Por: Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
no,
nos contentemos por más tiempo,
no
nos resignemos a decir en voz baja
y como en murmullos
cobardes, la verdad,
hablemos con
lengua resonante, como la del
clarín.,
Whittier
Desde el cambio y ejecución
de las nuevas políticas y el regateo de una nueva mentalidad para llevar
adelante los proyectos gubernamentales propuestos y llevados a debate en las distintas
sesiones legislativas, las políticas culturales y educativas en Cuba, han
debido atender la precisión inscrita en los distintos artículos de la
constitución nacional, donde se define la nación cubana como multiétnica y
pluricultural sin que hasta el momento actual se hayan dado pasos concretos a
fin de determinar el estatus general de la nación en materia de convivencia
ciudadana y de mejoramiento interracial, así como el desconocimiento por parte
de buena parte de la ciudadanía del surgimiento de la nación.
Ya
la antropología, en sus diversas plataformas como la etnología, la biología. la
antropología social, la lingüística, la
arqueología y científicos sociales,
comunicadores de masas, así como
artistas, y gestores culturales entre otros, han reciclado sus
conocimientos y los han puesto al servicio de las nuevas ofertas y retos
planteados por la ciudadanía abriéndose paso de manera inusitada dentro de la
multirracialidad en las diversas variables sobre la historia cubana y los aportes dejado por los negros en la conformación de
la cultura y de la nación, a pesar de los prejuicios y los estereotipos
negativos, contra este grupo étnico en la Isla.
La situación de la población negra mejoró
teóricamente tras el triunfo de la revolución en 1959, lográndose cierta
consideración y tolerancia hacia negros y mulatos, pero eso no acabó con la
discriminación y los prejuicios, más bien el reacomodo de tales manifestaciones
trajo consigo un modo diferente de discriminación como la ideológica, donde no
sólo el negro contestatario al sistema castrista, sino también el blanco es
discriminado por pensar de forma adversa a los dictámenes oficiales. Este
suceso de discriminación hizo retroceder sustancialmente el apego de buena
parte de blancos y negros al régimen castrista y la incredibilidad del sistema
se fortaleció mediante sus propias formas de intolerancia.
Racismo
e instituciones políticas van de la mano en Cuba, y para acabar con ese estigma
vergonzoso que corroe la nación toda, ningún otro sistema político existente en
la Isla ha tenido más oportunidades que el régimen castrista en la Cuba de hoy.
Es el estado quien fuera de todo protagonismo ventajista y politiquero, debe
apoyar las iniciativas independientes y dar junto a ellos la batalla en lugar
de reprimirlos. Batalla que debe darse en todas partes y hacia todos los puntos
cardinales, como esa que quiso librar el Apóstol y que la vida no le alcanzó
para hacerlo, desde la prensa, tan indiferente al tema racial, hasta los libros
de enseñanza, en las academias, en la ciencia, la educación y la cultura; en
las iglesias y vías públicas y hasta en la intimidad de las familias.
Dejar
su miserable actuación frente a un problema que puede desatar conflictos
interétnicos, es su obligación moral y política, que está por encima de las
prioridades de cualquier otro problema nacional y donde la ideología se hace
cada vez más insignificante.
Variar
el discurso, y reconocer y reconocerse como un estado con graves prejuicios
raciales, y de que sí existe el racismo por color de la piel y la
discriminación ideológica, hace digno, tanto a los gobernados como a sus
gobernantes. Y no habrá democracia ni progreso social sostenible mientras un
segmento de la población, sea cual sea, continúe estigmatizado y fuera de la
visión social y política de la nación.
Publicado
por Primavera Digital