Manuel
Aguirre Labarrere
“Alrededor
de nuestros esfuerzos se ha hecho el vacío blanco. Es
un procedimiento para que se nos ignore y hace de este modo ineficaz nuestra
labor. Así se trabaja para que venga el desaliento a nuestro ánimo. Se quiere
que nos veamos solos: que nuestra voz no tenga ecos de esperanza, que se pierda
y desvanezca en el árido desierto del desencanto y la desilusión./…/ Ese vacío
blanco, lo llenaremos con la constancia en la reclamación de nuestros derechos,
con la perseverancia en nuestros procedimientos ecuánimes, sin que prescindamos
de la virilidad y la energía que hagan posible la consecución legítima de
nuestros derechos. (Labor Nueva, 1916) Lino D´Ou (1871-1939)
La década del cuarenta fue por muchas razones de una amplia
vitalidad en el camino por la integración racial en Cuba. Después de años de
vaivenes y altas y bajas, los derechos sociales encontraron el espacio idóneo
para su realización.
Y no podía ser otro el marco y el espacio que el Parlamento, donde
En los debates para la aprobación de la Constitución de 1940, saldrían a la palestra
pública, con amplio sentido de humanismo y de higienización social, leyes que
contemplarían los derechos de la mujer y el negro.
En Cuba desde 1868 se ha prometido libertad, igualdad, y soberanía
para todos los estratos sociales de la sociedad. Sólo que estos conceptos no fueron
universales.
La esclavitud no fue abolida hasta 1886, y las mujeres, tanto
negras y mulatas libres como blancas, fueron más que objeto de placer,
propiedad de sus maridos.
La década del cuarenta, bastante desconocida en nuestros días y
tenida a menos por no pocos historiadores y analistas políticos es de suma importancia
por constituir un fragmento importante de la historia nacional.
Hay problemas coyunturales que persisten hasta hoy, en la
economía, la enseñanza y la cultura.
Otro de estos problemas es la discriminación racial.
En la Constituyente, en la bancada del Partido Unión
Revolucionaria, se encontraban figuras como Juan Marinello y Salvador García
Agüero, otro gran olvidado de la historia cubana, que se lució como nadie en
los debates en la defensa de los derechos del negro.
Hubo intervenciones apasionadas y muy interesantes por la
eliminación de las prácticas racistas y la segregación a la que era sometida la
población negra y mulata del país.
El Partido Conjunto Nacional Democrático, una rama desmembrada del
conservadurismo, explicaba que la centralización del poder político había sido
el causante de las mayores discordias sobre el racismo.
Decía nuestro Apóstol que a veces “la política se convierte en
vaho de buitre y pudre todo lo que toca”.
No basta solo la voluntad de la ciudadanía para obtener derechos,
también hay que derrocar las barreras políticas que por intereses creados y de espaldas
al pueblo, mangonea todo lo que a este corresponde, por la ambición de
mantenerse en el poder al precio del hambre y la sangre de sus pueblos.
Son tres los artículos de la Constitución del 40 que abordan el
fenómeno de la discriminación. El que se refiere a la ciudadanía explica que “el
ciudadano tiene derecho a residir en su patria sin ser discriminado por su
color de piel, sin que importe cual sea su raza, clase social, tendencia política
ni creencia religiosa a la que pertenezca”.
Sobre los derechos individuales, la Constitución declaraba “ilegal
y punible toda discriminación por motivo de sexo, color de la piel o cualquier clase
lesiva a la dignidad humana”. Y advertía: “se establecerá las sanciones que
estime pertinente en que incurran los infractores de este precepto”.
En cuanto al problema de la raza, en la Asamblea Constituyente se
produjo un amplio debate. Ya don Fernando Ortiz había demostrado la inexistencia
de las razas humanas, por lo que el uso de la palabra “raza” en un documento de
tanta importancia para la nación, mostraba todo lo contrario y era un viraje
negativo en el camino de la igualdad social. De lo que se trataba era del
debate en cuanto al color de la piel.
Salvador García Agüero introdujo el problema del color como un
elemento a tener en cuenta.
El tercer artículo se refería al trabajo y la propiedad. Planteaba
que “el Ministerio del Trabajo cuidará como parte esencial entre otras de
sus políticas sociales permanentes, de que en la distribución de
oportunidades en la industria y en el comercio, no prevalezcan prácticas discriminatorias
de ninguna clase. En la remoción de personal y en la creación de nuevas plazas,
así como en las nuevas fábricas, industrias o comercio que se establezcan, será
obligatorio distribuir las oportunidades sin distingo de raza o color, siempre
que se satisfagan los requisitos de idoneidad. La Ley establecerá que toda otra
práctica será punible y perseguida de oficio o instancias de partes afectadas.”
La Constitución del 40, invalidada por el régimen castrista,
continúa siendo la Carta Magna más avanzada que ha tenido Cuba y una de las más
altruistas del mundo.
Para
Cuba actualidad:
mal26755@gmail.com
Salvador
García Agüero y Juan Marinello
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