Manuel
Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
No se conocerá a nuestro pueblo sin conocer al negro. Esta influencia es hoy más evidente que en los días de la colonia. No nos adentraremos mucho en la vida cubana, sin dejar de encontrarnos con esta presencia africana que no se manifiesta exclusivamente en la coloración de la piel.
Lidia Cabrera
El pasado 10 de julio tuvo lugar en el teatro del Instituto de
Antropología de la Universidad de La Habana, una conferencia del profesor
Manuel Calviño sobre el cambio de mentalidad en la sociedad cubana actual.
Doctor en ciencias psicológicas, Calviño se refirió a la necesidad
de que los ciudadanos dejen de ser subsidiados por el estado y que aprendan a
vivir en el nuevo modelo económico propuesto por el régimen.
Visto así, y tal como lo plantea, parecería que el estado lleva
una carga inaguantable sobre sus hombros y que no tiene cómo recuperarse de tan
dadivoso encomio. Pero la situación es bien diferente: durante más de cincuenta
años ha sido el pueblo quien ha subsidiado a un gobierno de mano suave hacia
afuera y cerrojos infranqueables hasta el abuso para los nacionales.
Calviño, quien se declara marxista por convicción y que tiene
entre sus planes inmediatos hacerse un pulóver rotulado que diga, “soy
marxista, ¿y qué?”, supo sortear, como un gato, las verdaderas causas
del colapso social, económico y político de la nación.
Sin esfuerzo y sin ningún análisis metodológico, cualquier cubano
sabe que el único culpable del colapso es el sistema.
Al ser aludido sobre el problema racial, que juega un papel
inquietante en la sociedad, dijo, que a pesar de ser ciertas las desigualdades,
eso no es comparable con lo que existía antes de la llegada al poder del
castrismo. Respuesta que no resiste un análisis riguroso, si se tiene en cuenta
que una de las promesas del régimen revolucionario fue precisamente la eliminación
de las desigualdades por el color de la piel, algo que ha quedado, si no
intacto, más o menos parecido.
En un país como Cuba, multi-racial, donde la la pobreza golpea
tanto al blanco como al negro, los afrodescendientes sufren mucho más al estar colocados
en el último peldaño de la escala social.
Si algo ha lastrado siempre los conceptos de identidad y nación en
Cuba ha sido el problema racial. Cuba no es una nación. Mientras que exista
racismo, injusticia y desigualdad, no se puede hablar de una nación
verdaderamente construida y cuajada.
Cincuenta años de régimen absoluto demuestran a los cubanos que el
cambio de mentalidad debe partir de esos mismos que hoy piden al pueblo más
sacrificio y no ofrecen nada que pueda al menos mejorar en algo el nivel de
vida de la población. Los mismos que han malgastado el erario público a su
antojo, con beneficios para un mínimo sector blanco de la sociedad cubana. Para
una mayoritaria población negra en la miseria, la esperanza en un futuro mejor
es cada vez más distante.
Para Cuba actualidad
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