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Por:
Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
“Desde el
momento en que el Estado funciona sobre la base del bio-poder, la
función homicida del Estado mismo sólo puede ser asegurada por el
racismo”.
Michel Foucault.
La
cuestión racial en Cuba no constituye solamente el menosprecio entre
actores con distinta pigmentación de piel. El racismo, en el
contexto de la identidad política y civil, es observado también
entre negros y lleva una carga de desprecio y odio por la misma raza.
No
es una aseveración virtual. Muchísimos negros rechazan a sus
semejantes de forma peyorativa y violenta con palabras bárbaras que
no son siempre el fruto del contexto social donde se han criado ni
constituyen por su naturaleza una invención del racismo político en
ninguna de sus etapas.
Constituyen
variables de diferencias que si bien pudieran tener una justificación
motivada por el grupo dominante hacia el dominado, no es una realidad
del presente. No se le pueden achacar todos los estigmas y
estereotipos negativos al dominador, cuando son en diversas ocasiones
los negros y mestizos los que contribuyen a este fenómeno y aplauden
el sometimiento como puros esclavos del siglo XXI.
Quizá
el afán de no pocos negros por parecer blancos sea una de las tantas
causas que conlleven al desprecio propio para alcanzar una mejor
posición social. Su gran error es pretender un supuesto adelanto
racial mediante un blanqueamiento: nunca dejarán de ser mestizos.
“Mi
hija no se casa con un negro”… “En Cuba no hay racismo porque
mi mujer es blanca”… “Yo soy negra pero mi hija es blanca”…
Son algunas de las expresiones que se escuchan a diario provenientes
de esos pobres negros y negras sumisos hacia quien los pisotea y se
burla de ellos porque no han sabido emanciparse de la esclavitud
mental. Esas expresiones solo sirven para afianzar lo que piensa el
blanco de ellos, y frenan la búsqueda de una patria inclusiva dentro
de la diversidad y el equilibrio social.
La
prueba de la gota de sangre en Estados Unidos para comprobar si una
persona es blanca o negra, pudiera catalogarse de racista si
solamente nos atenemos a su práctica. Pero esa prueba dio también
sentido de pertenencia a los afronorteamericanos, que viven con
orgullo la parte africana que les corresponde y han sabido sacarle
provecho, en una sociedad que, aún cuando no haya superado todos los
prejuicios, está entre las primeras del mundo en reconocer y darle
cabida a las diferencias.
En
Cuba, donde grupos independientes luchan ahora mismo contra el
racismo y la exclusión de género, debemos aprender a reconocernos,
entendernos y saber que nuestro punto de partida fue el mismo para
todos. Debemos dejar de creer que todos somos iguales cuando vivimos
una realidad que lo desmiente.
Publicado por Primavera
Digital, diciembre 13 de 2012 • año 5
www.primaveradigital.org
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