martes, 3 de diciembre de 2013

Poder político y marginalidad

                    
 
Por: Manuel Aguirre Lavarrere
         ( Mackandal)


El método no es susceptible de ser estudiado separadamente de las investigaciones en que se lo emplea; o, por lo menos, sería éste un estudio muerto, incapaz de fecundar el espíritu que a él se consagre.”
                                                                                     Auguste Comte  
Vinculada indisolublemente a la marginalidad está la pobreza. El fenómeno de la exclusión de personas o grupos de pensar y modo de vida diferente a los códigos establecidos y supuestamente
correctos en una sociedad mayoritariamente receptora en sus costumbres, hacen ver a los otros como la escoria del entramado social.
Se margina siempre que un grupo humano no afina dentro del entramado político y social de la nación. Los marginados lo son tanto por la sociedad como por las políticas emanadas del poder,
En Cuba la marginalidad cubre a un amplio sector poblacional que en cierta medida se ve marginado debido a los controles de una ideología totalitaria que no deja espacio a modo de pensar diferente ni a iniciativas sobre cómo pensar la sociedad futura.
Enmarcar en la marginalidad solamente a un determinado grupo o personas de la periferia es desacertado, La marginalidad convive también entre aquellos grupos cuya solvencia económica los ha colocado en un lugar diferenciado, tanto por el lugar de residencia como por su poder económico. Pero habría que ver cuán realmente es lícita esa prosperidad, en un país que navega en la miseria, y donde la mayoría de la población vive por debajo del nivel de pobreza.
El color de la piel importa más en esa diferenciación que el nivel académico alcanzado y el comportamiento ciudadano.
Una población mayoritariamente marginada por una constitución que niega derechos elementales al desarrollo personal y al nombramiento electivo, margina la dignidad y los presupuestos elementales de un país, y tributados por el poder político trastoca también la convivencia nacional y plena de una nación. No es legal ni ético. No es digno ni merece respeto un régimen que manipule de semejante manera a sus ciudadanos.
En las dos primeras décadas del régimen castrista se activaron políticas de inclusión social sin que mediara el estatus social ni el color de la piel, y muchas familias que estaban en la miseria, tanto blancas como negras, se vieron beneficiadas. Al régimen, para consolidarse, le era necesario dar paso a acciones afirmativas para ganar la credibilidad de sus supuestas buenas intenciones.
La realidad del presente muestra un retroceso con respecto a lo que antes se había logrado. Ahora desmantelan ciertos beneficios sociales fundamentales y ponen en su lugar el interés político.
La población, mayoritariamente, dejó de creer en el modelo castrista, que ha devenido en cualquier cosa menos en un sistema democrático con inclusión ciudadana.
Se activan políticas de marginación hacia personas y grupos disidentes. Se marginó a los padres del derecho de decisión sobre sus hijos, y fue la escuela quien por mandato del poder asumió la responsabilidad de decidir lo que era bueno o no para el niño. Estas decisiones resultaron en el desmembramiento de las familias cubanas, y tuvo como colofón un proceso migratorio que llega potenciado a nuestros días.
En Cuba hay que pensar la marginalidad desde el Poder, porque precisamente es el Poder quien margina, tanto por color de la piel, como por posiciones políticas diferentes a sus códigos de ordeno y mando.
Publicado por Primavera Digital, 21 de Noviembre de 2013
mal26755@gmail.com


De blancos, negros y mestizos


Por: Manuel Aguirre Lavarrere
               (Mackandal)
 Una Cuba que no es blanca, ni negra, ni mulata, sino mestiza, fue el tema debatido en el programa televisivo Mesa Redonda del pasado miércoles nueve de octubre, la víspera del día que se considera como el del inicio de las guerras por la independencia.
El 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes, en el ingenio Demajagua-que fue su verdadero nombre- dio la libertad a sus esclavos y los convocó a la lucha por la Patria.
El protagonizado por Céspedes fue sin dudas un hecho memorable, aun cuando haya sido iniciado por uno de los más entusiastas anexionistas cubanos.
Los españoles llegados a Cuba durante la conquista y explotación ya hacía varios siglos que estaban mezclados a través de sucesivas generaciones con moriscos, árabes y otras etnias llegadas a la Península Ibérica, entre las que no faltó el componente negro, debido a la cercanía con África.
En 1492 arribó a las costas americanas el negro libre Pietro Alonso, timonel de La Niña, uno de los barcos de la expedición de Cristóbal Colón, hecho que atestigua la presencia de negros en la Península Ibérica muchos años antes de que por medio del trasplante forzoso como esclavos llegaran masivamente al continente americano.
En América se mezclaron españoles, indios y africanos. Tanto negros bozales como ladinos participaron en este proceso de retroalimentación racial.
México fue una de las colonias donde más mestizaje hubo. Sólo en un periodo de treinta años (1760-1790), la unión libre de negros con indias y mulatas, y de españoles con indias, mulatas y negras, fue tan intensa que dio lugar a lo que hoy se conoce como “pintura de castas” o “pintura demestizos”.
En Cuba, ilustrados supuestamente partidarios de las libertades, como José Antonio Saco, abogaron por una inmigración blanca con el propósito de blanquear la población y hacer desaparecer al negro.
Se pensó una Cuba para blancos. El negro no servía más que para el trabajo, era un bien que se podía vender o desechar al antojo de la clase dominante.
Vivir en la creencia de que bajo el régimen socialista no hay discriminación racial es tan deprimente como aceptar que la parálisis integracionista en Cuba se debe a los conflictos políticos con los Estados Unidos.
Si en coyunturas totalmente iguales se logró avanzar en las diferencias de género, ¿por qué no en las diferencias por el color de la piel?
El mestizaje constante que ha tenido lugar desde siempre en Cuba lo atestigua la gama de colores de su población. Pero de la discriminación contra negros y mulatos, hablan las políticas que históricamente los han marginado y excluido. Políticas que tanto ayer como hoy obstaculizan el ascenso social de este grupo étnico.
Sólo en democracia, con equidad y derechos, se podrán implementar las medidas necesarias para la definitiva eliminación de la discriminación racial. Bajo el régimen actual es imposible, no porque no pueda, sino porque no quiere.
Advertía Gastón Baquero: “Si los cubanos queremos reconstruir la nación, tenemos que comenzar por reconstruir interiormente, dentro de cada uno de nosotros la integridad psicológica, étnica, histórica, cultural, compuesta por las razas que enraizaron en la Isla y por la gente de todo origen que quisieron construir, a través de los siglos, el hermoso edificio de una Patria libre, justa y feliz, una Patria de todos.”

Para Cuba actualidad: mal26755@gmail.com

jueves, 21 de noviembre de 2013

Lo que muestra la ciencia,

            Manuel Aguirre Lavarrere
                        (Mackandal)
Ha anunciado la televisión cubana que pronto los televidentes tendrán la oportunidad de disfrutar del documental “Evolución Humana Eva Genética”, realizado por la BBC. Nada importa que se ignore en qué consiste el ADN o el árbol mitocondrial, el que ve
el documental, de magnífica factura, enriquece su conocimiento gracias a un grupo multidisciplinario de especialistas que hablan en un lenguaje claro y preciso sobre el origen de la especie humana, gracias a numerosas investigaciones y a hallazgos irrefutables.
El ser humano, desde los inicios mismos de la humanidad, tras un largo proceso de sucesivas transformaciones, responde a una genealogía observable más allá del color de la piel.
Este proceso, daría origen a la diversidad étnica, racial y cultural. Generó diferencias, pero no el racismo, que surgiría mucho después, producto de las desigualdades sociales.
En Cuba, las capas sociales tenidas como superiores siempre han sido tenidas como blancas. Esto determinaría posiciones políticas y de oportunidades en la sociedad, que se moverán siempre entre el mismo núcleo de poder, hegemónico y dominante.
El negro sería un estigma histórico, un voto de veracidad a la maldición bíblica, el grupo dominado, sin importar su procedencia étnica.
Eva Genética es un material que muestra la realidad del surgimiento de la especie humana. Pero Cuba necesita más que muestras audiovisuales para eliminar el racismo y la discriminación. Más que una toma de conciencia ciudadana, necesita de mecanismos legales que obliguen al régimen a legislar sobre estas prácticas enfermizas, dadas hoy por los prejuicios mismo del poder político, donde la segregación y el rechazo al negro, pululan sin remedio alguno.
Ojalá que esa maquinaria de adoctrinamiento ideológico llamada televisión cubana, dignifique su postura, y transmita, al menos por una vez, en horario accesible para la población, este magnífico documental, que nos dice, más allá del estatus de cada ser humano y por encima de las diferencias políticas, culturales, económicas y raciales, que nuestro linaje genético, parte de una sola raíz, y esa, es la africana.
Lograr que se transmita y consumirlo en el seno familiar, es reconfortante, al menos para los que están por encima de prejuicios, que en Cuba han sido siempre de corte político.
Importante para el fortalecimiento de la convivencia ciudadana y para la erradicación de la discriminación y el racismo, este material merece ser visto en Cuba, que aunque oficialmente niegue la existencia de tales prejuicios, continúa en el carril de los países más racistas del mundo.
Para Cuba actualidad: mal26755@gmail.com


martes, 22 de octubre de 2013

Por el color de la piel

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Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
Movimiento de Integración Racial Juan Gualberto Gómez
El 28 de febrero de 1889 escribía África Céspedes en la revista Minerva:
La mujer negra sañudamente tratada por sus viles explotadores, viene hoy a ser blanco más saliente a donde dirigen sus saetas envenenadas aquellos mismos que más traficaran con su noble sangre en los luctuosos días de esclavitud. Por eso, enervado nuestro espíritu por el duro tratamiento de ayer y el torpe juicio de hoy, nos preparamos a la defensa en el constante batallar porque estamos pasando; y tal haremos hasta que se nos considere tal como somos, y no tal como a cada artista pirata le ha parecido o convenido a sus medrosos fines. ¿Nos invitáis a luchar? Pues luchemos. Reflexionemos, pues, sin hacer separación alguna de razas, sobre el juicio que de la mujer tiene formado la mayoría de los hombres y hasta de algunas Maritornes de baja esfera, al mismo tiempo que a nosotras, las de la raza negra, se nos considera en las ultimas capas de ese infamante juicio”.
Tanto el color de la piel como la herencia étnica aun determinan la diferenciación de los descendientes de africanos, al no existir el mismo valor para todos, al menos llevado fehacientemente a la práctica.
No es casual en Cuba el fenómeno de las clasificaciones racistas. Por las más mínimas razones, han sido juzgados mal los negros y mestizos para hacerlos sentir inferiores.
No es una creación del socialismo, pero este sistema en Cuba, lejos de mejorar las relaciones raciales, se aísla del problema, lo invisibiliza y potencia la supuesta superioridad de unos hombres sobre otros.
Cuando la ONU ha llamado a combatir el racismo y todas las formas conexas de discriminación, cuando muchos países del mundo se aprestan a mejorar las vidas de sus connacionales y potenciarlos en su capacidad del reclamo cívico frente a las autoridades, Cuba es uno de los pocos países en el mundo, en que una Constitución inspirada en ideales personalistas niega el derecho de reclamarle al Estado y hacerlo pagar por sus abusos y violaciones contra la ciudadanía.
Los castigos y represalias que pesan en este momento sobre varios opositores negros pueden ser el ejemplo más irrebatible para comprobar cómo la raza y el color de la piel aun marcan las pautas del derecho en Cuba.
Damaris Moya Portieles, en Villa Clara, ha sufrido y sufre las más crueles violaciones a sus derechos, violaciones que van desde detenciones hasta golpizas por parte de la policía y la Seguridad del Estado por negarse a acatar las órdenes que le quieren imponer a la fuerza. Una digna opositora a la que quieren castigar no solo por el delito de estar en desacuerdo con el sistema, sino también por el color negro de su piel.
La petición fiscal contra los opositores Sonia Garro y Ramón
Muñoz es de diez y catorce años, respectivamente. La verdadera causa de su encarcelamiento son las manifestaciones, que a cielo abierto y sin miedo, han sido capaces de realizar, y que han acaparado la atención y el apoyo de muchos ciudadanos, que ven en ellos a personas que se atreven expresar todo lo que ellos quisieran reclamar.
Estos hechos involucran al Estado, a las cortes de justicia, a los jueces que no tienen autonomía, los comunicadores sociales, la policía…Todos guardan silencio para no perder sus privilegios.
Cuando la Patria es saqueada, deberían estar, cueste lo que cueste, al lado del pueblo, y no de un gobierno en el que ya muchos de ellos han dejado de creer.
El respeto hacia una raza que ha sufrido la esclavitud, la discriminación por siglos, la negación de los derechos más elementales, es recogido en la declaración final de la Conferencia
Mundial de Durban. A pesar de haber estado representado el gobierno cubano en dicha conferencia por su principal figura, esos derechos son violados permanentemente en Cuba.
Hay suficientes razones para poner al régimen castrista de cabeza ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Hay sobradas justificaciones para que un ejército que tuviese sentido de su deber de proteger las libertades ciudadanas, quebrantase las órdenes superiores y se plegara, de todo corazón, del lado de los únicos que en esta lucha por la democracia y la libertad de la Patria, son dignos de respeto y de ser escuchados más allá de las fronteras cubanas.
Teléfono: 053601217
Publicado por Primavera Digital, 10 de octubre del 2013,



martes, 8 de octubre de 2013

De un libro, de los negros y de la historia


Manuel Aguirre Lavarrere
          (Mackandal)
… No es de buenos ciudadanos, sino de histriones, el cubrirse con la máscara del optimismo cuando en lo privado se confiesan nuestros males o cuando a lo mejor se es en parte causante de ellos y que la gravedad consiste en que los vicios y defectos de la nación existan, no en que se analicen y que el ciudadano verdaderamente patriota no puede cerrar los ojos ante las lacras (…) sino que (…) el amor a su patria y su deseo de su progreso y mejoramiento le obligan a enfrentarse con máculas y defectos, para estudiarlos y remediarlos.
                                                                                Emilio Roig de Leuchsering .
Por su propio esfuerzo conquistó el pueblo cubano su independencia, Oficina del Historiador de la Habana, 1957, pág. 16. Esta conferencia fue leída el 11 de abril de 1924 en la Sociedad de Derecho Internacional
 El tema racial está de moda. Muchos, sin un conocimiento racional del problema, se montan en él cual si fuera una carroza; escriben, hablan y se manifiestan sobre un tema que no conocen. Pero no importa, el problema es estar. Da lo mismo que toquen la Chambelona o la Internacional, que vociferen la consigna de ¡seremos como el Che!, aunque miren hacia las bondades y oportunidades de derecho del imperio enemigo.
Este no es el caso de Tomás Fernández Robaina, quien por estos días acaba de presentar en la Casa de África, donde es miembro de su consejo científico, su última obra por encargo, El negro en Cuba. Colonia, República y Revolución.
El libro aborda desde distintos ángulos la problemática histórica del negro como uno de los dos principales componentes de la nación cubana.
Sin ser un libro espectacular al tocar algunos tópicos que ya han sido abordados por otros historiadores y especialistas de la afrocubanidad, logra innegables méritos al traer a sus páginas a figuras tan olvidadas y tan merecedoras de homenajes, como son los casos de Walterio Carbonell, Carlos Moore y Juan René Betancourt Bencomo, quienes después de tanta lucha por la igualdad fueron flagelados por una política de ordeno y mando que llega hasta nuestros días. Sólo esto bastaría para otorgarles, si existiera, el premio a la transparencia histórica.
Licenciado en educación científico-técnica por la Universidad de La Habana donde por años le fue negada la entrada producto de los prejuicios de una doctrina que lleva implícita la negación del mérito y los valores humanos, Fernández Robaina posee a su favor una amplia obra en cuanto al tema del negro en Cuba. Sin duda, los estudios cubanos deben mucho a su persistencia al sacar a la luz zonas de la realidad social que en muchos casos son echados al olvido, pero que hacen para quien se interese en abordar el fenómeno de la racialidad en Cuba, una manera de pensar y ver las cosas diferentes; y comprender como esta ha gravitado de forma persistente en los procesos de transculturación que formaron la
cultura nacional.
El haber tenido la oportunidad de viajar y vivir por largos períodos en otros países, da a este investigador las herramientas necesarias para realizar trabajos comparativos que sin duda marcan rompimientos en Cuba y América Latina.
Es bueno aclarar que en cuanto a los criterios de Fernández Robaina con respecto a la revolución castrista y el negro, estos no aguantarían un análisis riguroso. La discriminación contra negros y mulatos fue un flagelo de los gobiernos de la República, pero es un problema no resuelto por la revolución y que se mantiene en la actualidad, cuando la falta de voluntad política y de derechos, agudiza el conflicto en detrimento de los condenados históricos.
El libro de Fernández Robaina lleva implícito un modo diferente en cuanto al manejo de distintos mecanismos del inconsciente colectivo que dan las pautas para entender un poco mejor nuestra historia y la actual realidad.
Para Cuba actualidad
Publicado por Primavera Digital,26 de Septiembre 2013, Año 6, número291


martes, 24 de septiembre de 2013

Racismo: un tema y dos actitudes,





Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
  
Desgraciados son los negros cubanos, si todo lo que tienen que alcanzar como justa remuneración de sus sacrificios por la independencia y la libertad de Cuba, es el oír cantar el Himno Bayamés, y la adoración ficticia consagrada a la memoria de nuestros mártires ilustres. No, hermanos míos, nosotros merecemos justicia, y no debemos por más tiempo seguir alentando un patriotismo humillante y ridículo.
                                                                                         Rafael Serra (Para blancos y negros)
 
No hay que tratar de hallar fisuras al cuerpo de la nación .La ilegitimidad del régimen en función de la inclusión racial y el mejoramiento de vida, tanto de blancos como de afrodescendientes, es sobradamente conocido.
Cualquiera, que desde afuera y con sentido de democracia y derechos, pise esta tierra, y los de adentro que se sientan todavía parte de la nación, con sentido crítico y conciencia humana, se dará cuenta de que negros y mestizos son constantemente hostigados y tirados al último peldaño de la sociedad. Eso, en una nación que debiera ser para todos. y bajo un régimen, que como ningún otro de los que Cuba ha tenido, ha gozado de sobradas oportunidades, para, si no acabar de cuajo con los prejuicios, sí para extirpar el racismo.
Los negros no pidieron vivir y reproducirse en Cuba. La realidad de la esclavitud del negro en América y el Caribe es altamente conocida. De los sufrimientos de este grupo étnico por el color de la piel, habla la historia
Ese sufrimiento se encuentra vigente en Cuba, aunque ya no esté atado a los grilletes y las leyes que legalizaban la barbarie. Existe el egocentrismo, ya no tanto en la sociedad como en aquellos que tienen el poder para llevar acabo verdaderas acciones de inclusión. A falta de voluntad política y de leyes condenatorias del racismo que el régimen cubano no proporciona, todo lo que se trate de justificar, es inútil. Si hace mucho tiempo la revolución castrista trató de enfrentar los errores y desaciertos, ello sólo ha valido para una enseñanza del haz lo que yo digo y no lo que yo hago.
Si en un momento, Fidel Castro reconoció la existencia del racismo en Cuba, jamás después de sus primeras intervenciones públicas de los primeros tiempos, su régimen no levantó un dedo ni la voz para manifestarlo ante el pueblo, y que todos lo que se sienten parte del problema, hallaran estrategias de lucha y pudieran ser parte de la solución. Por supuesto, él no estaba en ninguna de estas dos categorías.
Aún cuando ha sido permitido la creación de los oficialistas y desacreditados Proyectos José Antonio Aponte, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, (UNEAC), y de la Articulación Regional Afrodescendiente, (ARAC), para la lucha contra el racismo, sus logros no pasan de haber conseguido la autorización oficial para erigir alguna que otra tarja en recordación de algún negro ilustre, y en la cantidad de debates que han llevado a cabo sin resultado alguno.
Más de veinte años llevan muchos de sus integrantes en esta lucha, ¿y qué han logrado?
Cuando un tema de tanta importancia para el mantenimiento potable de las relaciones sociales y el fortalecimiento de la identidad, se toma como un modo de vida, no hay conciencia ni moral alguna para criticar a quienes dentro de Cuba pero de modo alternativo, tratan de visualizar el problema y han propuesto soluciones, que de haberse tenido en cuenta, habrían dado al traste con el racismo, aunque al régimen que tanto muchos de estos luchadores defienden, no le guste y monte en cólera, porque un grupo de negros y blancos, mujeres y hombres de coraje y conciencia, digan las cosas como son, y como debe ser. Esos, que como quiso el Apóstol, abogan cada día por la construcción de una Patria equitativa y justa, donde la ley primera de la República, sea “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. Para construir una sociedad de justicia social, y que reine al fin, “la armonía de la equidad”, y no las imposiciones emanadas de un partido “disfrazado con el guante de la república”.

Para Cuba actualidad.
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jueves, 12 de septiembre de 2013

Manuel Calviño y el cambio de mentalidad.

Manuel Aguirre Lavarrere

       (Mackandal)

    No se conocerá a nuestro pueblo sin conocer al negro. Esta influencia es hoy más evidente que en los días de la colonia. No nos adentraremos mucho en la vida cubana, sin dejar de encontrarnos con esta presencia africana que no se manifiesta exclusivamente en la coloración de la piel.
                                                                                                        Lidia Cabrera
El pasado 10 de julio tuvo lugar en el teatro del Instituto de Antropología de la Universidad de La Habana, una conferencia del profesor Manuel Calviño sobre el cambio de mentalidad en la sociedad cubana actual.
Doctor en ciencias psicológicas, Calviño se refirió a la necesidad de que los ciudadanos dejen de ser subsidiados por el estado y que aprendan a vivir en el nuevo modelo económico propuesto por el régimen.
Visto así, y tal como lo plantea, parecería que el estado lleva una carga inaguantable sobre sus hombros y que no tiene cómo recuperarse de tan dadivoso encomio. Pero la situación es bien diferente: durante más de cincuenta años ha sido el pueblo quien ha subsidiado a un gobierno de mano suave hacia afuera y cerrojos infranqueables hasta el abuso para los nacionales.
Calviño, quien se declara marxista por convicción y que tiene entre sus planes inmediatos hacerse un pulóver rotulado que diga, “soy marxista, ¿y qué?”, supo sortear, como un gato, las verdaderas causas del colapso social, económico y político de la nación.
Sin esfuerzo y sin ningún análisis metodológico, cualquier cubano sabe que el único culpable del colapso es el sistema.
Al ser aludido sobre el problema racial, que juega un papel inquietante en la sociedad, dijo, que a pesar de ser ciertas las desigualdades, eso no es comparable con lo que existía antes de la llegada al poder del castrismo. Respuesta que no resiste un análisis riguroso, si se tiene en cuenta que una de las promesas del régimen revolucionario fue precisamente la eliminación de las desigualdades por el color de la piel, algo que ha quedado, si no intacto, más o menos parecido.
En un país como Cuba, multi-racial, donde la la pobreza golpea tanto al blanco como al negro, los afrodescendientes sufren mucho más al estar colocados en el último peldaño de la escala social.
Si algo ha lastrado siempre los conceptos de identidad y nación en Cuba ha sido el problema racial. Cuba no es una nación. Mientras que exista racismo, injusticia y desigualdad, no se puede hablar de una nación verdaderamente construida y cuajada.
Cincuenta años de régimen absoluto demuestran a los cubanos que el cambio de mentalidad debe partir de esos mismos que hoy piden al pueblo más sacrificio y no ofrecen nada que pueda al menos mejorar en algo el nivel de vida de la población. Los mismos que han malgastado el erario público a su antojo, con beneficios para un mínimo sector blanco de la sociedad cubana. Para una mayoritaria población negra en la miseria, la esperanza en un futuro mejor es cada vez más distante.
Para Cuba actualidad
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martes, 10 de septiembre de 2013

Lidia Cabrera,

   
Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)







Recientemente la editorial Letras cubanas publicó Cuentos negros de Cuba, de Lidia Cabrera.
Gran conocedora de los ritos afrocubanos, Lidia Cabrera, junto a Fernando Ortiz (que fue su cuñado) y Rómulo Lachatañeré, completa el trío de los principales etnógrafos cubanos.
Según Alejo Carpentier, lo real maravilloso se encuentra a cada paso en Cuentos negros de Cuba.
En estos cuentos, la autora hace gala de sus amplios conocimientos lingüísticos al mezclar el castellano, la lengua conga y remanentes de las lenguas de las etnias carabalí, mina, mandinga, arará y lucumí.
Nacida el 20 de mayo de 1900, Lidia Cabrera sentía profundo orgullo de haber nacido con el siglo.
Lidia Cabrera, que era autodidacta, dejó un legado de obligada consulta para las ciencias etnográficas. Descuella como una especie de gurú en el campo de las religiones afrocubanas. Su monumental investigación El Monte, se convirtió en una referencia obligada. Hasta hoy no ha sido superada por ninguno de los investigadores que le han sucedido y más bien sirve de vínculo para nuevas investigaciones que se adentran en el campo de la Regla de Ocha, también conocida como Santería, la Regla Conga o Palo Monte y los misterios de la secta Abakuá-
Con El Monte, Lidia Cabrera creó un método muy personal de investigación como científica social. Como señala el historiador Jorge Castellanos, “las técnicas empleadas por ella son distintas en cada caso”. Hecho que valida más su trabajo científico, que lleva la carga de una precisión impecable.
Cuentos negros de Cuba fue publicado primero en Francia. Traducido al francés por el crítico Francis de Miomandre, quien quedó fascinado por la magia y el encanto que brotan de sus páginas, la editora Gallimard los publicó con el título Contes négres de Cuba, en 1936.
La primera edición cubana data de 1940, en Ediciones Nuevo Mundo. En el prólogo, Fernando Ortiz expresó: “Este libro es un rico aporte a la literatura folklórica de Cuba, que es blanquinegra, pese a las actitudes negativas que suelen adoptarse por ignorancia, no siempre censurable, o por vanidad tan prejuiciosa como ridícula. Son muchos en Cuba los negativistas: pero la verdadera cultura y el positivo progreso están en las afirmaciones de las realidades y no en los reniegos. Todo pueblo que se niega a sí mismo está en trance de suicidio. Lo dice un proverbio afrocubano: Chivo que rompe tambor con su pellejo paga”.
En desacuerdo con el régimen castrista, Lidia Cabrera se fue de Cuba en 1960. Los primeros tiempos fuera de su patria, fueron muy tristes para ella. Pasarían diez años antes de que publicara su primer libro en el exilio, en 1970, Otán Iyebiyé, las piedras preciosas. En lo adelante, no dejaría de escribir. Sobresalen títulos como Ayapá: cuentos de jicotea, Cuentos para adultos, niños y retrasados mentales, Vocabulario congo: el bantú que se habla en Cuba, Francisco y Francisca, chascarrillos de negros viejos y un sin número de enjundiosas investigaciones.
Murió de neumonía, a los 91 años, el 19 de septiembre de 1991. Abandonó el mundo de los vivos para reunirse con los espíritus que tanto la halagaron en su quehacer religioso.
Nunca dejó de pensar en su patria y de lamentar el haber tenido que dejar atrás a sus nanas, sus tatas y a tantos negros que la ayudaron sin reparar en el color blanco de su piel y su linaje burgués, para servirles de informantes y báculos; guiados por los orishas del panteón africano, la ayudaron a convertirse en luminaria de la etnografía afrocubana.
Un sistema mezquino y cruel privó a Lidia Cabrera de reposar en su amada tierra.
Para Cuba actualidad

Fidel Castro y el problema racial en Cuba

     

Por : Manuel Aguirre Lavarrere
        (Mackandal)
 El tratamiento del problema racial en los primeros años de la revolución castrista llevó a pensar que la discriminación por el color de la piel sería irremediablemente eliminada en Cuba. Por eso, negros y mulatos creyeron que era plausible su apoyo al proceso revolucionario.
En 1959, en los discursos de Fidel Castro era frecuente el llamado a la lucha contra la discriminación y los prejuicios raciales. Decía que Había
que darle acceso al negro a las escuelas, los empleos y los centros de recreación.
Ante la concentración popular en el Palacio Presidencial, el 22 de marzo de 1959, Fidel Castro dijo: “Por lo tanto, de la misma manera que para establecer y llevar adelante una campaña en favor del consumo de productos nacionales, sin necesidad de dictarse una ley ni sanciones penales, vamos a ponerle fin a la discriminación racial en los centros de trabajo, haciendo una campaña para que se ponga fin a ese odioso y repugnante sistema con una nueva consigna: oportunidades de trabajo para todos los cubanos, sin discriminación de razas; o sea, que cese la discriminación racial en los centros de trabajo; que blancos y negros nos pongamos todos de acuerdo y nos juntemos todos para poner fin a la odiosa discriminación racial en los centros de trabajo.”
En el Canal 12 de televisión, el 25 de marzo de 1959, dijo: “Soy de los que creen que los prejuicios no se combaten con leyes; se combaten con argumentos, se combaten con razones, se combaten con persuasión, se combaten con la educación... Hay gente muy humilde que también discrimina, hay obreros que también padecen de los mismos prejuicios de que pueda padecer cualquier señorito adinerado. Y eso es lo que resulta todavía más triste.”
En su discurso durante una concentración de apoyo a la Reforma Agraria, en Güines, el 29 de marzo de 1959, dijo: “¿Por qué hay prejuicios? Porque el pueblo no ha sido educado….Cuando yo planteé el problema de la discriminación racial, salió la gente de algunos lugares aristocráticos a intrigar. Era como si hubiera revuelto todos los prejuicios que yacen en el fondo del pueblo, porque los hemos heredado a través de los siglos. Planteé una cosa tan justa como esa, porque todos los cubanos deben tener un derecho por igual a trabajar. ¿Puede plantearse algo más justo… De ninguna manera un hombre del pueblo puede dejarse llevar por el prejuicio; de ninguna manera un hombre del pueblo puede dejarse llevar por las aberraciones que le han dejado los siglos pasados. […]Existen prejuicios entre la gente humilde, heredados a través de los siglos, los que se combaten con la educación.”
Fidel Castro sentó las bases para crear un “ideal” que dominaba todo el imaginario de la sociedad que se gestaba. Eso hizo pensar que el racismo en Cuba ya era historia pasada. Idea que sentó las bases para trabajos como: “Un mal pasado, aspectos de la discriminación racial”, de Juan Sánchez; “El negro ciudadano del futuro”, de Juan René Betancourt, “El problema negro en Cuba y su solución definitiva”, de Pedro Serviat. Esto llevó a declarar a Cuba “un país libre de escollos racistas”.
En la Segunda Declaración de La Habana (4 de Febrero de 1962), Fidel Castro expresó: “Cuba es el país latinoamericano que ha suprimido la discriminación por motivo de raza o sexo, hecho realidad viva el disfrute de los derechos humanos al librar al hombre y a la mujer de la explotación, la incultura y la desigualdad social”.
Con este pensamiento se marchó de espaldas al futuro de Cuba en la lucha por la integración racial. No fue hasta la clausura del Congreso Pedagogía 2003, que el entonces jefe de todos los poderes hizo público el marginalismo y la desigualdad, algo que todo cubano veía pero que era un delito comentar antes que el gobierno lo declarara.
En aquella ocasión, Fidel Castro dijo: “La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzadas para todos los ciudadanos de cualquier etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el estatus social y económico de la población negra del país”.
El racismo oculto dio origen a una sutil discriminación hacia los negros en determinadas formas de paternalismo. No se previó de forma sistemática la situación histórica y los problemas de marginalidad y pobreza en la mayoría de los cubanos, negros, blancos o mestizos. Y a falta de métodos educativos eficaces, que no llegaron a realizarse nunca, continuaron los estereotipos negativos respecto al negro, por lo que quedan intactos los mensajes racistas, tanto como su reproducción. El individualismo de muchas personas, la jerarquía dogmática de poder en ciertas entidades, son algunos de los escollos que se niegan a dar paso a una verdadera integración ciudadana.

Para Cuba actualidad: 

martes, 27 de agosto de 2013

Contra el olvido de Rómulo Lachatañer

 
Manuel Aguirre Lavarrere
          (Mackandal)
“Los cubanos no tienen más que una bandera, la de la independencia, que cobija a todos los hombres, de cualquier origen y raza que sean.”
                                                            Antonio Maceo
Un estudio sobre los iniciadores de las investigaciones etnográficas en Cuba no puede eludir a Rómulo Lachatañeré. Junto a figuras cimeras como Fernando Ortiz y Lidia Cabrera, Rómulo Lachataῆeré, a quien la historiografía cubana olvida constantemente, con intensión marcada, marcó pautas con sus indagaciones sobre la religiosidad afrocubana.
El nombre de Rómulo Lachatañeré no es tomado en cuenta: más bien se trata de olvidar.
Esta figura de las ciencias etnográficas cubanas, era nieto del general mambí  Flor Crombet. Nació en Santiago de Cuba en 1909.
Fue heredero de la tradición de una familia mulata que contribuyó tesoneramente a la vida social y cultural del país. En su ciudad natal cursó sus primeros estudios. Se graduó de farmacéutico en la Universidad de La Habana. Se trasladó a la ciudad de Nueva York, donde ejerció como laboratorista en la Universidad de Columbia. Se alistó en el ejército de Estados Unidos, y combatió en la Segunda Guerra Mundial. Mientras se trasladaba por razones de trabajo, murió en un accidente de aviación, cerca de Puerto Rico en 1951.
Su obra más conocida, ¡O Mio Yemayá!, que en lengua lucumí significa Agua, Tú, Yemayá, constituye un riguroso estudio sobre los mitos y leyendas del inagotable acervo religioso de los africanos trasplantados a América y en especial a Cuba, a pesar del desarraigo y la mala vida impuesta por la esclavitud. Este estudio fue el primer intento de su tipo en el país.
Aun cuando los prejuicios minaban todo lo que oliera a negro, por encima de los racismos y la imposición de la cultura dominante y las
amenazas de encarcelamiento hasta para quien se atreviera a invocar a Changó, el libro de Rómulo Lachatañeré fue la fuente de la que fueron a beber la mayor parte de los investigadores y estudiosos de los cultos afrocubanos.
Sobre esta obra, dijo Fernando Ortiz: “Así como los músicos compositores de habaneras solían negar el flujo negroide de su erótica dulcedumbre aun cuando lo llevasen en su propia sangre…a los literatos les parecía preferible seguir la romántica exaltación de los ya desaparecidos indios, mientras despreciaban a los negros convivientes y les parecía bajo, social y hasta confesionalmente pecaminoso, ese descenso a las criptas de los misterios africanos para captar el contenido poético de sus liturgias y sus mitos”.
Lachatañeré rompió con estos prejuicios racistas. Fluía junto a su obra su estirpe africana, estaba orgulloso de llevarla en la sangre. Amaba lo negro y el mestizaje de su piel lo involucró en la búsqueda de los mitos, la poesía, las leyendas y liturgias de las intrincadas transculturaciones del negro.

Buscar sus obras, anteponerse al olvido, leerlo y descubrir la esencia de lo negro y del negro mismo en su sincretismo sociocultural es tarea que no debe postergarse, tanto para adentrarse en los intrincados vericuetos de los aportes negros en la cultura cubana como para conocer un poco más de los orígenes del racismo en la sociedad cubana. Máxime hoy, porque el racismo que parecía superado, está aun presente, aunque se manifieste de forma sutil y se disimule tras una sonrisa… como la del perro a las avispas: para que piensen que se ríe.









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martes, 13 de agosto de 2013

Fernando Ortiz y el permanente rechazo a los racismos


Por: Manuel Aguirre Lavarrere

         (Mackandal)
…fuimos al presidente a pedirle que practique el artículo once de la Constitución y se nos dice que somos inconvenientes; pedimos que se implante la República sobre la base de la democracia en que se asentara la Revolución y se nos responde que somos racistas. Pedimos entrada en los empleos públicos y el señor Jefe de la Policía denuncia por perjuro a algunos que no han cometido tal delito. Generoso Campos Marquetti (1884 1966)
En una primera etapa, Fernando Ortiz se refirió al negro y a su cultura de forma humillante. Llegó a proponer que se declarara delictiva la práctica de las religiones afrocubanas, a las que llamaba
“brujería”, que se confiscaran los tambores y demás objetos propios de estos ritos, que encarcelaran a sus sacerdotes, tenidos entonces como brujos. Todo esto lo planteó en su primer libro, Los negros brujos, de 1906. Pero en su segundo libro, Los negros esclavos, de 1916, principalmente en sus primeros capítulos, no cabe duda de que el eminente etnógrafo había superado con creces esa etapa de prejuicios y racismo.
Ortiz había sido arrastrado por las teorías de quien fuera su más cercano compañero de estudios, Cesare Lombroso, durante su estancia en Europa, donde sentó residencia para estudiar Derecho Penal. De ahí que su primer trabajo fuese en el campo de la
Antropología Criminal precisamente con Los negros brujos, un libro sobre las prácticas y religiones afrocubanas.
Con todo y los desaciertos, que no son pocos los que presenta el texto, Los negros brujos marca los inicios de la etnografía afrocubana, donde van a sumarse nombres como Rómulo Lachatañeré y Lidia Cabrera, de obligada consulta para quien desee tener un conocimiento irrefutable sobre la importancia del negro en la cultura cubana.
Al superar los prejuicios, aún cuando lo hizo atado a sus conceptos clasistas, Fernando Ortiz no dejó de reconocer la importancia del negro en la historia y la cultura de Cuba.
Junto al negro, Ortiz investigó y lleva a la práctica los resultados de sus investigaciones. Esto sucedió cuando en 1937 presentó en
la Sociedad Hispanocubana de Cultura una demostración con los tambores de la santería cubana, donde al compás de los bailadores explicó la validez y trascendencia estética y folklórica de estos ritmos.
Pero Ortiz va más allá. Después de advertir que “sin el negro Cuba no sería Cuba”, ya curado de los prejuicios clasistas que lo
martirizaron por mucho tiempo, lucha por la verdadera integración de blancos y negros, en una patria que no mirara el color de la piel ni la racialidad. Llamó a una integración de cubanía plena, donde la gama de colores es lo que define, tanto lo cubano como la cubanía; eso que luego demostró en Los factores humanos de la cubanidad.
En magistral conferencia en la Universidad de la Habana el 28 de noviembre de 1939, el sabio cubano expresó: No hubo factores humanos más trascendentes para la cubanidad, que esas continuas, radicales y constantes transmutaciones geográficas, económicas y sociales de los continuos grupos inmigrantes a la Isla de Cuba.”
Con un poder de síntesis no igualado y como expresión de esa cubanía que le fue siempre innata, Fernando Ortiz graficó todo este complejo y profundo proceso de transculturación que se experimentó en Cuba a partir del siglo XVI, y define, no sólo ese enmarañado concepto de identidad, sino un permanente rechazo a los racismos y la exclusión social, con la afirmación: “Cuba es un ajiaco”.

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