Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
Con “Eusebia Cosme, la rosa canela” la
editorial santiaguera Ediciones Caserón da a conocer a las jóvenes generaciones
a la más relevante y talentosa figura de la declamación afroantillana.
El libro da fe del cuidado que pusieron sus editores, quienes a
través de entrevistas a personas que la conocieron, nos acerca a la vida de
esta artista.
Mujer negra, nacida en 1911 en Santiago de Cuba, su nombre
completo era Eusebia Adriana Cosme Almanza. Fue fruto de los amores de Leocadia
Almanza y Germán Cosme, quienes fallecieron cuando era niña, por lo que fue
adoptada por una familia de prestigio en su ciudad natal.
Muy joven decidió probar suerte en La Habana. Ingresó en la
Escuela Municipal de Música y Locución, donde estudió música y teoría de piano.
Estudió declamación en la Academia de Declamación del Conservatorio Municipal.
Comenzó su carrera como declamadora en 1930, vinculada a la
corriente negrista que había surgido desde finales de los años 20 y que en Cuba
encontró sus máximos exponentes en Nicolás Guillén y Emilio Ballagas.
A todos cantó Eusebia Cosme, y surgió así un vínculo entre poetas
y declamadores que llevó muchas veces a algunos autores a escribir poemas para
que fueran declamados por ella. Tal es el caso de Andrés Eloy Blanco, cuyo
poema, Píntame angelitos negros, fue escrito especialmente para ser
declamado por Eusebia Cosme.
No faltaron en su voz los trabajos de intelectuales afroestadounidenses
como Langston Hughes y Paul Laurence Dunbar, ni de antillanos como el puertorriqueño
Luis Palés Matos y de otros cultivadores de la poesía negrista.
En 1937 decidió abandonar Cuba e inició una gira artística que la
llevó diversos escenarios del mundo. Viajó por América del Sur, Europa, Estados
Unidos y el Caribe, donde a la vez que brindaba su arte, se nutrió de toda la
sabia viviente de las distintas culturas del continente americano. Entró en
contacto directo con lo real maravilloso y fortaleció su espíritu y su canto.
Sabiéndose mujer negra, la razón de ser de su raza le dio el
aliento necesario para seguir adelante.
Fue aclamada donde quiera que se presentó y considerada la más alta
exponente del verso afroantillano.
Ya radicada definitivamente en Nueva York, tuvo su propio programa
radial, El show de Eusebia Cosme en la Columbia Broadcasting System, donde a
través de poemas y lecturas dramatizadas vio el éxito en cada una de sus
presentaciones.
Viuda de Frederick Laviera, con quien se había casado a mediados
de la década del 40, emprendió una carrera como actriz que la llevaría a una compañía
teatral mexicana y a participar en la película The Pawnboker, filmada en 1964,
donde hizo gala de su propia naturaleza más que del histrionismo dramático.
En el cine y la televisión mexicana interpretó a la siempre bien
recordada Mamá Dolores, en El derecho de nacer, obra surgida del talento
creador del cubano Félix B. Caignet, con la que cosechó un éxito rotundo que le
valió varios premios.
En la película Rosas blancas para mi hermana negra, Eusebia
Cosme trabajó con Libertad Lamarque y otras aclamadas actrices de la época.
Se radicó durante muchos años en México, país que adoraba y que le
había dado tanto. Allí puso a prueba sus múltiples talentos. Componía, cantaba,
y motivada por la pintura abstracta, da a conocer su obra pictórica a través de
varias exposiciones en México, Washington y Nueva York.
Tras una vida de éxitos, en la que no conoció el racismo, Eusebia
Cosme murió en 1976, en Miami, a los 65 años.
Es imborrable su huella como actriz en el teatro, la radio, el
cine y la televisión.
Esta mujer, cubana y a la vez universal, tuvo la suerte de poder
mostrar su arte, su talento y valía en plena libertad.
Para conocerla mejor, el libro “Eusebia Cosme, la rosa canela” es
un buen punto de partida.
Para Cuba actualidad: mal26755@gmail.com
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