Por: Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
Está
próximo a celebrarse una nueva feria del libro. Miles de cubanos la esperan con
la esperanza de encontrar algún texto que se salga un poco del adoctrinamiento político
y a través de la lectura dar escape a las tantas y diarias tensiones que se
viven en Cuba.
Esta
vez la feria estará dedicada a una emblemática dama de la literatura infantil,
la pinareña Nercy Felipe Herrera, cuya obra es disfrutada a plenitud por niños
y adultos, y al aburrido historiador Rolando Rodríguez.
Entre
ambos autores, la disparidad no es solamente de género literario, sino también
de valía intelectual: el segundo dista bastante de la primera.
En
Rolando Rodríguez es congénita la manía de desacreditar a figuras cimeras, como
lo ha hecho con Manuel Moreno Fraginals, el cual por estar muerto, no puede
defenderse de tan baja calumnia como decir que no había escrito su monumental
obra investigativa El Ingenio.
La
cada vez más pésima manera de historiar de Rolando Rodríguez sólo puede gustar
a los irracionales que le dan el crédito para que sea uno de los intelectuales
homenajeados en un evento tan esperado y seguido por el pueblo como lo es cada
febrero la Feria del Libro de La Habana.
Descendiente
de una familia propietaria de esclavos y racista de Santa Clara, Rolando
Rodríguez vio su oportunidad de engreimiento cuando fue escogido al dedo para
viceministro de Cultura en 1976, y luego escogido por Fidel Castro, junto a
otro grupo de historiadores de valía y credibilidad, para escribir la historia
de Cuba, la que el comandante quiso leer y que así quedara para la posteridad.
Es esa lamentable historia que hoy se imparte en todos los niveles de enseñanza
en Cuba.
Sobre
el componente negro de la sociedad cubana, ahí está su libro La conspiración
de los iguales. No supo ser original ni en el título. En dicho libro sobre
los Independientes de Color, muestra su desapego por los esfuerzos de una raza
cuyo afán único era que reconocieran todos sus derechos y ser tratados como
seres humanos. No le importa tampoco, porque no lo analiza, la situación tan miserable
de los afrodescendientes en el momento del alzamiento simbólico, porque no fue
otra cosa aquella protesta armada, que fue ahogada en sangre a diferencias de
otras que habían ocurrido en ese tiempo.
Tampoco
toma Rolando Rodríguez en cuenta la apatía institucional ante el legado del
apóstol, ni su sueño por una Cuba verdaderamente integrada, algo que no se ha
logrado jamás y cada día luce más distante.
A
Rolando Rodríguez sólo le importa la institucionalidad: toma partido por la
represión y el racismo.
Cuando
se ha peleado por treinta años en la manigua y se han dejado 82 000 muertos en
los campos de batallas, y la institucionalidad no reconoce el esfuerzo de esa
raza y todos los beneficios se inclinan para un solo lado, hay sobradas razones
para protestar.
Son aspectos
de la historia de Cuba que Rolando Rodríguez se aferra en no reconocer.
Aunque
es dedicada fundamentalmente para los que ejercen el oficio periodístico, no deja
de ser válido para cualquier investigador, y le viene como anillo al dedo a
Rolando Rodríguez esta sentencia moralizadora de nuestro Apóstol José Martí,
que ojalá sirva para la restauración de la vergüenza de aquellos que
convertidos en bufones de una dictadura despreciable, hacen hasta lo imposible
por llamar la atención, aun cuando sea, y es el caso de Rolando Rodríguez, como
esbirros de la historia patria: “Odio la pluma que no vale para clavar la
verdad en los corazones, y sirve para que los hombres defiendan lo contrario de
lo que les manda la verdadera conveniencia, que está en el honor, y nunca fuera
de él… No debe hacerse de la pluma arma de satírico, sino espada de caballero”.
Manuel Aguirre Lavarrere
Movimiento de Integración Racial Juan
Gualberto Gómez
mal26755@gmail.com
Publicado por Primavera Digital
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