Manuel
Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
Desgraciados
son los negros cubanos, si todo lo que tienen que alcanzar como justa
remuneración de sus sacrificios por la independencia y la libertad
de Cuba, es el oír cantar el Himno Bayamés, y la adoración
ficticia consagrada a la memoria de nuestros mártires ilustres. No,
hermanos míos, nosotros merecemos justicia, y no debemos por más
tiempo seguir alentando un patriotismo humillante y ridículo.
Rafael
Serra (Para blancos y negros)
No
hay que tratar de hallar fisuras al cuerpo de la nación .La
ilegitimidad del régimen en función de la inclusión racial y el
mejoramiento de vida, tanto de blancos como de afrodescendientes, es
sobradamente conocido.
Cualquiera,
que desde afuera y con sentido de democracia y derechos, pise esta
tierra, y los de adentro que se sientan todavía parte de la nación,
con sentido crítico y conciencia humana, se dará cuenta de que
negros y mestizos son constantemente hostigados y tirados al último
peldaño de la sociedad. Eso, en una nación que debiera ser para
todos. y bajo un régimen, que como ningún otro de los que Cuba ha
tenido, ha gozado de sobradas oportunidades, para, si no acabar de
cuajo con los prejuicios, sí para extirpar el racismo.
Los
negros no pidieron vivir y reproducirse en Cuba. La realidad de la
esclavitud del negro en América y el Caribe es altamente conocida.
De los sufrimientos de este grupo étnico por el color de la piel,
habla la historia
Ese
sufrimiento se encuentra vigente en Cuba, aunque ya no esté atado a
los grilletes y las leyes que legalizaban la barbarie. Existe el
egocentrismo, ya no tanto en la sociedad como en aquellos que tienen
el poder para llevar acabo verdaderas acciones de inclusión. A falta
de voluntad política y de leyes condenatorias del racismo que el
régimen cubano no proporciona, todo lo que se trate de justificar,
es inútil. Si hace mucho tiempo la revolución castrista trató de
enfrentar los errores y desaciertos, ello sólo ha valido para una
enseñanza del haz
lo que yo
digo
y no lo que yo hago.
Si
en un momento, Fidel Castro reconoció la existencia del racismo en
Cuba, jamás después de sus primeras intervenciones públicas de los
primeros tiempos, su régimen no levantó un dedo ni la voz para
manifestarlo ante el pueblo, y que todos lo que se sienten parte del
problema, hallaran estrategias de lucha y pudieran ser parte de la
solución. Por supuesto, él no estaba en ninguna de estas dos
categorías.
Aún
cuando ha sido permitido la creación de los oficialistas y
desacreditados Proyectos José Antonio Aponte, de la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba, (UNEAC), y de la Articulación
Regional Afrodescendiente, (ARAC), para la lucha contra el racismo,
sus logros no pasan de haber conseguido la autorización oficial para
erigir alguna que otra tarja en recordación de algún negro ilustre,
y en la cantidad de debates que han llevado a cabo sin resultado
alguno.
Más
de veinte años llevan muchos de sus integrantes en esta lucha, ¿y
qué han logrado?
Cuando
un tema de tanta importancia para el mantenimiento potable de las
relaciones sociales y el fortalecimiento de la identidad, se toma
como un modo de vida, no hay conciencia ni moral alguna para criticar
a quienes dentro de Cuba pero de modo alternativo, tratan de
visualizar el problema y han propuesto soluciones, que de haberse
tenido en cuenta, habrían dado al traste con el racismo, aunque al
régimen que tanto muchos de estos luchadores defienden, no le guste
y monte en cólera, porque un grupo de negros y blancos, mujeres y
hombres de coraje y conciencia, digan las cosas como son, y como debe
ser. Esos, que como quiso el Apóstol, abogan cada día por la
construcción de una Patria equitativa y justa, donde la ley primera
de la República, sea “el
culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. Para
construir una sociedad de justicia social, y que reine al fin, “la
armonía de la equidad”, y
no las imposiciones emanadas de un partido “disfrazado
con el
guante
de la república”.
Para
Cuba actualidad.
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