jueves, 23 de mayo de 2013

Proteger la fuente



Por: Manuel Aguirre Lavarrere
            (Mackandal)


“Sabido es que para planteamientos del carácter de los hechos en este libro no hay espacio en ningún periódico ni revista porque todos consideran“imprudente” pasar más allá del integracionísmo, pero ninguna idea renovadora ha recibido el visto bueno de su tiempo ni el apoyo de quienes no han asumido sus ideas; esas ideas hay que impulsarlas a pulmón limpio y contra vientos y mareas.
Sixto Gastón Agüero, (Racismo y mestizaje en Cuba, 1959)

Han sido frecuentes los debates que en los últimos años y relacionados con el racismo han tenido lugar en el ámbito cubano, sin que los medios de prensa ni ningún otro medio de comunicación social se hayan sensibilizado con el tema para romper el silencio y dar mayor apertura a la ciudadanía que es al fin la que decide y genera ideas positivas.
Todos, al menos por la parte oficialista han sido llevados con mucho tino y casi siempre a puertas cerradas o en pequeños recintos donde han tenido acceso sólo aquellos que para el régimen le son confiables, y de vez en cuando algún que otro colado interesado
en los debates, pero sin voz ni voto si no obedece a la parte que el estado desea oír, o sea, la sumisión y el elogio desmedidos a la revolución y a los hermanos Castros, y al patria o muerte venceremos. Realmente, no han vencido en nada.
El racismo es uno de los temas que debe ser de primer orden en la política cubana. El acotamiento en un tema tan sensible como el racismo y sus diversas variables de discriminación ha traído en todos los tiempos grandes conflictos interétnicos entre grupos sociales que conviven y generalmente comparten un mismo espacio, toda vez que el grupo discriminado se siente rechazado constantemente por el dominador, ya sea desde el ámbito social o el cultural.
En este aspecto y sobre Cuba, son los medios de información internacionales los que más se han interesado por la problemática racial debido a que el régimen de la Habana obstaculiza y manipula la información a favor de una ideología no carente de malas intensiones, y que ha demostrado su ineficacia respecto a la socialización ciudadana, al tratarse de un fenómeno ideológico cuyo transmisor es el estado.
Aunque la nación cubana manifiesta una constitución multicultural y pluriètnica, está frenada en la libre expresión. Debido a eso, el desapego estatal hace abortar las políticas que pudieran romper la permanencia de esta ideología tanto en la vida pública como al interior de las instituciones estatales.
Rara contradicción ha sido en Cuba y a través de todos los tiempos la relación sociedad, negro y revolución. De forma persistente los negros han tenido que protestar para hacerse visibles en el reclamo de sus derechos. Entonces, ¿qué nos ha dado el castrismo?
¿El derecho a sentarnos en una guagua? No, eso lo ganaron los negros y mestizos. No nos han dado en su justa medida nada que no haya sido conquistado por nosotros.
Es importante que al abordar estos fenómenos, los blogueros, los periodistas independientes y los medios internacionales, sean cuidadosos con la información o entrevista que decida dar un funcionario. Ellos tienen más posibilidades que cualquier otro segmento de la población de transitar las vías que conduzcan al cambio. No debemos quemarlos de gratis buscando el sensacionalismo en la noticia.
Aquellos articulistas, blogueros y periodistas que desde las filas oficiales se apresuran a emitir un criterio siguiendo el dedo acusador del César, sin detenerse a pensar con sus propias razones, muchas veces aprovechan la caída de quien hasta ese momento era su compinche, pero que ahora le sirve como escalón en eso que también forma parte de lo más rancio de la seudocultura cubana: el quítate tú para ponerme yo.
Publicado por Primavera Digital.

martes, 7 de mayo de 2013

A boca de jarro

 
          (Manuel Aguirre Lavarrere
          (Mackandal)
... ninguna solución que pueda desembocar de algún modo en la violencia o en la discordia, es solución sensata ni puede acarrearnos bien alguno.
                                                                                                     Juan René Betancourt
Si algo no perdonan las comunidades afro descendientes en América, y de forma particular el afro estadounidense, primordial en la lucha contra el racismo y las formas conexas de exclusión, es que se les mienta respecto al tema del abuso hacia los negros y sus descendientes en cualquier lugar que ello ocurra.

Es precisamente eso, mentir, lo que tratan de hacer algunos de los más connotados voceros del oficialismo cubano, por desgracia negros y mestizos en su mayoría, al atacar abrumadoramente y sin sosiego, desde el semanario electrónico La Jiribilla, las declaraciones del intelectual cubano y hasta ese momento jefe del Fondo Editorial de Casa de las Américas, Roberto Zurbano, al periódico The New York Times en relación al racismo que tienen que enfrentar a diario los afrocubanos.
El mérito más visible de Silvio Castro es haber publicado un libro respecto a la masacre de los Independientes de Color, en 1912. A través de ideas y argumentos cogidos al rebote, arma un amasijo del refrito literario, que pasó sin penas ni glorias. Corto de vista en el tema racial, deja entrever sus ofensas contra Zurbano y trata de articular un texto manipulador con la intensión de dar a entender que sólo con el castrismo fue posible el brote de intelectuales negros y mestizos en todas las esferas del saber.
Otro tanto y en la misma cuerda se manifiesta Esteban Morales, sociólogo a quien el tema de la racialidad le queda demasiado grande, no porque carezca de lucidez, sino por falta de vista y análisis de rigor científico que se apegue de forma abierta y transparente a la Sociología.
También hay un texto de Guillermo Rodríguez Rivera. No hay que esforzarse mucho para descubrir que -ya sea por rencor o por envidia- no oculta en nada su racismo. Expresa Rodríguez Rivera: “Para Zurbano, como ocurre en la cultura norteamericana, lo no puramente blanco es negro. Pero llamar negro a un mulato únicamente apresa una porción de su identidad. Zurbano reclama
lo que llama un ‟conteo preciso de los afrocubanos,” pero esa precisión quedaría vulnerada al contar como negros a los mulatos, en los que la ascendencia española coexiste con la africana”.
El texto de Ernesto Pérez Castillo, lejos de ser gracioso, folkloriza el tema racial de la manera más amarga y humillante que pueda resistir negro alguno, siempre y cuando tenga vergüenza y sentido de orgullo propio. Dice Pérez Catillo:”Zurbano es un negro muy pero que muy bien empoderado- le bastan unos pocos, para no decir pobres ridículos ejemplos: los negros tienen las peores casas y por tanto no podrán hospedar a nadie ni aspirar a crear en ellas cafeterías ni restaurantes”.
Antes de la llegada del régimen castrista al poder en 1959, alrededor del treinta y tres por ciento de la llamada clase media, en Cuba estaba constituida por negros y mestizos. Que la mayoría no había alcanzado ese estatus, es cierto; como tampoco lo logró la población blanca por la falta de una justa repartición de la riqueza nacional. Pero era algo más de un tercio en una población que no llegaba a los seis millones de habitantes, y donde negros y mestizos eran minoría, al menos en la documentación. ¿Qué no habrían alcanzado de no haberse nublado la democracia con la llegada del castrismo?
Ingenieros, médicos, maestros, abogados arquitectos y propietarios con alguna solvencia económica, negros y mestizos, hubo en Cuba antes de la revolución castrista.
Las políticas de inclusión mediante las acciones afirmativas que emprendió la revolución castrista en su primera década son innegable: dieron la oportunidad de acceso a todos los niveles de enseñanza, tanto para blancos como para negros y mestizos. Pero los ciudadanos de un país -ya lo decía José Martí- si bien necesitan la enseñanza, también es necesario que tanto individual como colectivamente, sean prósperos. En esto ha fallado la revolución castrista en todas sus etapas, no precisamente por falta de liquidez económica, sino por la intencionada manipulación del hombre en aras de mantenerlo sojuzgado, dependiente y sin espacio.
Estas restricciones al derecho, unidas al surgimiento de una clase privilegiada y desprovista de conciencia social, derrochadora de la economía nacional sin aportar nada a cambio, son las que marcan las diferencias en el entramado social de la nación, donde negros y mestizos se asfixian en el fondo.
Frente a esta palpable realidad es difícil que algún analista sobre los problemas de raza y marginalidad en Cuba, o algún sociólogo, tenga una variable capaz de justificar lo injustificable.
No tengo dudas de que Roberto Zurbano seguirá apostando por el desacreditado proceso de exclusiones y miedo al negro, pero al menos por una vez, tuvo la osadía de poner sobre el tapete, a boca de jarro, el racismo institucional que sufren los afrocubanos.
Publicado por Primavera Digital