Por:
Manuel Aguirre Lavarrere
( Mackandal)
“El
método no es susceptible de ser estudiado separadamente de las
investigaciones en que se lo emplea; o, por lo menos, sería éste un
estudio muerto, incapaz de fecundar el espíritu que a él se
consagre.”
Auguste
Comte
Vinculada
indisolublemente a la marginalidad está la pobreza. El fenómeno de
la exclusión de personas o grupos de pensar y modo de vida diferente
a los códigos establecidos y supuestamente
correctos
en una sociedad mayoritariamente receptora en sus costumbres, hacen
ver a los otros como la escoria del entramado social.
Se
margina siempre que un grupo humano no afina dentro del entramado
político y social de la nación. Los marginados lo son tanto por la
sociedad como por las políticas emanadas del poder,
En
Cuba la marginalidad cubre a un amplio sector poblacional que en
cierta medida se ve marginado debido a los controles de una ideología
totalitaria que no deja espacio a modo de pensar diferente ni a
iniciativas sobre cómo pensar la sociedad futura.
Enmarcar
en la marginalidad solamente a un determinado grupo o personas de la
periferia es desacertado, La marginalidad convive también entre
aquellos grupos cuya solvencia económica los ha colocado en un lugar
diferenciado, tanto por el lugar de residencia como por su poder
económico. Pero habría que ver cuán realmente es lícita esa
prosperidad, en un país que navega en la miseria, y donde la mayoría
de la población vive por debajo del nivel de pobreza.
El
color de la piel importa más en esa diferenciación que el nivel
académico alcanzado y el comportamiento ciudadano.
Una
población mayoritariamente marginada por una constitución que niega
derechos elementales al desarrollo personal y al nombramiento
electivo, margina la dignidad y los presupuestos elementales de un
país, y tributados por el poder político trastoca también la
convivencia nacional y plena de una nación. No es legal ni ético.
No es digno ni merece respeto un régimen que manipule de semejante
manera a sus ciudadanos.
En
las dos primeras décadas del régimen castrista se activaron
políticas de inclusión social sin que mediara el estatus social ni
el color de la piel, y muchas familias que estaban en la miseria,
tanto blancas como negras, se vieron beneficiadas. Al régimen, para
consolidarse, le era necesario dar paso a acciones afirmativas para
ganar la credibilidad de sus supuestas buenas intenciones.
La
realidad del presente muestra un retroceso con respecto a lo que
antes se había logrado. Ahora desmantelan ciertos beneficios
sociales fundamentales y ponen en su lugar el interés político.
La
población, mayoritariamente, dejó de creer en el modelo castrista,
que ha devenido en cualquier cosa menos en un sistema democrático
con inclusión ciudadana.
Se
activan políticas de marginación hacia personas y grupos
disidentes. Se marginó a los padres del derecho de decisión sobre
sus hijos, y fue la escuela quien por mandato del poder asumió la
responsabilidad de decidir lo que era bueno o no para el niño. Estas
decisiones resultaron en el desmembramiento de las familias cubanas,
y tuvo como colofón un proceso migratorio que llega potenciado a
nuestros días.
En
Cuba hay que pensar la marginalidad desde el Poder, porque
precisamente es el Poder quien margina, tanto por color de la piel,
como por posiciones políticas diferentes a sus códigos de ordeno y
mando.
Publicado
por Primavera Digital, 21 de Noviembre de 2013mal26755@gmail.com
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