que la ociosidad es más elocuente. La burguesía tenía sus historiadores, sus pe­riodistas, sus profesores que escribían fábulas heroicas sobre ella para que el pueblo las tomara por realidades y justificara su dominación. Es por todas estas razones que el siglo XIX necesita revisión. Dioses de barro supervi­ven como una realidad en la conciencia de nuestro pue­blo revolucionario. Figuras oscuras, esclavistas de la peor especie, como Arango y Parreño; esclavistas atormenta­dos como José Antonio Saco y Luz Caballero, enemigos de las revoluciones y de la convivencia democrática, han sido elevados a la categoría de dioses nacionales por los historiadores, profesores y políticos burgueses.

La Revolución no puede tener por dioses nacionales a estos hombres, los mismos hombres que fueron elevados por la burguesía a la categoría de dioses nacionales.
Estos hombres son representantes del colonialismo es­pañol; reforzaron el colonialismo español por todos los medios, por el peor de los medios: la esclavitud.
En ningún momento se interrogaron sobre la esclavi­tud y el colonialismo español. No aportaron ni una sola idea progresista en favor de la nacionalidad; fueron fieles al colonialismo español hasta el fin de sus días. José An­tonio Saco, por ejemplo, el hombre polémico, fue un ene­migo de la revolución de 1868. No hay por qué confundir, como suelen hacerlo algunos revolucionarios de izquier­da, las contradicciones entre los diferentes grupos escla­vistas con la nacionalidad ni con la cultura nacional. No hay por qué exagerar el papel de estas contradicciones co­mo factor de desintegración del sistema colonial español. Y por otra parte, si las condiciones anteriores a 1868 en­tre los grupos de esclavistas y el sistema colonial español contribuyeron a formar la nacionalidad cubana, esto no quiere decir que los mencionados señores sean naciona­listas. Una cosa son las contradicciones clasistas dentro de un sistema social y otra las ideas que los hombres se forjen en torno a estas contradicciones. Una de las tareas del escritor revolucionario de hoy día es poner bien en claro nuestro pasado histórico. La claridad en nuestro pa­sado es una de nuestras grandes tareas revolucionarias en el aspecto ideológico. Mientras reine la confusión sobre nuestro pasado ideológico, estaremos padeciendo, como decía Carlos Marx con respecto a la revolución de 1848 en Francia, no sólo de los males del presente sino tam­bién de los del pasado. Sobre todo esto insistiremos más adelante.
Para comprender las razones de la lucha actual del afrocubano es necesario adentrarse en las raíces históricas que le dieron origen. Por ello se hace necesario mostrar aquí varios trabajos de algunas de las personalidades que más han influido en el debate racial en Cuba. Un texto de Gustavo E. Urrutia (1881-1958) leído en la Universidad del Aire inaugurando el ciclo de conferencias de carácter social ofrecido por el Instituto Nacional de Previsión y Reforma Sociales el ocho de Julio de 1937, y que constituye uno de los textos fundamentales en cuanto a la temática del negro en Cuba será incluido en una nueva entrega.
Bueno es decir que Gustavo E. Urrutia, hijo de negros libres, fue el primer cubano negro graduado de profesor mercantil. Estudió arquitectura y ejerció como arquitecto hasta 1928 período en que construyó el Frontón Jay-Alay y el Cinódromo de Marianao. Viajó por Estados Unidos, Canadá, Europa y países del Caribe.

Guaravo E. Urrutia fue un luchador incansable por la integración plena de los afrocubanos, por sus derechos civiles y políticos, así como por la significación de su cultura y religiones. Todo ello lo hace animador principal del movimiento social de los afrodescendientes cubanos desde 1928 hasta bien entrados los años cuarenta, cuya obra, dispersa fundamentalmente en el Diario de la Marina donde a iniciativa propia crea la columna Ideales de una raza (1928-1931) planteando razones medulares sobre el negro en la Isla, y la pagina dominical Armonía, donde deja bien claro cuales son sus principales objetivos. Y ya, desde su primer articulo señala:
Yo me propongo desde esta sección dirigirme a esos comerciantes amigos míos, para explicarles nuestros puntos de vista, y a todo el país, sobre este problema concreto y otros tantos que a todos, blancos y negros, nos urge resolver conjuntamente, y hacer ver, además, cómo piensan, cómo sienten, cómo sufren y que anhela la raza de color de Cuba (…) Que se nos escuche, que se sienta latir nuestro corazón y la nobleza de nuestros ideales, nos devolverá la simpatía hoy mutilada no sé por qué.

Otro negro luminoso lo fue sin duda Walterio Carbonell, de él nos congratula publicar el primer capitulo de su libro Cómo surgió la cultura nacional, cuyo texto fue en muchos aspectos la causa de su muerte cívica y condenado de por vida a una oscura oficina de la Biblioteca Nacional, después de haber sido llevado a prisión y a un hospital de desequilibrados mentales, por el único delito de decir, a corazón abierto y sin gagueo, la verdad dentro de la sociedad por la que apostó y en la que puso todas sus esperanzas y esfuerzos por dignificarla y abrirla al mundo. Pero no, fue y sigue siendo cerrada y responsable directa de la muerte cívica de una buena parte de la intelectualidad cubana. No ya mencionar a Lezama Lima, Manuel Granado, Heberto Padilla, Reinaldo Bragado, no ya mencionar a Severo Sarduy, Benítez Rojo, Díaz Martines, y tantos, tantos otros muertos en Cuba o en el exilio sin que hayan tenido siquiera, el derecho a defenderse.
Pero esa raza preterida, esa raza abucheada y llevada al escarnio social ha dado frutos, a dado hombres luminosos en cualquiera de las esferas del saber humano. Y es por ello que el Movimiento Cultural Afrocubano se prepara, investiga y denuncia, hoy fuerte ya y sin miedo alguno, mirando al frente y con la mano en el pecho, para que ese hombre abusado, lleno de razones milenarias diga: YO SOY EL NEGRO, CIUDADANO DEL PRESENTE.

LAS TRS BANDERAS

Si como expresó Helen Thomas-según el periódico Granma-, la salida de Busch de la Casa Blanca es para que la gente deba sentirse muy feliz, no creo que para una buena parte de la población cubana se pueda decir lo mismo con la salida de cualquiera de los que hasta este minuto y desde hace cinco décadas comandan el enramado político, social y ciudadano en Cuba. Y no porque no deseen con entusiasmo su salida con la esperanza de obtener lo que por cincuenta años de mandato absoluto les ha sido negado, y dejan a un país devastado al que costará dios y ayuda encontrar el rumbo cierto y salir adelante en el momento del cambio. Sino, porque la sombra de cualquiera de ellos, su aliento y su influencia aun seguirá cayendo de forma determinante sobre el pueblo, que más por miedo que por aprecio asiste a esta realidad, a la vez que, a los que desde siempre constituyen el gobierno de unos pocos, se verán impedidos de llevar a vías de hecho los tan ansiados y esperados cambios que prometidos agudizan por su falta en el escenario real del día a día el sufrimiento de una población que envejece a cantos después de darlo todo a favor de una ideología que lo único que ha dado es eso, promesas que siempre quedan colgadas en el aire, promesas que se olvidan toda vez que cualquier acontecimiento foráneo tiene lugar fuera de las fronteras y el interés nacional, siempre que silva de válvula de escape y justificaciones.
Por tales cosas seguimos y seguiremos, nadie sabe por cuanto tiempo más, en una espera que nunca llega, ni llegará mientras que permanezcamos dirigidos por los que ahora ostentan el poder del continuismo, sostenida por un fundamentalismo fracasado en su raíz y traidor en sus principios fundamentales en cuanto a equidad y derechos ciudadanos, a falta del altruismo pluralista que tanto merece, pide y necesita el pueblo. Continuismo que para justificar el descontento general, tiene tres poderosas banderas que dejarían sin argumento al más acucioso analista si evade centrar su estudio en la raíz misma del sistema que las provoca, las potencia y justifica: la crisis, el embargo y los ciclones.