martes, 31 de julio de 2012

El restablecimiento de las conductas y prácticas racistas





Por: Manuel Aguirre Lavarrere

(Mackandal)

La igualdad racial y social en Cuba fue groseramente desfalcada y suplantada por la avaricia del poder político.

Para comprender los logros y quimeras de una igualdad que no pasa de ser virtual, es fundamental adentrarse en los pronunciamientos de Fidel Castro en la Segunda Declaración de la Habana, en 1962, donde se refirió, entre otras cosas, a la eliminación del desempleo, el juego, el vicio y la corrupción. Todos están vigentes en la Cuba de hoy.

También hacía alusión a que el racismo en Cuba estaba liquidado. A más de cincuenta años, se comprueba que es una de las mentiras más inquietantes del régimen cubano.

Si bien las leyes vigentes recogidas en el Código del Trabajo, y más tarde en la Constitución del 24 febrero de 1976 y modificada en 1992, elevan a constitucionales los derechos al trabajo, la seguridad social, la asistencia social y otros; y establece en su artículo tres, que “todo ciudadano en condiciones de trabajar, sin distinción de raza, color, sexo, religión, opinión pública u origen nacional o social tiene oportunidad de obtener un empleo con el cual pueda contribuir a los fines de la sociedad y a la satisfacción de sus necesidades”, la práctica del día a día demuestra que para los afrocubanos esa oportunidad es limitada.

Esta declaración contiene una lógica que constituye la síntesis de la historia de la lucha contra la discriminación racial en buena parte de la República y resume los empeños del antiguo Partido Socialista Popular (PSP) y la forma en que este entendió la cuestión de la discriminación y la solución a ese problema en Cuba,

Hay puntos fundamentales como la desracializacion de los espacios públicos y la nacionalización de la educación en un solo sistema de enseñanza administrado por el estado donde se establece la igualdad racial. Pero el fenómeno es bien complicado: no basta poner cuotas si antes no se tiene en cuenta la capacitación del obrero, lo que implicaba chocar con las formas organizativas de los gremios.

Todas estas medidas, plausibles en su momento, tuvieron la desgracia de fenecer al no tener seguimiento en un país dispuesto al blanqueamiento y a la negación del negro.

Esta irresponsabilidad política trajo como consecuencia, que en la educación, los espacios públicos y los trabajos, el imaginario político de la revolución, más concentrado en la exportación de su ideología, diera por sentado que se le había dado un golpe mortal al racismo. Pero perdió de vista la cuestión de los espacios privados, las relaciones interpersonales y la opinión pública.

Al ser así, estas instancias quedan fuera de la visión de una lógica incluyente, que convierte a los actores implicados en objetos de la gestión de otro, ya sea el Estado, el Ministerio del Trabajo o cualquier otra entidad.

Producto de este atolondramiento político es que queda vivo el foco que da origen al restablecimiento de conductas y prácticas racistas en las escuelas, los centros de trabajo y los espacios públicos, sin que dejen de permear a la sociedad en pleno.

Publicado por Primavera Digital, julio 19 de 2012, año 5

www.primaveradigital.org

Espacio para todos

Hecho en Cuba

jueves, 12 de julio de 2012

La reducción del origen étnico del negro.



Manuel Aguirre Lavarrere

(Mackandal)

La reducción del origen étnico del hombre negro es un fenómeno que forma parte de la historia universal. En América esta reducción étnica se originó cuando el africano dejó de serlo para reducirlo a “negro” por medio de la trata esclavista.

Los tabúes contra negros y mestizos se dan precisamente mediante esta pérdida del origen étnico, que implica una constante discriminación que se reelabora constantemente.

Cuba constituye quizá el símbolo de una abolición malograda. El afrocubano todavía sufre las secuelas de la esclavitud y el racismo. En Cuba, la mordaza del socialismo y sus políticas de reducir al hombre en masa, conllevan también la abolición de los derechos y el blanqueamiento constante de la mentalidad.

Si un concepto ideológico es asiduamente sistematizado como sucede en Cuba y no separado nunca del contexto social conforme a las reales aspiraciones de la ciudadanía, no cabe duda de que estamos en presencia de un contexto político excluyente que responde única y exclusivamente a los intereses del partido único.

El socialismo cubano lleva por base la exclusión política e ideológica. Diferencia al hombre por su modo de pensar y lo marca ofensivamente. Hace énfasis en mostrar desigualdades no sólo políticas, sino también por el color de la piel.

Este fenómeno de calimbar al otro ha existido y existe en todas las estructuras de poder totalitario, donde los más débiles están expuestos a la sumisión y al atropello físico y mental.

Una sociedad que luche verdaderamente contra los prejuicios y los racismos de todo tipo, es aquella que da a sus connacionales la oportunidad de erigirse ellos mismos en sus propios protagonistas sin que para ello tenga que ver el color político ni el origen étnico del ciudadano.

Mientras esto no ocurra, será siempre un estigma para la nación y un sacudimiento sicológico al interior de la persona humana. Será siempre la opresión de unos sobre otros, provocará el odio y el miedo a la diferencia, la patria no será más que una mera referencia.

El hombre debe tener derecho a lo que aspira, sin que para ello tenga que tenerse en cuenta otra cosa que no sea la plenitud de sus reclamos y el respeto a sus libertades.

Publicado por Primavera Digital, junio 28 de 2012, año 5

primaveradigital2011@gmail.com

Tel: 537 6988238

www.primaveradigital.org

martes, 3 de julio de 2012

Un legado intelectual racista

Por: Manuel Aguirre Lavarrere

(Mackandal)

El racismo fue abolido supuestamente por la revolución de la Constitución y los lugares públicos, pero no se hizo ninguna política para lo que se pretendió fuera el accionar consciente de la ciudadanía.

La revolución no se preocupó por la abolición intelectual del racismo ni educó al pueblo con respecto a este fenómeno.

El negro es visto como un ser inferior, que posee una fea pigmentación de piel y un coeficiente de inteligencia inferior y que por tanto, debe ser tratado de acuerdo a esas diferencias, para lograr algún día que por lo menos se acerque a la civilización impuesta por la raza blanca, que se tiene como superior. Todo cuanto no caiga dentro de los parámetros de los blancos, es tenido como cultural y humanamente desechable.

Todo lo anterior ha sido el legado de un pensamiento intelectual racista.

En Cuba, a la problemática racial se suma por defecto el fenómeno del derecho de propiedad. El régimen cubano suprimió la propiedad

privada, que consideró propia del capitalismo. En la sociedad castrista la propiedad privada existe por costumbre y aceptación incluida, pero no -hasta hace poco tiempo- en virtud de leyes y derechos todavía expuestos a la voluntad de un régimen arbitrario.

Ello tiene que ver con las relaciones sociales y de etnicidad, puesto que el régimen es el único propietario y garante del derecho y puede otorgar o expropiar bienes y propiedades cada vez que se le antoje por medio de leyes trampas.

Negros y mestizos en Cuba son propiedad del régimen, que ha pasado de la manumisión y el trabajo libre a convertirlos en mano de obra barata. Una gran dotación de esclavos, todos de un solo dueño.

En el socialismo cubano, el color de la piel pesa sobre las relaciones sociales y el hombre pierde todos sus derechos de libertad y se convierte en propiedad de una ideología que dispone de él y puede venderlo o sacarlo de circulación cuando su amo, el estado, así lo decida. La lucha de clases y el color de la piel pierden todo sentido. No existe el hombre como tal, por mucho que se quiera aparentar lo contrario.

La invisibilidad del negro es el castigo por ser un mal ejemplo y estigma de la sociedad.

El actual racismo es fruto de una eugenesia prolongada y de un legado intelectual blanqueado y antinegro.

Sólo los regímenes abiertos pueden ser capaces de dar espacio a todos, de debatir los problemas sociales sin mediación del estado, cuya única obligación debe ser obedecer la voluntad del pueblo. Y eso únicamente lo alcanza la democracia representativa, formula ideológica y política no superada hasta hoy por ninguna otra para garantizar los derechos individuales.

Publicado por Primavera Digital, junio 7 de 2012 .

www.primaveradigital.org