Partida de Ajedrez
Por
Manuel Aguirre Labarere
Conocer las
expresiones de la cultura y la historia de los pueblos afrodescendientes en
América no solo implica conocer las distintas religiones y su música. Implica
acercarse a un panorama amplio que abarca música, ritmo y baile, comidas y
bebidas, cultivos para alimentar el cuerpo, el espíritu, procesos de
resistencia al sistema represivo de la esclavitud, marginación y adaptación,
luchas libertarias, confrontaciones políticas y raciales, corporalidad y sexualidad,
transculturación, creencias y religión, todo lo que articule la identidad de
los pueblos y las personas que dan vida a la diáspora africana en América y en
Cuba.
Pero aún así, los
únicos factores que fomentan los criterios, prejuicios raciales, sentimientos,
actitudes y conductas racistas, no son la ignorancia, o la falta de información
sobre estos aspectos, pues sino se combatiría con argumentos, razones,
persuasión y educación. Sobre todo lo concerniente a los criterios
genealógicos, que constituyeron el indicador priorizado, en los mecanismos de
transmisión y tratamiento de las ideas, concepciones y prejuicios sobre el tema
racial. Tampoco lo es, la apertura estatal de las religiones y otras
expresiones culturales afrocubanas, incluida la música africana. Ni se combaten
solamente con la implementación de leyes. Es una cuestión mucho más compleja.
Hay que ir a otros
componentes en la mente de los hombres, pero de otra índole: hábitos,
costumbres, necesidades, motivaciones, sentido de la vida, tolerancia, justicia, violencia, los
intereses que se persigan. Los privilegios que han gravitado sobre la nación, y
que se quieran o no mantener. Teniendo en cuenta que podrían estar presentes
hasta de forma inconsciente, por lo que para poner fin a semejantes obstáculos
tenemos que autoanalizarnos y luchar a veces contra nosotros mismos.
Todas las causales
mencionadas del racismo y la discriminación racial, en última instancia tienen
que ver directamente con condicionantes materiales y objetivas difíciles de
controlar, tanto por el sujeto, como por el estado. Para comprender la
desigualdad ligada a la racialidad se requiere ubicarla en este contexto más
amplio donde se refuerzan y articulan otras desigualdades. La realidad
histórica, socioeconómica, en que viven o del que partieron los individuos, son
limitantes que no garantizan el acceso por igual a los bienes materiales
necesarios, el acceso al empleo, los ingresos, ni el consumo.
Estudios de la
década del 90 encontraron que los negros y mestizos estaban sobre representados
en los sectores empobrecidos. Una población en situación de pobreza no está en
capacidad de satisfacer por sí misma sus necesidades básicas. Ni es el mismo su
ambiente social y familiar, que el de otros grupos, ni la atención individual
al hombre y sus necesidades básicas. La presencia de una mayoría de
trabajadores blancos en actividades de mejores ingresos como las firmas y el
turismo habla de una concentración de los recursos económicos y materiales en
estas familias. También en las nuevas formas de trabajo cooperativo y trabajos
por cuenta propia, las mujeres no blancas tienen menos acceso o las tienen
subordinadas en ocupaciones menos remuneradas y de menos importancia. Se ha
visto que en las vocacionales hay una sobre representación de hijos de
intelectuales y se encontraban menos hijos de obreros y campesinos. Llegar a la
Universidad es más fácil para la población blanca, mientras los otros iban
nutriendo las escuelas de técnico medio.
El tema de la
vivienda que ha ido a un ritmo muy lento, ha traído la heterogeneidad de la
población conviviendo y compitiendo. El crecimiento demográfico de la población
y del grupo discriminado, ha hecho que surjan rivalidades y conflictos, de todo
tipo, así como por el trabajo.
Aunque la Revolución
Cubana hizo una reforma agraria, urbana, dio acceso a la educación y salud
gratuitas, y amplió el acceso a la cultura, lo que fue beneficioso para estos
grupos. El que sigan actualmente estas diferencias, como hemos visto, tiene que
ver con otro fundamento, con lo que se llama “punto de partida”. Estos grupos
marginados partieron desde grandes distancias con respecto a otros grupos, y
ello ha condicionado también, que en realidad no sea el mismo, su desarrollo
sociocultural, que incluye sus hábitos, costumbres, gustos, intereses,
motivaciones, sistema de valores, actitudes, conductas, etc.
Las diferencias
vinculadas a la raza superviven. Obstaculizando el desempeño de nuestra
libertad, y derechos humanos ante la sociedad. Y lo peor es que ninguno de
estos aspectos es tenido en cuenta al juzgar, las cualidades, actitudes y
conductas del grupo discriminado. No se tienen en cuenta al explicar muchas de
las situaciones familiares o conductas sociales negativas como la mala
educación, apariencia personal, malos hábitos higiénicos-sanitarios, el
alcoholismo, la primacía de actividad delictiva en estos sectores, problemas de
desempleo, etc.
Estas diferencias
afectan actualmente las relaciones interpersonales a todos los niveles y su
actividad en las entidades sociales, pues no se acaba de entender, que todos
tenemos nuestras propias características, diferentes a otros, y que éstas, no
deben ser motivo de la pérdida de ninguno de nuestros derechos como seres
humanos.
Se dice que le
corresponde al Estado cambiar estas condiciones, y no es menos cierto. Liquidar
estas desigualdades depende de modificar las condiciones de partida. Exige una
mirada propositiva a estos temas, cómo actuar. Actuar a la vez sobre el
conjunto de diferencias existentes. Todas representan formas de injusticia
social, ninguna es menos importante que otra.
El estado debe
procurar políticas focalizadas, direccionadas, afirmativas o de discriminación
positiva. Concentrarse en las condiciones de vida desfavorables de la población
no blanca. Crear ventajas y situaciones más propicias, para los que parten de
una situación inferior para disminuir las brechas de desigualdad. Destinar
presupuestos para actuar sobre las especificidades de sus problemáticas. Se
habla de un fondo de compensación territorial para políticas de desarrollo
locales. Una mayor apertura para que los diversos grupos sociales puedan hacer
demandas de forma mucho más directa a como lo han hecho hasta hoy, en un
universo de libertades y garantías. Se debe permitir el acceso de todos los
ciudadanos de forma igualitaria a la salud, educación, todos los puestos de
trabajo, cargos públicos, sociales, de dirección, jerarquías políticas y
militares para los que estén capacitados. Dar a las personas garantía de sus
derechos.
No es menos cierto
que en Cuba algunas de estas igualdades están planteadas y son avaladas por la
ley, aunque algunas de ellas en la práctica social son resquebrajadas por
ciertas realidades, económicas y políticas embarazosas que han impedido la
realización deseada.
La realidad
histórica, socioeconómica, en que viven o del que partieron los individuos,
siguen siendo limitantes. El estado no ha podido garantizar el acceso por igual
a los bienes materiales necesarios, el acceso al empleo, los ingresos, el consumo,
etc. No ha podido implementar las políticas que usan otros países
desarrollados, necesarias para dar respuesta a estas desventajas materiales y
objetivas.
Mas, debemos tener
en cuenta que esta situación, es reforzada cuando no se prioriza una educación
abierta a la diversidad racial, que impida desde la infancia que vuelvan a
producirse desvalorizaciones y prejuicios raciales negativos. La historia de
Cuba y otras especialidades deben recuperar, haciendo justicia, el papel de
negros y mestizos en la construcción de la sociedad cubana. La política de los
medios de comunicación y difusión estatales, tanto televisivas como radiales,
debe ser más abierta a la diversidad racial presente en la sociedad.
Representar a los diferentes grupos de forma más equitativa y en igual derecho
de representar papeles protagónicos o relevantes que contribuyan a valorar
otras imágenes de la ética, estética, la belleza, etc. Lo que no ocurre hoy en
día.
Pero si bien las
la labor y políticas estatales son esenciales. Y se hace imprescindible
establecer nuevas políticas para solucionar esta problemática. No es menos
importante la solidaridad que le corresponde desempeñar a cada persona y a cada
grupo social en la consecución de este fin. Hay un gran número de ciudadanos preocupados
por estas cuestiones, pero debemos ser más. Hay que elevarse espiritualmente.
Tener en cuenta las particularidades del otro, ponerse en su lugar,
comprenderlo, sentir sus inquietudes, desvelos, brindarle el afecto humano y
fraternidad necesarias. Las personas deben ser respetadas y tenidas en cuenta
al proyectarse desde sus condiciones particulares; ya sean de raza, sexo,
origen nacional, educación, creencias políticas, religiosas, etc. Hay que abogar por la tolerancia y el
entendimiento humano.
Se requiere de una
mano dispuesta a brindar ayuda, apoyo, amistad, acercarnos al que sufre y ha
sido humillado, a quien necesitamos conocer y escuchar o quien necesita ser
conocido y escuchado… Es difícil pasar por encima de prejuicios y estereotipos
formados durante siglos o años de existencia, pues el racismo “es sordo; no
escucha…” y antes de oír, y conocer a la persona ya se hizo una imagen y una opinión…
Precisamente este trabajo va encaminado a que tomemos conciencia de algunos de
los factores que nos alejan a unos de otros, pues el conocimiento de su
existencia es ya un paso de avance para que tengamos la intensión de
erradicarlos, y esta intencionalidad nos llevará a manifestar cambios en
nuestra conducta; consecuente con los más dignos y altos principios
humanos.
Si somos
portadores de una consciencia, ideas de entendimiento, diálogo, y comprensión y
nos ha sido dada la posibilidad de ser mejores personas, más próximas al amor,
la caridad, la solidaridad, la esperanza, el perdón, la fraternidad. ¿Por qué
no hacerlo? Y dar realmente igualdad de oportunidades a todas las personas,
mirar con una nueva óptica cada uno de nosotros e instar a los demás a hacer lo
mismo…
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