Estructura
de clases y poder.
Manuel Aguirre
Lavarrere
(Mackandal)
En
los primeros años de la revolución, el estado sacudió la mata,
como decían entonces, pero dejó algunos frutos podridos que han
germinado y hoy le defecan en la cara.
En
las dos últimas décadas se ha producido un viraje mental en sentido
negativo. El lucro, el individualismo, el egoísmo, conjuntamente con
el racismo, son enfermedades sociales que aun cuando estaban
aparentemente dormidas, hicieron daño. Hoy andan sueltas, con amplio
espacio en el entramado social y con un poder nada despreciable. Han
triunfado y traerán, en un corto periodo de tiempo, la exclusión
absoluta de negros y mestizos.
Sucede
lo anterior producto de lo que muchos analistas observan pero que
ninguno se atreve a plantear con claridad. He aquí el alto grado de
autocensura y miedo existente todavía en lo más excelso de la
intelectualidad cubana.
En
Cuba, como fenómeno frustrado de transformación social, una
revolución fue traidora de si misma. Las esperanzas, las ansias
democráticas, se vieron traicionadas por el triunfalismo que hizo
trizas los ideales martianos y maceístas con respecto al proyecto de
nación, que irremediablemente debió ser la no imposición
ideológica y la plena inclusión política y social de todo el
componente racial de la nación.
Traidora
en sí misma es la revolución que al desplazar a la clase
oligárquica y racista, forma la elite burguesa del socialismo. Los
niveles de aceptación están dados por el grado de comprometimiento
político y el color de la piel, focalizados con fuerza en tres
sectores fundamentales, que son la alta clase gobernante y sus
ramificaciones en los cuerpos represivos y la militarocracia,
devenidos en gerentes y otros cargos de poderosa solvencia económica.
Ocupan
los mismos espacios habitacionales expropiados a los burgueses que
fueron desplazados a la fuerza. Hoy moran en barrios exclusivos
acorde al rango de cada cual, donde en muchos casos está prohibido
el acceso peatonal de la ciudadanía.
¿Qué
ha cambiado? El gato pardo me da la respuesta: ha cambiado
todo para que nada cambie.
Pero
más
importante que los cambios en el andamiaje estructural son los
impactos que generan al interior de la sociedad y en la mentalidad
colectiva.
A
eso le teme el régimen, debido a que el proceso que se implantó en
Cuba fue mediante la fuerza y la imposición, aprovechando la
coyuntura populista del momento y el alto grado de analfabetismo en
la población, para hacer prevalecer sus ideas, olvidando el
compromiso de igualdad y libertad contraídos con el pueblo y sus
compañeros de lucha, hecho que llevó a muchos de esos mismos
rebeldes que vieron claramente la traición al pueblo y a la palabra
empeñada, a la cárcel o el paredón de fusilamiento.
Le
teme al reordenamiento psíquico de una nación que ha vivido el
flujo y reflujo de un régimen que unilateralmente, hasta que pudo
diseñar una constitución acorde a sus conveniencias, gobernó por
más de quince años por decretos, y en el que hoy, como siempre, la
nueva clase, con su sádica ambición de poder, fomenta estructuras
de atrincheramiento ante la verdadera voluntad popular.
Publicado
por Primavera Digital, 2012/05/10, No.219
www.primaveradigital.org
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