Por:
Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
…fuimos al presidente a pedirle que
practique el artículo once de la Constitución y se nos dice que somos
inconvenientes; pedimos que se implante la República sobre la base de la
democracia en que se asentara la Revolución y se nos responde que somos
racistas. Pedimos entrada en los empleos públicos y el señor Jefe de la Policía
denuncia por perjuro a algunos que no han cometido tal delito. Generoso Campos
Marquetti (1884 1966)
En
una primera etapa, Fernando Ortiz se refirió al negro y a su cultura de forma
humillante. Llegó a proponer que se declarara delictiva la práctica de las
religiones afrocubanas, a las que llamaba
“brujería”,
que se confiscaran los tambores y demás objetos propios de estos ritos, que
encarcelaran a sus sacerdotes, tenidos entonces como brujos. Todo esto lo
planteó en su primer libro, Los negros brujos, de
1906. Pero en su segundo libro, Los negros esclavos, de
1916, principalmente en sus primeros capítulos, no cabe duda de que el eminente
etnógrafo había superado con creces esa etapa de prejuicios y racismo.
Ortiz
había sido arrastrado por las teorías de quien fuera su más cercano compañero
de estudios, Cesare Lombroso, durante su estancia en Europa, donde sentó
residencia para estudiar Derecho Penal. De ahí que su primer trabajo fuese en
el campo de la
Antropología
Criminal precisamente con Los negros brujos, un libro sobre las prácticas y
religiones afrocubanas.
Con
todo y los desaciertos, que no son pocos los que presenta el texto, Los
negros brujos marca los inicios de la etnografía afrocubana, donde van
a sumarse nombres como Rómulo Lachatañeré y Lidia Cabrera, de obligada consulta
para quien desee tener un conocimiento irrefutable sobre la importancia del
negro en la cultura cubana.
Al
superar los prejuicios, aún cuando lo hizo atado a sus conceptos clasistas,
Fernando Ortiz no dejó de reconocer la importancia del negro en la historia y
la cultura de Cuba.
Junto
al negro, Ortiz investigó y lleva a la práctica los resultados de sus
investigaciones. Esto sucedió cuando en 1937 presentó en
la
Sociedad Hispanocubana de Cultura una demostración con los tambores de la
santería cubana, donde al compás de los bailadores explicó la validez y
trascendencia estética y folklórica de estos ritmos.
Pero
Ortiz va más allá. Después de advertir que “sin el negro Cuba no sería
Cuba”, ya curado de los prejuicios clasistas que lo
martirizaron
por mucho tiempo, lucha por la verdadera integración de blancos y negros, en
una patria que no mirara el color de la piel ni la racialidad. Llamó a una
integración de cubanía plena, donde la gama de colores es lo que define, tanto
lo cubano como la cubanía; eso que luego demostró en Los factores humanos
de la cubanidad.
En
magistral conferencia en la Universidad de la Habana el 28 de noviembre de
1939, el sabio cubano expresó: No hubo factores humanos más
trascendentes para la cubanidad, que esas continuas, radicales
y constantes transmutaciones geográficas, económicas y
sociales de los continuos grupos inmigrantes a la Isla de Cuba.”
Con
un poder de síntesis no igualado y como expresión de esa cubanía que le fue
siempre innata, Fernando Ortiz graficó todo este complejo y profundo proceso de
transculturación que se experimentó en Cuba a partir del siglo XVI, y define,
no sólo ese enmarañado concepto de identidad, sino un permanente rechazo a los
racismos y la exclusión social, con la afirmación: “Cuba es un
ajiaco”.
Publicado por Primavera
Digital
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