miércoles, 12 de junio de 2019


Partida de Ajedrez

Por Manuel Aguirre Labarere

Conocer las expresiones de la cultura y la historia de los pueblos afrodescendientes en América no solo implica conocer las distintas religiones y su música. Implica acercarse a un panorama amplio que abarca música, ritmo y baile, comidas y bebidas, cultivos para alimentar el cuerpo, el espíritu, procesos de resistencia al sistema represivo de la esclavitud, marginación y adaptación, luchas libertarias, confrontaciones políticas y raciales, corporalidad y sexualidad, transculturación, creencias y religión, todo lo que articule la identidad de los pueblos y las personas que dan vida a la diáspora africana en América y en Cuba.

Pero aún así, los únicos factores que fomentan los criterios, prejuicios raciales, sentimientos, actitudes y conductas racistas, no son la ignorancia, o la falta de información sobre estos aspectos, pues sino se combatiría con argumentos, razones, persuasión y educación. Sobre todo lo concerniente a los criterios genealógicos, que constituyeron el indicador priorizado, en los mecanismos de transmisión y tratamiento de las ideas, concepciones y prejuicios sobre el tema racial. Tampoco lo es, la apertura estatal de las religiones y otras expresiones culturales afrocubanas, incluida la música africana. Ni se combaten solamente con la implementación de leyes. Es una cuestión mucho más compleja.

Hay que ir a otros componentes en la mente de los hombres, pero de otra índole: hábitos, costumbres, necesidades, motivaciones, sentido de la vida,  tolerancia, justicia, violencia, los intereses que se persigan. Los privilegios que han gravitado sobre la nación, y que se quieran o no mantener. Teniendo en cuenta que podrían estar presentes hasta de forma inconsciente, por lo que para poner fin a semejantes obstáculos tenemos que autoanalizarnos y luchar a veces contra nosotros mismos.

Todas las causales mencionadas del racismo y la discriminación racial, en última instancia tienen que ver directamente con condicionantes materiales y objetivas difíciles de controlar, tanto por el sujeto, como por el estado. Para comprender la desigualdad ligada a la racialidad se requiere ubicarla en este contexto más amplio donde se refuerzan y articulan otras desigualdades. La realidad histórica, socioeconómica, en que viven o del que partieron los individuos, son limitantes que no garantizan el acceso por igual a los bienes materiales necesarios, el acceso al empleo, los ingresos, ni el consumo.

Estudios de la década del 90 encontraron que los negros y mestizos estaban sobre representados en los sectores empobrecidos. Una población en situación de pobreza no está en capacidad de satisfacer por sí misma sus necesidades básicas. Ni es el mismo su ambiente social y familiar, que el de otros grupos, ni la atención individual al hombre y sus necesidades básicas. La presencia de una mayoría de trabajadores blancos en actividades de mejores ingresos como las firmas y el turismo habla de una concentración de los recursos económicos y materiales en estas familias. También en las nuevas formas de trabajo cooperativo y trabajos por cuenta propia, las mujeres no blancas tienen menos acceso o las tienen subordinadas en ocupaciones menos remuneradas y de menos importancia. Se ha visto que en las vocacionales hay una sobre representación de hijos de intelectuales y se encontraban menos hijos de obreros y campesinos. Llegar a la Universidad es más fácil para la población blanca, mientras los otros iban nutriendo las escuelas de técnico medio.
 
El tema de la vivienda que ha ido a un ritmo muy lento, ha traído la heterogeneidad de la población conviviendo y compitiendo. El crecimiento demográfico de la población y del grupo discriminado, ha hecho que surjan rivalidades y conflictos, de todo tipo, así como por el trabajo.

Aunque la Revolución Cubana hizo una reforma agraria, urbana, dio acceso a la educación y salud gratuitas, y amplió el acceso a la cultura, lo que fue beneficioso para estos grupos. El que sigan actualmente estas diferencias, como hemos visto, tiene que ver con otro fundamento, con lo que se llama “punto de partida”. Estos grupos marginados partieron desde grandes distancias con respecto a otros grupos, y ello ha condicionado también, que en realidad no sea el mismo, su desarrollo sociocultural, que incluye sus hábitos, costumbres, gustos, intereses, motivaciones, sistema de valores, actitudes, conductas, etc.

Las diferencias vinculadas a la raza superviven. Obstaculizando el desempeño de nuestra libertad, y derechos humanos ante la sociedad. Y lo peor es que ninguno de estos aspectos es tenido en cuenta al juzgar, las cualidades, actitudes y conductas del grupo discriminado. No se tienen en cuenta al explicar muchas de las situaciones familiares o conductas sociales negativas como la mala educación, apariencia personal, malos hábitos higiénicos-sanitarios, el alcoholismo, la primacía de actividad delictiva en estos sectores, problemas de desempleo, etc.

Estas diferencias afectan actualmente las relaciones interpersonales a todos los niveles y su actividad en las entidades sociales, pues no se acaba de entender, que todos tenemos nuestras propias características, diferentes a otros, y que éstas, no deben ser motivo de la pérdida de ninguno de nuestros derechos como seres humanos.

Se dice que le corresponde al Estado cambiar estas condiciones, y no es menos cierto. Liquidar estas desigualdades depende de modificar las condiciones de partida. Exige una mirada propositiva a estos temas, cómo actuar. Actuar a la vez sobre el conjunto de diferencias existentes. Todas representan formas de injusticia social, ninguna es menos importante que otra. 

El estado debe procurar políticas focalizadas, direccionadas, afirmativas o de discriminación positiva. Concentrarse en las condiciones de vida desfavorables de la población no blanca. Crear ventajas y situaciones más propicias, para los que parten de una situación inferior para disminuir las brechas de desigualdad. Destinar presupuestos para actuar sobre las especificidades de sus problemáticas. Se habla de un fondo de compensación territorial para políticas de desarrollo locales. Una mayor apertura para que los diversos grupos sociales puedan hacer demandas de forma mucho más directa a como lo han hecho hasta hoy, en un universo de libertades y garantías. Se debe permitir el acceso de todos los ciudadanos de forma igualitaria a la salud, educación, todos los puestos de trabajo, cargos públicos, sociales, de dirección, jerarquías políticas y militares para los que estén capacitados. Dar a las personas garantía de sus derechos.

No es menos cierto que en Cuba algunas de estas igualdades están planteadas y son avaladas por la ley, aunque algunas de ellas en la práctica social son resquebrajadas por ciertas realidades, económicas y políticas embarazosas que han impedido la realización deseada.
           
La realidad histórica, socioeconómica, en que viven o del que partieron los individuos, siguen siendo limitantes. El estado no ha podido garantizar el acceso por igual a los bienes materiales necesarios, el acceso al empleo, los ingresos, el consumo, etc. No ha podido implementar las políticas que usan otros países desarrollados, necesarias para dar respuesta a estas desventajas materiales y objetivas.

Mas, debemos tener en cuenta que esta situación, es reforzada cuando no se prioriza una educación abierta a la diversidad racial, que impida desde la infancia que vuelvan a producirse desvalorizaciones y prejuicios raciales negativos. La historia de Cuba y otras especialidades deben recuperar, haciendo justicia, el papel de negros y mestizos en la construcción de la sociedad cubana. La política de los medios de comunicación y difusión estatales, tanto televisivas como radiales, debe ser más abierta a la diversidad racial presente en la sociedad. Representar a los diferentes grupos de forma más equitativa y en igual derecho de representar papeles protagónicos o relevantes que contribuyan a valorar otras imágenes de la ética, estética, la belleza, etc. Lo que no ocurre hoy en día.

Pero si bien las la labor y políticas estatales son esenciales. Y se hace imprescindible establecer nuevas políticas para solucionar esta problemática. No es menos importante la solidaridad que le corresponde desempeñar a cada persona y a cada grupo social en la consecución de este fin. Hay un gran número de ciudadanos preocupados por estas cuestiones, pero debemos ser más. Hay que elevarse espiritualmente. Tener en cuenta las particularidades del otro, ponerse en su lugar, comprenderlo, sentir sus inquietudes, desvelos, brindarle el afecto humano y fraternidad necesarias. Las personas deben ser respetadas y tenidas en cuenta al proyectarse desde sus condiciones particulares; ya sean de raza, sexo, origen nacional, educación, creencias políticas, religiosas, etc.  Hay que abogar por la tolerancia y el entendimiento humano.

Se requiere de una mano dispuesta a brindar ayuda, apoyo, amistad, acercarnos al que sufre y ha sido humillado, a quien necesitamos conocer y escuchar o quien necesita ser conocido y escuchado… Es difícil pasar por encima de prejuicios y estereotipos formados durante siglos o años de existencia, pues el racismo “es sordo; no escucha…” y antes de oír, y conocer a la persona ya se hizo una imagen y una opinión… Precisamente este trabajo va encaminado a que tomemos conciencia de algunos de los factores que nos alejan a unos de otros, pues el conocimiento de su existencia es ya un paso de avance para que tengamos la intensión de erradicarlos, y esta intencionalidad nos llevará a manifestar cambios en nuestra conducta; consecuente con los más dignos y altos principios humanos.  

Si somos portadores de una consciencia, ideas de entendimiento, diálogo, y comprensión y nos ha sido dada la posibilidad de ser mejores personas, más próximas al amor, la caridad, la solidaridad, la esperanza, el perdón, la fraternidad. ¿Por qué no hacerlo? Y dar realmente igualdad de oportunidades a todas las personas, mirar con una nueva óptica cada uno de nosotros e instar a los demás a hacer lo mismo…





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