martes, 26 de abril de 2011

IRRESPONSABILIDAD CIUDADANA

Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
Los cubanos hemos sido responsables de que la Cuba de hoy todavía permanezca bajo las garras de un ´régimen temeroso y antidemocrático. Hemos sido cómplices del deterioro progresivo y del colapso de la autoestima ciudadana.
Nuestra historia, nuestra común historia nos señala esa constante irresponsabilidad. En en un país que primeramente, aunque a regañadientes, aceptó a un Fulgencio Batista que rompió con el orden constitucional de la Nación, coyuntura aprovechada por los asaltantes del Cuartel Moncada en 1953, para seis años después imponer una dictadura que en concepto de derechos humanos, los viola de forma desparpajante y de cara a toda la nación.
Estos hechos constituyen una constante pérdida de soberanía. Nuestra ignorancia política y la irresponsabilidad ciudadana, ha conseguido que hayamos aprobado en el 1976, una Constitución que viola todo derecho de soberanía. Porque el concepto de soberanía no es sólo aquel que le otorga a un país su derecho territorial en relación a otros países. El concepto de soberanía implica también a la persona humana, y cuando esos conceptos de soberanía, con relación a la persona humana, que es la parte más importante de un país, son violados, entonces, ¿de qué soberanía estamos hablando?
La Constitución cubana de 1976 es la máxima exponente de lo que no debe ser una Carta Magna si verdaderamente se es democrático, al permitir de forma constante la violación y perdida de la soberanía ciudadana. Y en el caso cubano la democracia recae como primerísimo orden en los conceptos de nuestro Apóstol José Martí.
Ya en otros artículos hago alusión a este abusivo tratamiento ciudadano. Pero nunca será demasiado para recalcar verdades que deben ser del conocimiento de todo buen cubano.
Esa Constitución muestra la poca madurez política de una nación que se precie libre. No fue un libretazo del régimen para ganar en porcentaje. Fue así. Aprobada por una inmensa mayoría de cubanos, el 97,7% que no sabíamos siquiera lo que estábamos aprobando. No sabíamos que esa Constitución disfrazada de Caperucita y que rige hasta el momento los derechos y deberes de la ciudadanía, era el colapso fundacional de la libertades ciudadana, al no dejar para el pueblo, más que el camino del servilismo instituido por intereses políticos y la ideología del descredito patrio.
El cubano ha perdido su soberanía. El cubano debe y tiene el derecho y la obligación de conquistarla. Y aquí, por la patria, si cabe la máxima de Maquiavelo: El fin justifica los medios