Manuel
Aguirre Labarrere
(Mackandal)
No
hay en verdad espectáculo más repugnante que el de los talentos
serviles, José
Martí
Una
serie de artículos publicados en el rotativo Granma y otros medios
informativos rigurosamente controlados por el régimen cubano, unos
mandando y otros mandados,
bueyes cornetas y negros tíos Tom, se han dado a la tarea de
censurar el discurso del presidente estadounidense Barack Obama en el
Gran Teatro “Alicia Alonso” de La Habana.
Tratan
de encontrar faltas donde hubo transparencia y sinceridad. Fue uno de
los mejores discursos de un presidente norteamericano en muchos años,
y aunque el teatro estuvo lleno de partidarios del régimen y no de
integrantes de la real sociedad civil, arrancó aplausos y sembró
esperanza.
De
todos estos artículos mal intencionados y esclavizantes, el único
que valdría la pena analizar es el de Fidel Castro, publicado en el
órgano partidista Granma bajo el título “El hermano Obama”.
Y
vale la pena, tanto por su bien articulada prosa como por su
desacertado argumento.
En
un momento en que la mayoría del pueblo cubano vive una profunda
crisis económica y espiritual y trata de olvidar los momentos
traumáticos que ha vivido, cuando manifiesta abiertamente su
voluntad de estrechar relaciones con el pueblo y el gobierno
norteamericano, aparece, como por arte de magia, el artículo del
comandante intentando dar un viraje brutal a todo lo logrado hasta
hoy entre ambos gobiernos.
Para
hablar del pasado hay que hacerlo de forma justa, transparente y sin
ventajismo. Hay que hablar a
camisa quitada.
Hay
que recordar
los miles de muertos que causó el castrismo a numerosos pueblos
hermanos con las guerrillas que armó y entrenó.
Hay
que recordar que no fue el gobierno de Estados Unidos quien creó las
UMAP, que fueron unos verdaderos campos de concentración.
Hay
que recordar lo que ocurrió el seis de julio de 1980, en el río
Canímar, en Matanzas, cuando por una orden diabólica, por evitar
una salida ilegal del país, protagonizada por dos reclutas que a
punta de pistola intentaron desviar un barco, fueron masacradas
decenas de personas, incluidos niños.
Hay
que recordar a las víctimas del remolcador 13 de marzo, que aun
piden justicia.
Hay
que recordar los fusilamientos, los encarcelados por razones
políticas, los religiosos apaleados en la puerta de los templos, la
prohibición de prácticas religiosas de origen africano y los
juicios a babalaos y santeros, los bombardeos de piedras, huevos y
patadas a los que en 1980 optaron por irse del país en busca de
mejores horizontes.
La
revolución tuvo un momento plausible en la lucha contra el racismo.
Pero que se haya eliminado, no es cierto: el racismo sigue presente
en la sociedad cubana.
Varios
debates sobre el racismo han tenido cabida en programas de
televisión. Grupos independientes no reconocidos por el régimen
luchan diariamente contra los prejuicios raciales y la discriminación
por el color de la piel.
Hace
años, durante un evento sobre pedagogía, el mismo Fidel Castro
reconoció que la revolución no había podido ponerle fin al racismo
y lo ratificó en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la
Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de
Intolerancia, realizada del 31 de agosto al 8 de septiembre de 2001
en Durban, Sudáfrica.
Entonces,
¿en qué momento se acabó el racismo?
La
Patria, como la concibió José Martí, está por construirse
todavía, y solo será posible mediante una democracia plena, no bajo
un sistema dictatorial que eliminó derechos y libertades.
mal26755@gmail.com
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