Manuel
Aguirre Labarrere
(Mackandal)
Convocado por la oficialista Asociación Regional de
Afrodescendientes para los pueblos de América y el Caribe
(ARAAC), y el Ministerio de Cultura de Cuba, se realizó en La
Habana un evento que trató de visualizar las desigualdades y el racismo que
sufren los descendientes de africanos en el continente americano, y muy en
particular, los afrocubanos.
El evento, que debía dar seguimiento a los acuerdos de la
Organización de Naciones Unidas, no pasó de ser una convocatoria a
personalidades cubanas y extranjeras para debatir, como un problema cultural,
un fenómeno que por su alto grado de incidencia social, debiese ser legislado
en un parlamento.
El régimen cubano ha insistido de forma reiterada en que el
racismo en Cuba es un problema de menor importancia, de tipo cultural, y que
para su solución, debe ser tratado como tal. Así, el régimen pone fin a su
responsabilidad política y contamina el camino hacia la búsqueda de la igualdad
y la real integración.
Esta posición del régimen castrista no sostiene siquiera el más
leve análisis del problema y muestra claramente su apatía.
El anti-negrismo no solo es visible en los cargos de relativa
importancia de las instituciones oficiales, donde la participación de negros y
mulatos es casi nula, sino que ahora se extiende a toda una sociedad multicolor
y monolingüe como lo es la sociedad cubana.
Un problema cultural es la discriminación contra la mujer, quien
ha sido considerada desde tiempos inmemoriales como un objeto de placer,
sometida a los caprichos del macho, que se puede vender negociar y hasta en no
pocos casos, privarla de la vida.
Los tabúes machistas masculinos sí contienen elementos culturales,
cuya incidencia negativa al interior de las familias cubanas ha sido analizada
en el parlamento cubano.
¿Por qué no legislar entonces contra el racismo, cuando Cuba es
firmante de lo que al respecto está legislado en la Organización de Naciones
Unidas?
El problema del racismo, aunque de forma fragmentaria, ha sido
planteado en el Parlamento cubano.
En varios acápites de la Constitución de 1940 se abordaba el
problema de la discriminación por el color de la piel. Solo faltó aprobar la
ley complementaria. Las constituciones que precedieron a la de 1940 abogaban
por la igualdad entre los cubanos. Con poner en vigor esos acápites, sería
suficiente para desterrar los tabúes racistas.
Cualquier acuerdo contra el racismo y la discriminación racial que
se tome desde la cultura, como se pretende hacer, tiene que ser obligatoriamente
aprobado en el Parlamento. Negarse a ello demuestra de forma evidente el
anti-negrismo oficial.
Un movimiento como ARAAC, más bien inclinado a intereses
personales y a cazar viajes al exterior, no es competente para resolver el
problema de la discriminación de los afrodescendientes cubanos.
ARAAC está muy lejos de ser tomado en serio por el oficialismo,
aunque haya sido él quien lo creó después de haber desarticulado, a nivel de
Comité Central, a su hermano gemelo, Color Cubano.
En casi veinte años de existencia, Color Cubano tampoco dio
muestras de seriedad, así haya tenido entre sus integrantes a muchos de los más
notables exponentes del pensamiento social cubano. No logró impactar de forma
positiva en la conciencia nacional, mucho menos en la responsabilidad que debe
tener un gobierno en coyunturas tan especiales para la salud de la nación.
Para
Cuba actualidad:
mal26755@gmail.com
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