Por : Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
El tratamiento del problema
racial en los primeros años de la revolución castrista llevó a pensar que la
discriminación por el color de la piel sería irremediablemente eliminada en
Cuba. Por eso, negros y mulatos creyeron que era plausible su apoyo al proceso revolucionario.
En 1959, en los discursos de Fidel Castro era frecuente el llamado
a la lucha contra la discriminación y los prejuicios raciales. Decía que Había
que darle acceso al negro a las escuelas, los empleos y los
centros de recreación.
Ante la concentración popular en el Palacio Presidencial, el 22 de
marzo de 1959, Fidel Castro dijo: “Por lo tanto, de la misma manera que para
establecer y llevar adelante una campaña en favor del consumo de productos
nacionales, sin necesidad de dictarse una ley ni sanciones penales, vamos a
ponerle fin a la discriminación racial en los centros de trabajo, haciendo una
campaña para que se ponga fin a ese odioso y repugnante sistema con una nueva
consigna: oportunidades de trabajo para todos los cubanos, sin discriminación
de razas; o sea, que cese la discriminación racial en los centros de trabajo;
que blancos y negros nos pongamos todos de acuerdo y nos juntemos todos para poner
fin a la odiosa discriminación racial en los centros de trabajo.”
En el Canal 12 de televisión, el 25 de marzo de 1959, dijo: “Soy
de los que creen que los prejuicios no se combaten con leyes; se combaten con
argumentos, se combaten con razones, se combaten con persuasión, se combaten
con la educación... Hay gente muy humilde que también discrimina, hay obreros
que también padecen de los mismos prejuicios de que pueda padecer cualquier
señorito adinerado. Y eso es lo que resulta todavía más triste.”
En su discurso durante una concentración de apoyo a la Reforma
Agraria, en Güines, el 29 de marzo de 1959, dijo: “¿Por qué hay prejuicios?
Porque el pueblo no ha sido educado….Cuando yo planteé el problema de la
discriminación racial, salió la gente de algunos lugares aristocráticos a
intrigar. Era como si hubiera revuelto todos los prejuicios que yacen en el
fondo del pueblo, porque los hemos heredado a través de los siglos. Planteé una
cosa tan justa como esa, porque todos los cubanos deben tener un derecho por
igual a trabajar. ¿Puede plantearse algo más justo… De ninguna manera un hombre
del pueblo puede dejarse llevar por el prejuicio; de ninguna manera un hombre
del pueblo puede dejarse llevar por las aberraciones que le han dejado los siglos
pasados. […]Existen prejuicios entre la gente humilde, heredados a través de
los siglos, los que se combaten con la educación.”
Fidel Castro sentó las bases para crear un “ideal” que dominaba
todo el imaginario de la sociedad que se gestaba. Eso hizo pensar que el racismo
en Cuba ya era historia pasada. Idea que sentó las bases para trabajos como:
“Un mal pasado, aspectos de la discriminación racial”, de Juan Sánchez; “El
negro ciudadano del futuro”, de Juan René Betancourt, “El problema negro en
Cuba y su solución definitiva”, de Pedro Serviat. Esto llevó a
declarar a Cuba “un país libre de escollos racistas”.
En la Segunda Declaración de La Habana
(4 de Febrero de 1962), Fidel Castro expresó: “Cuba es el país latinoamericano
que ha suprimido la discriminación por motivo de raza o sexo, hecho realidad
viva el disfrute de los derechos humanos al librar al hombre y a la mujer de la
explotación, la incultura y la desigualdad social”.
Con este pensamiento se marchó de espaldas al futuro de Cuba en la
lucha por la integración racial. No fue hasta la clausura del Congreso Pedagogía
2003, que el entonces jefe de todos los poderes hizo público el marginalismo y
la desigualdad, algo que todo cubano veía pero que era un delito comentar antes
que el gobierno lo declarara.
En aquella ocasión, Fidel Castro dijo: “La Revolución, más allá de
los derechos y garantías alcanzadas para todos los ciudadanos de cualquier etnia
y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las
diferencias en el estatus social y económico de la población negra del país”.
El racismo oculto dio origen a una sutil discriminación hacia los
negros en determinadas formas de paternalismo. No se previó de forma sistemática
la situación histórica y los problemas de marginalidad y pobreza en la mayoría
de los cubanos, negros, blancos o mestizos. Y a falta de métodos educativos
eficaces, que no llegaron a realizarse nunca, continuaron los estereotipos
negativos respecto al negro, por lo que quedan intactos los mensajes racistas,
tanto como su reproducción. El individualismo de muchas personas, la jerarquía
dogmática de poder en ciertas entidades, son algunos de los escollos que se
niegan a dar paso a una verdadera integración ciudadana.
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