martes, 27 de agosto de 2013

Contra el olvido de Rómulo Lachatañer

 
Manuel Aguirre Lavarrere
          (Mackandal)
“Los cubanos no tienen más que una bandera, la de la independencia, que cobija a todos los hombres, de cualquier origen y raza que sean.”
                                                            Antonio Maceo
Un estudio sobre los iniciadores de las investigaciones etnográficas en Cuba no puede eludir a Rómulo Lachatañeré. Junto a figuras cimeras como Fernando Ortiz y Lidia Cabrera, Rómulo Lachataῆeré, a quien la historiografía cubana olvida constantemente, con intensión marcada, marcó pautas con sus indagaciones sobre la religiosidad afrocubana.
El nombre de Rómulo Lachatañeré no es tomado en cuenta: más bien se trata de olvidar.
Esta figura de las ciencias etnográficas cubanas, era nieto del general mambí  Flor Crombet. Nació en Santiago de Cuba en 1909.
Fue heredero de la tradición de una familia mulata que contribuyó tesoneramente a la vida social y cultural del país. En su ciudad natal cursó sus primeros estudios. Se graduó de farmacéutico en la Universidad de La Habana. Se trasladó a la ciudad de Nueva York, donde ejerció como laboratorista en la Universidad de Columbia. Se alistó en el ejército de Estados Unidos, y combatió en la Segunda Guerra Mundial. Mientras se trasladaba por razones de trabajo, murió en un accidente de aviación, cerca de Puerto Rico en 1951.
Su obra más conocida, ¡O Mio Yemayá!, que en lengua lucumí significa Agua, Tú, Yemayá, constituye un riguroso estudio sobre los mitos y leyendas del inagotable acervo religioso de los africanos trasplantados a América y en especial a Cuba, a pesar del desarraigo y la mala vida impuesta por la esclavitud. Este estudio fue el primer intento de su tipo en el país.
Aun cuando los prejuicios minaban todo lo que oliera a negro, por encima de los racismos y la imposición de la cultura dominante y las
amenazas de encarcelamiento hasta para quien se atreviera a invocar a Changó, el libro de Rómulo Lachatañeré fue la fuente de la que fueron a beber la mayor parte de los investigadores y estudiosos de los cultos afrocubanos.
Sobre esta obra, dijo Fernando Ortiz: “Así como los músicos compositores de habaneras solían negar el flujo negroide de su erótica dulcedumbre aun cuando lo llevasen en su propia sangre…a los literatos les parecía preferible seguir la romántica exaltación de los ya desaparecidos indios, mientras despreciaban a los negros convivientes y les parecía bajo, social y hasta confesionalmente pecaminoso, ese descenso a las criptas de los misterios africanos para captar el contenido poético de sus liturgias y sus mitos”.
Lachatañeré rompió con estos prejuicios racistas. Fluía junto a su obra su estirpe africana, estaba orgulloso de llevarla en la sangre. Amaba lo negro y el mestizaje de su piel lo involucró en la búsqueda de los mitos, la poesía, las leyendas y liturgias de las intrincadas transculturaciones del negro.

Buscar sus obras, anteponerse al olvido, leerlo y descubrir la esencia de lo negro y del negro mismo en su sincretismo sociocultural es tarea que no debe postergarse, tanto para adentrarse en los intrincados vericuetos de los aportes negros en la cultura cubana como para conocer un poco más de los orígenes del racismo en la sociedad cubana. Máxime hoy, porque el racismo que parecía superado, está aun presente, aunque se manifieste de forma sutil y se disimule tras una sonrisa… como la del perro a las avispas: para que piensen que se ríe.









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martes, 13 de agosto de 2013

Fernando Ortiz y el permanente rechazo a los racismos


Por: Manuel Aguirre Lavarrere

         (Mackandal)
…fuimos al presidente a pedirle que practique el artículo once de la Constitución y se nos dice que somos inconvenientes; pedimos que se implante la República sobre la base de la democracia en que se asentara la Revolución y se nos responde que somos racistas. Pedimos entrada en los empleos públicos y el señor Jefe de la Policía denuncia por perjuro a algunos que no han cometido tal delito. Generoso Campos Marquetti (1884 1966)
En una primera etapa, Fernando Ortiz se refirió al negro y a su cultura de forma humillante. Llegó a proponer que se declarara delictiva la práctica de las religiones afrocubanas, a las que llamaba
“brujería”, que se confiscaran los tambores y demás objetos propios de estos ritos, que encarcelaran a sus sacerdotes, tenidos entonces como brujos. Todo esto lo planteó en su primer libro, Los negros brujos, de 1906. Pero en su segundo libro, Los negros esclavos, de 1916, principalmente en sus primeros capítulos, no cabe duda de que el eminente etnógrafo había superado con creces esa etapa de prejuicios y racismo.
Ortiz había sido arrastrado por las teorías de quien fuera su más cercano compañero de estudios, Cesare Lombroso, durante su estancia en Europa, donde sentó residencia para estudiar Derecho Penal. De ahí que su primer trabajo fuese en el campo de la
Antropología Criminal precisamente con Los negros brujos, un libro sobre las prácticas y religiones afrocubanas.
Con todo y los desaciertos, que no son pocos los que presenta el texto, Los negros brujos marca los inicios de la etnografía afrocubana, donde van a sumarse nombres como Rómulo Lachatañeré y Lidia Cabrera, de obligada consulta para quien desee tener un conocimiento irrefutable sobre la importancia del negro en la cultura cubana.
Al superar los prejuicios, aún cuando lo hizo atado a sus conceptos clasistas, Fernando Ortiz no dejó de reconocer la importancia del negro en la historia y la cultura de Cuba.
Junto al negro, Ortiz investigó y lleva a la práctica los resultados de sus investigaciones. Esto sucedió cuando en 1937 presentó en
la Sociedad Hispanocubana de Cultura una demostración con los tambores de la santería cubana, donde al compás de los bailadores explicó la validez y trascendencia estética y folklórica de estos ritmos.
Pero Ortiz va más allá. Después de advertir que “sin el negro Cuba no sería Cuba”, ya curado de los prejuicios clasistas que lo
martirizaron por mucho tiempo, lucha por la verdadera integración de blancos y negros, en una patria que no mirara el color de la piel ni la racialidad. Llamó a una integración de cubanía plena, donde la gama de colores es lo que define, tanto lo cubano como la cubanía; eso que luego demostró en Los factores humanos de la cubanidad.
En magistral conferencia en la Universidad de la Habana el 28 de noviembre de 1939, el sabio cubano expresó: No hubo factores humanos más trascendentes para la cubanidad, que esas continuas, radicales y constantes transmutaciones geográficas, económicas y sociales de los continuos grupos inmigrantes a la Isla de Cuba.”
Con un poder de síntesis no igualado y como expresión de esa cubanía que le fue siempre innata, Fernando Ortiz graficó todo este complejo y profundo proceso de transculturación que se experimentó en Cuba a partir del siglo XVI, y define, no sólo ese enmarañado concepto de identidad, sino un permanente rechazo a los racismos y la exclusión social, con la afirmación: “Cuba es un ajiaco”.

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martes, 6 de agosto de 2013

El derecho a existir

Por: Manuel Aguirre Lavarrere  
               (Mackandal)

El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre y ya se dicen todos los derechos…No hay odio de razas, porque no hay razas…Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad.
                                                                                                                                    José Martí.
Si en algo siempre he dudado del régimen cubano es en su transparencia y en su verdadera intención de proporcionarle al pueblo un verdadero estado de derecho.
Decepcionante fue para muchos que seguimos los recientes debates de las comisiones de trabajo del Parlamento cubano, la ausencia total de referencias en cuanto al racismo y las exclusiones por el color de la piel. Lo que hace poco tiempo estuvo en el punto de mira de ese alto órgano legislativo, hoy pasa por debajo de la mesa. El tema negro vuelve a ser zona de silencio y la posibilidad de que los racismos y el arrinconamiento aumenten, es indudable.
Es mucha la decepción de negros y mestizos que no encuentran un apoyo oficial contra el racismo y optan por militar en grupos independientes de lucha contra la intolerancia y los prejuicios.
En estos grupos interesados es llamar la atención sobre el tema racial, están los actores verdaderamente creíbles para enfrentar en
Cuba, tanto los racismos como al régimen que con su silencio lo alimenta y celebra.
No hubo un solo parlamentario que se pronunciara o siquiera hiciera alusión al problema racial. No les interesa el tema. No les interesa el bienestar de la ciudadanía ni el futuro de la nación.
Pero el problema racial existe. Es un fenómeno social generado de forma política a través de la historia y mantenido hoy por causas más o menos similares.
Por ello, el principal motivo del Movimiento de Integración Racial “Juan Gualberto Gómez” (MIR), que siente la necesidad de visualizar el tema, defiende su derecho a existir. Desde su fundación a la fecha, muchas han sido las actividades realizadas por el MIR, como también los obstáculos y amenazas de encarcelamiento que han tenido que soportar con ahínco muchos de sus miembros por parte de las autoridades, con el marcado propósito de desacreditarlos, desprestigiarlos, silenciarlos política y cívicamente, para crear el odio y el rechazo de la ciudadanía y ante la opinión pública internacional, mostrarnos como vende patrias al servicio de una potencia extranjera.
Pero sólo por muerte natural o los asesinatos selectivos de cada uno de sus miembros podrán detener a este Movimiento, cuyo lugar pionero en la lucha contra la discriminación racial a partir de la revolución castrista, es innegable.
No somos la oposición amable, como otros grupos o personas se hacen llamar en debates que tengan lugar fuera de Cuba, buscando no se sabe qué beneficios para atraer la sardina a su brasa. No. Nosotros somos la oposición.
Somos la oposición y lo seremos mientras en nuestro país el color de la piel sea un estigma para la obtención del derecho y el alcance de los beneficios; y los prejuicios y estereotipos flagelen a un sector de la sociedad cubana, sea cual sea su herencia histórica y cultura originaria.
Somos opositores porque somos martianos, simplemente martianos. Y en el concepto de nación del Apóstol, nunca el color de la piel fue un obstáculo para el derecho.
Hoy todavía hay tiempo para hacer justicia. De no resolverse esta situación y que sea la Patria un verdadero lugar de inclusión y respeto, perderemos todos. Nadie piense que sucederá lo mismo que en 1912. El negro en Cuba ha crecido en número y en experiencia. Perderemos todos, pero el principal perdedor será el régimen, porque rodará por el suelo su ya cuestionable credibilidad.
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jueves, 1 de agosto de 2013

             


Declaración del Movimiento de Integración Racial Juan Gualberto Gómez




El Movimiento de Integración Racial Juan Gualberto Gómez, como proyecto independiente de lucha contra el racismo y las imposiciones emanadas por un mínimo sector de la sociedad a quien llamamos gobierno, y dándose el derecho que le es negado por las leyes, tales como la libre y espontánea asociación pacífica y la libertad de expresión, hace uso de sus más elementales derechos ciudadanos, y expresa su rechazo a los acuerdos derivados de la última legislatura oficialista desde su más alto órgano legislativo, que es el Parlamento cubano.
Entendemos que estas medidas están encaminadas al beneficio de la cúpula gobernante, y a un mínimo y adinerado sector de la población, que estrangulando al pueblo, y encontrando en la corrupción una vía de escape, han alcanzado un nivel de vida superior, erigiéndose hoy como la nueva burguesía cubana.
Este Movimiento, que no está compuesto sólo de negros y mestizos, como se quiere dar a entender por parte del oficialismo y de personas mal intencionadas y racistas, sino que lo compone todo el componente étnico del país y en sus más diversas variables de género, ha podido observar de primera mano, y con profunda tristeza, la última movida política del régimen en cuanto a la elección de los nuevos embajadores cubanos, donde una vez más, y como recordatorio de la segregación constante por el color de la piel, el negro ha sido ignorado.
Frente a estas abusivas arbitrariedades que van en detrimento de la convivencia ciudadana y el decoroso nivel de vida, donde los conceptos de nación e identidad quedan relegados, y aviva las prácticas racistas   por una política que contribuye al mantenimiento de los estereotipos negativos y los prejuicios hacia la población más oscura del país, exigimos, de forma unánime y en plena libertad de demanda ciudadana, que se tomen los siguientes acuerdos:
•Una ley orgánica que condene las manifestaciones racistas, ya sean por el color de la piel o por cualquier otra lasciva a la dignidad humana.
•Una ley que proteja a los ciudadanos de las arbitrariedades del estado.
•La plena implementación de los derechos humanos, de los cuales Cuba es signataria en muchos de sus acápites, y la ratificación y firma inmediata de aquellos a los que se niega a aceptar y que van en beneficio de la ciudadanía.
•Una ley que permita la plena y espontánea asociación pacífica, ya sea esta política o civil a través de reformas a la Constitución, que permita la pluralidad y donde cada organización pueda participar en un proceso electoral con pleno ejercicio de las libertades, y la población, mediante el voto secreto y directo, elija a su presidente, sin imposiciones de un parlamento, donde como es sabido,   todos bailan al compás de la misma ideología, y el que no lo hace lo disimula. 
Siempre es desgracia para la libertad que la libertad sea un partido, José Martí, Obras Completas. Edición Conmemorativa del Centenario de su Natalicio, Editorial Lex, La Habana, 1953)
Aspiramos a que la Constitución cubana sea garante de una verdadera libertad y que los cubanos podamos vivir realmente en democracia.
Movimiento de Integración Racial Juan Gualberto Gómez
La Habana, 24 de julio del 2013.