Manuel
Aguirre Lavarrere
Recientemente
la editorial Letras cubanas publicó Cuentos
negros de Cuba,
de Lidia Cabrera.
Gran
conocedora de los ritos afrocubanos, Lidia Cabrera, junto a Fernando
Ortiz (que fue su cuñado) y Rómulo Lachatañeré, completa el trío
de los principales etnógrafos cubanos.
Según
Alejo Carpentier,
lo
real maravilloso se encuentra a cada paso en Cuentos negros de Cuba.
En
estos cuentos, la autora hace gala de sus amplios conocimientos
lingüísticos al mezclar el castellano, la lengua conga y remanentes
de las lenguas de las etnias carabalí, mina, mandinga, arará y
lucumí.
Nacida
el 20 de mayo de 1900, Lidia Cabrera sentía profundo orgullo de
haber nacido con el siglo.
Lidia
Cabrera, que era autodidacta, dejó un legado de obligada consulta
para las ciencias etnográficas. Descuella como una especie de gurú
en el campo de las religiones afrocubanas. Su monumental
investigación El Monte, se convirtió en una referencia obligada.
Hasta hoy no ha sido superada por ninguno de los investigadores que
le han sucedido y más bien sirve de vínculo para nuevas
investigaciones que se adentran en el campo de la Regla de Ocha,
también conocida como Santería, la Regla Conga o Palo Monte y los
misterios de la secta Abakuá-
Con
El Monte, Lidia Cabrera creó un método muy personal de
investigación como científica social. Como señala el historiador
Jorge Castellanos,
“las
técnicas empleadas por ella son distintas en cada caso”. Hecho
que valida más su trabajo científico, que lleva la carga de una
precisión
impecable.
Cuentos
negros de Cuba fue publicado primero en Francia. Traducido al francés
por el crítico Francis de Miomandre, quien quedó fascinado por la
magia y el encanto que brotan de sus páginas, la editora Gallimard
los publicó con el título Contes
négres de Cuba,
en 1936.
La
primera edición cubana data de 1940, en Ediciones Nuevo Mundo. En el
prólogo, Fernando Ortiz expresó: “Este libro es un rico aporte a
la literatura folklórica de Cuba, que es blanquinegra, pese a las
actitudes negativas que suelen adoptarse por ignorancia, no siempre
censurable, o por vanidad tan prejuiciosa como ridícula. Son muchos
en Cuba los negativistas: pero la verdadera cultura y el positivo
progreso están en las afirmaciones de las realidades y no en los
reniegos. Todo pueblo que se niega a sí mismo está en trance de
suicidio. Lo dice un proverbio afrocubano: Chivo que rompe tambor con
su pellejo paga”.
En
desacuerdo con el régimen castrista, Lidia Cabrera se fue de Cuba en
1960. Los primeros tiempos fuera de su patria, fueron muy tristes
para ella. Pasarían diez años antes de que publicara su primer
libro en el exilio, en 1970, Otán
Iyebiyé, las piedras preciosas. En
lo adelante, no dejaría de escribir. Sobresalen títulos como Ayapá:
cuentos de jicotea, Cuentos para adultos, niños y retrasados
mentales,
Vocabulario
congo: el bantú que se habla en Cuba,
Francisco
y Francisca, chascarrillos de negros viejos y
un sin número de enjundiosas investigaciones.
Murió
de neumonía, a los 91 años, el 19 de septiembre de 1991. Abandonó
el mundo de los vivos para reunirse con los espíritus que tanto la
halagaron en su quehacer religioso.
Nunca
dejó de pensar en su patria y de lamentar el haber tenido que dejar
atrás a sus nanas, sus tatas y a tantos negros que la ayudaron sin
reparar en el color blanco de su piel y su linaje burgués, para
servirles de informantes y báculos; guiados por los orishas
del
panteón africano, la ayudaron a convertirse en luminaria de la
etnografía afrocubana.
Un
sistema mezquino y cruel privó a Lidia Cabrera de reposar en su
amada tierra.
Para
Cuba
actualidad
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