Por Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
Ella es Delia Hernández, una anciana que vive en el municipio de Arroyo Naranjo. Tiene noventa años. Agobiada por la situación habitacional que presenta y con los achaques propios de su edad, esta mujer, de raza negra, no sabe que vuelco darle a su vida
Sabe que en Cuba existe un Bienestar Social que está en el deber de velar por la prosperidad ciudadana. “Sí, lo hay, lo hay, pero yo nunca lo he visto”. El deterioro de las paredes de su casa, parte de madera y parte de bloques está corroído y el techo lleno de huecos. “Han pasado ciclones y nunca me han dado nada, ni una teja ni nada. Todo tiene facultad, que hoy que mañana que pasado porque todo vale dinero”
. Dado el índice de envejecimiento de la población cubana, el gobierno creó desde hace algunos años escuelas de adiestramiento destinadas a auxiliar a las capas más desposeídas de la población. En Cuba existe un número considerable de personas de la tercera edad sin amparo filial. Delia ha sido visitada en algunas ocasiones por los trabajadores sociales. “Sí, pero vienen y qué. Vinieron cuando la cuestión esa de los fogones de gas y esas cosas que dieron, fue cuando vinieron”. “Y no me llevaron el mío, porque estaba roto”. “Tampoco yo quiero televisor, si yo siempre he vivido sin eso”..
Ella cree que no es bueno contar estas cosas, teme tener problemas con la justicia. “Y porque yo hable no me meten presa…Bueno, uno tiene derecho a defender lo suyo.” “Al principio recogían los rotos, pero después los rotos no los recogieron más, porque entonces tenían un complot entre ellos, que si tú trillaba, (dar dinero) entonces te daban el televisor”.
Delia es viuda desde hace años y tuvo cinco hijos, de los cuales perdió a uno. “Bastante trabajo pasó, el pobre. No tenía una colcha, un cuarto bueno, y enfermo. Luchando con lo que yo tenía. Y así. La vida ha sido muy dura, en el otro gobierno y en este”.
Ella recuerda las primeras consignas de la revolución que decían que esta revolución se hizo por los pobres y para los pobres. “Sí, se hizo para los pobres. Pero es que yo veo que los pobres…, algunos pobres vivirán regular, pero yo, que tengo yo. Otra gente no tiene de dónde voy a tener yo. Los demás no me interesan me interesa a mí, bueno, los demás también, pero yo, qué tengo yo.”
“Yo pienso que nunca voy a resolver nada. Creo que me voy a morir y nunca voy a resolver nada.”
A pesar de todo lo que dice todavía le quedan fuerzas para la esperanza. “Yo aspiro a mejorar un poco, salir un poco de la miseria, tener una colcha con que taparme y que no me falte la comida. No quiero más nada”.
(Mackandal)
Ella es Delia Hernández, una anciana que vive en el municipio de Arroyo Naranjo. Tiene noventa años. Agobiada por la situación habitacional que presenta y con los achaques propios de su edad, esta mujer, de raza negra, no sabe que vuelco darle a su vida
Sabe que en Cuba existe un Bienestar Social que está en el deber de velar por la prosperidad ciudadana. “Sí, lo hay, lo hay, pero yo nunca lo he visto”. El deterioro de las paredes de su casa, parte de madera y parte de bloques está corroído y el techo lleno de huecos. “Han pasado ciclones y nunca me han dado nada, ni una teja ni nada. Todo tiene facultad, que hoy que mañana que pasado porque todo vale dinero”
. Dado el índice de envejecimiento de la población cubana, el gobierno creó desde hace algunos años escuelas de adiestramiento destinadas a auxiliar a las capas más desposeídas de la población. En Cuba existe un número considerable de personas de la tercera edad sin amparo filial. Delia ha sido visitada en algunas ocasiones por los trabajadores sociales. “Sí, pero vienen y qué. Vinieron cuando la cuestión esa de los fogones de gas y esas cosas que dieron, fue cuando vinieron”. “Y no me llevaron el mío, porque estaba roto”. “Tampoco yo quiero televisor, si yo siempre he vivido sin eso”..
Ella cree que no es bueno contar estas cosas, teme tener problemas con la justicia. “Y porque yo hable no me meten presa…Bueno, uno tiene derecho a defender lo suyo.” “Al principio recogían los rotos, pero después los rotos no los recogieron más, porque entonces tenían un complot entre ellos, que si tú trillaba, (dar dinero) entonces te daban el televisor”.
Delia es viuda desde hace años y tuvo cinco hijos, de los cuales perdió a uno. “Bastante trabajo pasó, el pobre. No tenía una colcha, un cuarto bueno, y enfermo. Luchando con lo que yo tenía. Y así. La vida ha sido muy dura, en el otro gobierno y en este”.
Ella recuerda las primeras consignas de la revolución que decían que esta revolución se hizo por los pobres y para los pobres. “Sí, se hizo para los pobres. Pero es que yo veo que los pobres…, algunos pobres vivirán regular, pero yo, que tengo yo. Otra gente no tiene de dónde voy a tener yo. Los demás no me interesan me interesa a mí, bueno, los demás también, pero yo, qué tengo yo.”
“Yo pienso que nunca voy a resolver nada. Creo que me voy a morir y nunca voy a resolver nada.”
A pesar de todo lo que dice todavía le quedan fuerzas para la esperanza. “Yo aspiro a mejorar un poco, salir un poco de la miseria, tener una colcha con que taparme y que no me falte la comida. No quiero más nada”.
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