Por: Manuel
Aguirre Lavarrere
(Macandá)
Cuando una sociedad es bastante
numerosa para constituir un cuerpo político y las circunstancias exigen que lo
constituya, tiene derecho a hacerlo y mucho más, si la naturaleza favorece este
designio por la misma situación y proporciones del país. En tales
circunstancias, un pueblo entero jamás es revolucionario, lo son sus opresores.
Félix Varela y Morales
Cuba
nunca fue un país que pudo construir una clase media fuerte. Más bien, desde
los mismos inicios de la República fue un país de clases donde el sector medio
era bastante restringido y había una gran estela de pobres, tanto negros como blancos
y mestizos.
Bien
que fue la pobreza repartida entre todos los estratos sociales de la población,
pero la riqueza nunca llegó al bolsillo de los negros, que siguieron cargando
con el estigma del color de la piel.
En
Cuba, ser negro ha sido tabú para el ascenso social en cualquier tiempo.
Se
vislumbró una esperanza con la llegada al poder del castrismo; pero salvo algunos
cambios no hizo mucho más que no fuera lo mismo. En algunos aspectos, incluso
fue peor. Los espacios públicos, el derecho a la huelga, la formación de sindicatos
independientes y los partidos políticos fueron prohibidos de forma violenta y
amenazante. Así, perdió el país parte de su identidad como nación.
La
pobreza se agudiza a diario, llega ahora a familias que hasta hace unos años con
un nivel de vida defendible, han visto reducidos sus ingresos al verse muchos de
sus miembros desempleados. Negros y mestizos son los más perjudicados.
Es
indiscutible que allí donde el salario no alcance para cubrir las necesidades básicas
de la familia, hay pobreza.
Brasil
ha logrado sacar de la pobreza a millones de sus ciudadanos y su gobierno aboga
por un país cien por ciento de clase media, algo que logrará con sus mecanismos
de crecimiento económico y repartición inteligente de la riqueza. Argentina ve
crecer su producto interno bruto y patrocina el beneficio de sus ciudadanos.
Otros países del orbe están en la misma cuerda. Mientras, en Cuba,
pese
a que su economía ha levantado en los últimos tiempos, los beneficios no aterrizan
en la mesa del cubano.
Si
en algo se ha esmerado el régimen de La Habana desde sus mismos inicios y sin
duda puede catalogarse como su logro más destacado, es en haber sabido mantener
la pobreza.
Los
pueblos, cuando son prósperos, son libres, porque la prosperidad da el concepto
del albedrío alternativo. El haber simpatizado en un momento de la vida con un
sistema político determinado, no hace a nadie un subordinado de por vida.
El
régimen se afana en mantener en la pobreza a las familias cubanas. Constituye un
mecanismo de dominación hacer al individuo un ser dependiente del estado, sin
voz ni voto, y mucho menos con un pensamiento político diferente.
Maniatada
y herida en sus conceptos de dignidad y amor propio se siente la mayor parte de
la población cubana, sojuzgada y maldecida por su propio gobierno, ese que dijo
ser del pueblo y para el pueblo.
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