miércoles, 23 de mayo de 2012

La verdadera cara de la historia

 
Manuel Aguirre Lavarrere
                (Mackandal)
 A cien años de cumplirse la masacre de los Independientes de Color, el más horrendo crimen que se haya cometido en Cuba contra negros y mestizos que sólo buscaban el reconocimiento de sus derechos después de haber peleado por más de tres décadas en la manigua para al final quedarse sin nada y que fueran sus mismos hermanos de lucha los que los masacraron, creo necesario sacar a la luz algunos sucesos que los historiadores escamotean o tergiversan para incrementar aún más el lodo de la historia nacional.
Cualquier estudio que se haga sobre si hubo petición de los Independientes de Color para que los norteamericanos mediaran en el conflicto que se había desatado entre ellos y el gobierno de José Miguel Gómez, y Martín Morúa Delgado como carabinero de los intereses del Partido Liberal, si pretende ser serio, debe partir de realidades sólidas.
En primer lugar, preguntarse qué representaba Estados Unidos en aquellos momentos. Bien, era el paradigma de la libertad y la democracia representativa.
La segunda pregunta debe ser, ¿qué era Cuba en aquel entonces? Cuba, recién salida de la guerra de independencia y constituida como república en 1902, siguió siendo un país dependiente del exterior. Fueron siglos de dominio español sin que el país tuviera la menor autonomía. Cuanto conflicto sucedió en Cuba fue España quien los resolvió. No existía todavía en el cubano un sentido de pertenencia. Cualquier cosa que viniera de afuera le parecía buena.
Por tanto, no fue un error ni una traición de los Independientes de Color pedir la mediación de los Estados Unidos, como afirma Rolando Rodríguez, autor del libro “La conspiración de los iguales”, el texto más racista y antinegro que se hayan editado en Cuba después de 1959.
Era lógico que solicitaran la ayuda de los Estados Unidos. La aspiración era llegar a ser como ellos en lo que a desarrollo y libertades civiles se refiere.
Así lo vieron también durante las luchas por la independencia hombres de la más regia estirpe patriótica, como Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramante y otros héroes que hoy son verdaderos iconos en la historia de Cuba. Ni a ellos ni a los Independientes de Color se les puede juzgar de traidores.
Pero sí cabe el calificativo de traidores para otros.
Domingo del Monte, quien tanto se lamentaba de que la esclavitud de los negros desapareciera por los esfuerzos de Inglaterra y Francia, fue un connotado racista y correveidile de la Metrópolis. Su Memorial enviado al gobierno español deja constancia de su vergonzosa sumisión. Este distinguido humanista y anfitrión de tertulias literarias, fue quien con sus sobresaltos y su miedo al negro, propugnó la incertidumbre, que trajo en
1844, la masacre de la todavía nebulosa Conspiración de la Escalera.
Narciso López, recalcitrante propietario de esclavos, a quienes hacia trabajar hasta el límite de la resistencia humana y bajo el látigo de sus
mayorales, fue quizá el más ferviente anexionista de todos los que con este pensamiento componían la crema y nata de la burguesía cubana.
Los alzamientos y las masacres de negros se sucedieron en la historia de Cuba. Hubo un alzamiento y una masacre por la emancipación de siglos de esclavitud y explotación forzada. Hubo un alzamiento y una masacre por la traición de muchos de los principales coroneles blancos, como Gaspar Betancourt Cisneros, Manuel Sanguily, y más de un centenar de ellos que utilizaron al negro como carne de cañón para después tirarlo con las manos vacías y sin derecho a reclamos. Hubo un alzamiento y una masacre para evitar que el negro alcanzara status de ser humano y lograra superar con su esfuerzo, la abismal brecha de desigualdades y aniquilamiento cívico.

 Publicado por Primavera Digital, 2012/05/03
No.218
primaveradigital@gmail.com
HECHO EN CUBA CON ESPACIO PARA TODOS
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Estructura de clases y poder.
Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
En los primeros años de la revolución, el estado sacudió la mata, como decían entonces, pero dejó algunos frutos podridos que han germinado y hoy le defecan en la cara.
En las dos últimas décadas se ha producido un viraje mental en sentido negativo. El lucro, el individualismo, el egoísmo, conjuntamente con el racismo, son enfermedades sociales que aun cuando estaban aparentemente dormidas, hicieron daño. Hoy andan sueltas, con amplio espacio en el entramado social y con un poder nada despreciable. Han triunfado y traerán, en un corto periodo de tiempo, la exclusión absoluta de negros y mestizos.
Sucede lo anterior producto de lo que muchos analistas observan pero que ninguno se atreve a plantear con claridad. He aquí el alto grado de autocensura y miedo existente todavía en lo más excelso de la intelectualidad cubana.
En Cuba, como fenómeno frustrado de transformación social, una revolución fue traidora de si misma. Las esperanzas, las ansias democráticas, se vieron traicionadas por el triunfalismo que hizo trizas los ideales martianos y maceístas con respecto al proyecto de nación, que irremediablemente debió ser la no imposición ideológica y la plena inclusión política y social de todo el componente racial de la nación.
Traidora en sí misma es la revolución que al desplazar a la clase oligárquica y racista, forma la elite burguesa del socialismo. Los niveles de aceptación están dados por el grado de comprometimiento político y el color de la piel, focalizados con fuerza en tres sectores fundamentales, que son la alta clase gobernante y sus ramificaciones en los cuerpos represivos y la militarocracia, devenidos en gerentes y otros cargos de poderosa solvencia económica.
Ocupan los mismos espacios habitacionales expropiados a los burgueses que fueron desplazados a la fuerza. Hoy moran en barrios exclusivos acorde al rango de cada cual, donde en muchos casos está prohibido el acceso peatonal de la ciudadanía.
¿Qué ha cambiado? El gato pardo me da la respuesta: ha cambiado todo para que nada cambie.
Pero más importante que los cambios en el andamiaje estructural son los impactos que generan al interior de la sociedad y en la mentalidad colectiva.
A eso le teme el régimen, debido a que el proceso que se implantó en Cuba fue mediante la fuerza y la imposición, aprovechando la coyuntura populista del momento y el alto grado de analfabetismo en la población, para hacer prevalecer sus ideas, olvidando el compromiso de igualdad y libertad contraídos con el pueblo y sus compañeros de lucha, hecho que llevó a muchos de esos mismos rebeldes que vieron claramente la traición al pueblo y a la palabra empeñada, a la cárcel o el paredón de fusilamiento.
Le teme al reordenamiento psíquico de una nación que ha vivido el flujo y reflujo de un régimen que unilateralmente, hasta que pudo diseñar una constitución acorde a sus conveniencias, gobernó por más de quince años por decretos, y en el que hoy, como siempre, la nueva clase, con su sádica ambición de poder, fomenta estructuras de atrincheramiento ante la verdadera voluntad popular.
Publicado por Primavera Digital, 2012/05/10, No.219
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