martes, 24 de septiembre de 2013

Racismo: un tema y dos actitudes,





Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
  
Desgraciados son los negros cubanos, si todo lo que tienen que alcanzar como justa remuneración de sus sacrificios por la independencia y la libertad de Cuba, es el oír cantar el Himno Bayamés, y la adoración ficticia consagrada a la memoria de nuestros mártires ilustres. No, hermanos míos, nosotros merecemos justicia, y no debemos por más tiempo seguir alentando un patriotismo humillante y ridículo.
                                                                                         Rafael Serra (Para blancos y negros)
 
No hay que tratar de hallar fisuras al cuerpo de la nación .La ilegitimidad del régimen en función de la inclusión racial y el mejoramiento de vida, tanto de blancos como de afrodescendientes, es sobradamente conocido.
Cualquiera, que desde afuera y con sentido de democracia y derechos, pise esta tierra, y los de adentro que se sientan todavía parte de la nación, con sentido crítico y conciencia humana, se dará cuenta de que negros y mestizos son constantemente hostigados y tirados al último peldaño de la sociedad. Eso, en una nación que debiera ser para todos. y bajo un régimen, que como ningún otro de los que Cuba ha tenido, ha gozado de sobradas oportunidades, para, si no acabar de cuajo con los prejuicios, sí para extirpar el racismo.
Los negros no pidieron vivir y reproducirse en Cuba. La realidad de la esclavitud del negro en América y el Caribe es altamente conocida. De los sufrimientos de este grupo étnico por el color de la piel, habla la historia
Ese sufrimiento se encuentra vigente en Cuba, aunque ya no esté atado a los grilletes y las leyes que legalizaban la barbarie. Existe el egocentrismo, ya no tanto en la sociedad como en aquellos que tienen el poder para llevar acabo verdaderas acciones de inclusión. A falta de voluntad política y de leyes condenatorias del racismo que el régimen cubano no proporciona, todo lo que se trate de justificar, es inútil. Si hace mucho tiempo la revolución castrista trató de enfrentar los errores y desaciertos, ello sólo ha valido para una enseñanza del haz lo que yo digo y no lo que yo hago.
Si en un momento, Fidel Castro reconoció la existencia del racismo en Cuba, jamás después de sus primeras intervenciones públicas de los primeros tiempos, su régimen no levantó un dedo ni la voz para manifestarlo ante el pueblo, y que todos lo que se sienten parte del problema, hallaran estrategias de lucha y pudieran ser parte de la solución. Por supuesto, él no estaba en ninguna de estas dos categorías.
Aún cuando ha sido permitido la creación de los oficialistas y desacreditados Proyectos José Antonio Aponte, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, (UNEAC), y de la Articulación Regional Afrodescendiente, (ARAC), para la lucha contra el racismo, sus logros no pasan de haber conseguido la autorización oficial para erigir alguna que otra tarja en recordación de algún negro ilustre, y en la cantidad de debates que han llevado a cabo sin resultado alguno.
Más de veinte años llevan muchos de sus integrantes en esta lucha, ¿y qué han logrado?
Cuando un tema de tanta importancia para el mantenimiento potable de las relaciones sociales y el fortalecimiento de la identidad, se toma como un modo de vida, no hay conciencia ni moral alguna para criticar a quienes dentro de Cuba pero de modo alternativo, tratan de visualizar el problema y han propuesto soluciones, que de haberse tenido en cuenta, habrían dado al traste con el racismo, aunque al régimen que tanto muchos de estos luchadores defienden, no le guste y monte en cólera, porque un grupo de negros y blancos, mujeres y hombres de coraje y conciencia, digan las cosas como son, y como debe ser. Esos, que como quiso el Apóstol, abogan cada día por la construcción de una Patria equitativa y justa, donde la ley primera de la República, sea “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. Para construir una sociedad de justicia social, y que reine al fin, “la armonía de la equidad”, y no las imposiciones emanadas de un partido “disfrazado con el guante de la república”.

Para Cuba actualidad.
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jueves, 12 de septiembre de 2013

Manuel Calviño y el cambio de mentalidad.

Manuel Aguirre Lavarrere

       (Mackandal)

    No se conocerá a nuestro pueblo sin conocer al negro. Esta influencia es hoy más evidente que en los días de la colonia. No nos adentraremos mucho en la vida cubana, sin dejar de encontrarnos con esta presencia africana que no se manifiesta exclusivamente en la coloración de la piel.
                                                                                                        Lidia Cabrera
El pasado 10 de julio tuvo lugar en el teatro del Instituto de Antropología de la Universidad de La Habana, una conferencia del profesor Manuel Calviño sobre el cambio de mentalidad en la sociedad cubana actual.
Doctor en ciencias psicológicas, Calviño se refirió a la necesidad de que los ciudadanos dejen de ser subsidiados por el estado y que aprendan a vivir en el nuevo modelo económico propuesto por el régimen.
Visto así, y tal como lo plantea, parecería que el estado lleva una carga inaguantable sobre sus hombros y que no tiene cómo recuperarse de tan dadivoso encomio. Pero la situación es bien diferente: durante más de cincuenta años ha sido el pueblo quien ha subsidiado a un gobierno de mano suave hacia afuera y cerrojos infranqueables hasta el abuso para los nacionales.
Calviño, quien se declara marxista por convicción y que tiene entre sus planes inmediatos hacerse un pulóver rotulado que diga, “soy marxista, ¿y qué?”, supo sortear, como un gato, las verdaderas causas del colapso social, económico y político de la nación.
Sin esfuerzo y sin ningún análisis metodológico, cualquier cubano sabe que el único culpable del colapso es el sistema.
Al ser aludido sobre el problema racial, que juega un papel inquietante en la sociedad, dijo, que a pesar de ser ciertas las desigualdades, eso no es comparable con lo que existía antes de la llegada al poder del castrismo. Respuesta que no resiste un análisis riguroso, si se tiene en cuenta que una de las promesas del régimen revolucionario fue precisamente la eliminación de las desigualdades por el color de la piel, algo que ha quedado, si no intacto, más o menos parecido.
En un país como Cuba, multi-racial, donde la la pobreza golpea tanto al blanco como al negro, los afrodescendientes sufren mucho más al estar colocados en el último peldaño de la escala social.
Si algo ha lastrado siempre los conceptos de identidad y nación en Cuba ha sido el problema racial. Cuba no es una nación. Mientras que exista racismo, injusticia y desigualdad, no se puede hablar de una nación verdaderamente construida y cuajada.
Cincuenta años de régimen absoluto demuestran a los cubanos que el cambio de mentalidad debe partir de esos mismos que hoy piden al pueblo más sacrificio y no ofrecen nada que pueda al menos mejorar en algo el nivel de vida de la población. Los mismos que han malgastado el erario público a su antojo, con beneficios para un mínimo sector blanco de la sociedad cubana. Para una mayoritaria población negra en la miseria, la esperanza en un futuro mejor es cada vez más distante.
Para Cuba actualidad
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martes, 10 de septiembre de 2013

Lidia Cabrera,

   
Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)







Recientemente la editorial Letras cubanas publicó Cuentos negros de Cuba, de Lidia Cabrera.
Gran conocedora de los ritos afrocubanos, Lidia Cabrera, junto a Fernando Ortiz (que fue su cuñado) y Rómulo Lachatañeré, completa el trío de los principales etnógrafos cubanos.
Según Alejo Carpentier, lo real maravilloso se encuentra a cada paso en Cuentos negros de Cuba.
En estos cuentos, la autora hace gala de sus amplios conocimientos lingüísticos al mezclar el castellano, la lengua conga y remanentes de las lenguas de las etnias carabalí, mina, mandinga, arará y lucumí.
Nacida el 20 de mayo de 1900, Lidia Cabrera sentía profundo orgullo de haber nacido con el siglo.
Lidia Cabrera, que era autodidacta, dejó un legado de obligada consulta para las ciencias etnográficas. Descuella como una especie de gurú en el campo de las religiones afrocubanas. Su monumental investigación El Monte, se convirtió en una referencia obligada. Hasta hoy no ha sido superada por ninguno de los investigadores que le han sucedido y más bien sirve de vínculo para nuevas investigaciones que se adentran en el campo de la Regla de Ocha, también conocida como Santería, la Regla Conga o Palo Monte y los misterios de la secta Abakuá-
Con El Monte, Lidia Cabrera creó un método muy personal de investigación como científica social. Como señala el historiador Jorge Castellanos, “las técnicas empleadas por ella son distintas en cada caso”. Hecho que valida más su trabajo científico, que lleva la carga de una precisión impecable.
Cuentos negros de Cuba fue publicado primero en Francia. Traducido al francés por el crítico Francis de Miomandre, quien quedó fascinado por la magia y el encanto que brotan de sus páginas, la editora Gallimard los publicó con el título Contes négres de Cuba, en 1936.
La primera edición cubana data de 1940, en Ediciones Nuevo Mundo. En el prólogo, Fernando Ortiz expresó: “Este libro es un rico aporte a la literatura folklórica de Cuba, que es blanquinegra, pese a las actitudes negativas que suelen adoptarse por ignorancia, no siempre censurable, o por vanidad tan prejuiciosa como ridícula. Son muchos en Cuba los negativistas: pero la verdadera cultura y el positivo progreso están en las afirmaciones de las realidades y no en los reniegos. Todo pueblo que se niega a sí mismo está en trance de suicidio. Lo dice un proverbio afrocubano: Chivo que rompe tambor con su pellejo paga”.
En desacuerdo con el régimen castrista, Lidia Cabrera se fue de Cuba en 1960. Los primeros tiempos fuera de su patria, fueron muy tristes para ella. Pasarían diez años antes de que publicara su primer libro en el exilio, en 1970, Otán Iyebiyé, las piedras preciosas. En lo adelante, no dejaría de escribir. Sobresalen títulos como Ayapá: cuentos de jicotea, Cuentos para adultos, niños y retrasados mentales, Vocabulario congo: el bantú que se habla en Cuba, Francisco y Francisca, chascarrillos de negros viejos y un sin número de enjundiosas investigaciones.
Murió de neumonía, a los 91 años, el 19 de septiembre de 1991. Abandonó el mundo de los vivos para reunirse con los espíritus que tanto la halagaron en su quehacer religioso.
Nunca dejó de pensar en su patria y de lamentar el haber tenido que dejar atrás a sus nanas, sus tatas y a tantos negros que la ayudaron sin reparar en el color blanco de su piel y su linaje burgués, para servirles de informantes y báculos; guiados por los orishas del panteón africano, la ayudaron a convertirse en luminaria de la etnografía afrocubana.
Un sistema mezquino y cruel privó a Lidia Cabrera de reposar en su amada tierra.
Para Cuba actualidad

Fidel Castro y el problema racial en Cuba

     

Por : Manuel Aguirre Lavarrere
        (Mackandal)
 El tratamiento del problema racial en los primeros años de la revolución castrista llevó a pensar que la discriminación por el color de la piel sería irremediablemente eliminada en Cuba. Por eso, negros y mulatos creyeron que era plausible su apoyo al proceso revolucionario.
En 1959, en los discursos de Fidel Castro era frecuente el llamado a la lucha contra la discriminación y los prejuicios raciales. Decía que Había
que darle acceso al negro a las escuelas, los empleos y los centros de recreación.
Ante la concentración popular en el Palacio Presidencial, el 22 de marzo de 1959, Fidel Castro dijo: “Por lo tanto, de la misma manera que para establecer y llevar adelante una campaña en favor del consumo de productos nacionales, sin necesidad de dictarse una ley ni sanciones penales, vamos a ponerle fin a la discriminación racial en los centros de trabajo, haciendo una campaña para que se ponga fin a ese odioso y repugnante sistema con una nueva consigna: oportunidades de trabajo para todos los cubanos, sin discriminación de razas; o sea, que cese la discriminación racial en los centros de trabajo; que blancos y negros nos pongamos todos de acuerdo y nos juntemos todos para poner fin a la odiosa discriminación racial en los centros de trabajo.”
En el Canal 12 de televisión, el 25 de marzo de 1959, dijo: “Soy de los que creen que los prejuicios no se combaten con leyes; se combaten con argumentos, se combaten con razones, se combaten con persuasión, se combaten con la educación... Hay gente muy humilde que también discrimina, hay obreros que también padecen de los mismos prejuicios de que pueda padecer cualquier señorito adinerado. Y eso es lo que resulta todavía más triste.”
En su discurso durante una concentración de apoyo a la Reforma Agraria, en Güines, el 29 de marzo de 1959, dijo: “¿Por qué hay prejuicios? Porque el pueblo no ha sido educado….Cuando yo planteé el problema de la discriminación racial, salió la gente de algunos lugares aristocráticos a intrigar. Era como si hubiera revuelto todos los prejuicios que yacen en el fondo del pueblo, porque los hemos heredado a través de los siglos. Planteé una cosa tan justa como esa, porque todos los cubanos deben tener un derecho por igual a trabajar. ¿Puede plantearse algo más justo… De ninguna manera un hombre del pueblo puede dejarse llevar por el prejuicio; de ninguna manera un hombre del pueblo puede dejarse llevar por las aberraciones que le han dejado los siglos pasados. […]Existen prejuicios entre la gente humilde, heredados a través de los siglos, los que se combaten con la educación.”
Fidel Castro sentó las bases para crear un “ideal” que dominaba todo el imaginario de la sociedad que se gestaba. Eso hizo pensar que el racismo en Cuba ya era historia pasada. Idea que sentó las bases para trabajos como: “Un mal pasado, aspectos de la discriminación racial”, de Juan Sánchez; “El negro ciudadano del futuro”, de Juan René Betancourt, “El problema negro en Cuba y su solución definitiva”, de Pedro Serviat. Esto llevó a declarar a Cuba “un país libre de escollos racistas”.
En la Segunda Declaración de La Habana (4 de Febrero de 1962), Fidel Castro expresó: “Cuba es el país latinoamericano que ha suprimido la discriminación por motivo de raza o sexo, hecho realidad viva el disfrute de los derechos humanos al librar al hombre y a la mujer de la explotación, la incultura y la desigualdad social”.
Con este pensamiento se marchó de espaldas al futuro de Cuba en la lucha por la integración racial. No fue hasta la clausura del Congreso Pedagogía 2003, que el entonces jefe de todos los poderes hizo público el marginalismo y la desigualdad, algo que todo cubano veía pero que era un delito comentar antes que el gobierno lo declarara.
En aquella ocasión, Fidel Castro dijo: “La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzadas para todos los ciudadanos de cualquier etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el estatus social y económico de la población negra del país”.
El racismo oculto dio origen a una sutil discriminación hacia los negros en determinadas formas de paternalismo. No se previó de forma sistemática la situación histórica y los problemas de marginalidad y pobreza en la mayoría de los cubanos, negros, blancos o mestizos. Y a falta de métodos educativos eficaces, que no llegaron a realizarse nunca, continuaron los estereotipos negativos respecto al negro, por lo que quedan intactos los mensajes racistas, tanto como su reproducción. El individualismo de muchas personas, la jerarquía dogmática de poder en ciertas entidades, son algunos de los escollos que se niegan a dar paso a una verdadera integración ciudadana.

Para Cuba actualidad: