miércoles, 21 de abril de 2010

LO QUE NO MOSTRÓ LA TV CUBANA

LO QUE NO MOSTRÓ LA TV CUBANA
MANUEL AGUIRRE LAVARRERE
(MACKANDAL)
Si la información constituye un grado de poder
indiscutible al dar la oportunidad de valorar y sacar
conclusiones de acontecimientos sucedidos y
reflejados en diversas fuentes de información, la
desinformación, como contraparte del mismo
fenómeno, constituye un síntoma de debilidad. La
guerra de desinformación mediática que lleva a
cabo el régimen cubano contra toda la población da
las pautas para este apartheid informático.
Lo sucedido con el prisionero de conciencia Orlando Zapata Tamayo, muerto en huelga de
hambre después de recibir reiteradas palizas y confinamientos en la prisión, muestra de los
abusos cometidos contra todo disidente y prisionero político cubano, ha sido tomada para
desacreditar a cualquier precio -incluso el de la vida-, la lucha pacífica que llevan, mediante
la doctrina de la no violencia, los opositores en la Isla cautiva del totalitarismo castrista.
El régimen, segregado políticamente, es incapaz de admitir una opinión diferente para que
sea el pueblo quien valore y saque cuenta de quien lleva la razón.
Pero eso era de esperar. El material audiovisual que en días recientes pasó el oficialista
noticiero de televisión, espacio sin criterio propio ni valor para enfrentarlo, y repetido
nuevamente al final de la programación de Cubavisión, no podía mostrar más de lo que esta
sometido a mostrar: una madre atrapada en el lente bajo el uso de cámara escondida y
corregido en un cuarto de edición que muestra satisfacción por el trato que esta recibe su
hijo y confiada en lo que le prometen los jefes de la prisión.
Lástima que no muestren a esa misma madre cuando trasladaba el cadáver de su hijo hacia
su provincia después de haber sido engañada, cuando condenó al régimen y a los asesinos
de su hijo. El hecho de que marche por las calles de La Habana, sometida a todo tipo de
improperios, esa madre de la estirpe de Mariana Grajales, entre las aguerridas Damas de
Blanco, desmiente al audiovisual oficialista.
No muestra las marchas por las calles y plazas del
país que piden justicia y libertad para los
prisioneros de conciencia. Tampoco la
inconformidad de un pueblo volcado a las calles, su
desaprobación a la barbarie que tienen que
soportar los encarcelados en Cuba cuando deciden
plantarse.
La TV cubana no mostró lo acontecido en la iglesia
de Nuestra Señora de la Caridad donde un anciano,
ciego y armado con una cabilla, estaba dispuesto y
decidido a proteger a las Damas de Blanco de
cualquiera que osara tocarlas.
Similar suceso ocurrió en la Iglesia de la Merced, situada en la esquina de las calles Cuba y
Mercaderes, donde un abuelo con su nieto nacido en prisión cogido de la mano gritaba que
pidieran también por su hija que estaba presa injustamente y cuyo hijo no la conoce.
No muestra tan bochornosa y sumisa puesta televisiva la diferencia en el trato por el color
de la piel, donde Zapata, por negro, es doblemente castigado por la maquinaria carcelaria.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo, por encima de la verdad o la mentira de la medicina
especializada, por encima del material exhibido en pantalla con el fin de hacer creíble la
mentira oficial y desprestigiar a la oposición y a la opinión internacional, queda en la historia
de la revolución cubana como un acto de barbarie carcelaria y de insensible desprecio al
derecho del ciudadano en Cuba.

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