Manuel Aguirre
Labarrere
(Mackandal)
Desde hace algunos años,
y luego de comprobada la ineficacia de las normativas del proceso
castrista para eliminar las aberraciones racistas, el tema se ha
extendido y varios expertos cubanos y extranjeros han hecho énfasis
en este problema y volcado sus conocimientos a favor de su
eliminación.
Pero
nada de esto ha sido bien visto por el régimen de la Habana, que
sigue con la maliciosa manía de querer abarcarlo todo sin que nada
se resuelva de forma favorable a la ciudadanía.
Aun
bajo estas difíciles circunstancias, los grupos y movimientos
civiles independientes son mal vistos por este sistema, que ve en
cada propuesta opositora la sombra de su descrédito.
Ante
esta coyuntura nada favorable al oficialismo, varios cómplices del
sistema tratan de arrojar cáscaras en el camino y dar una imagen
idílica sobre la actual situación de los negros y los mulatos en
Cuba, al poner por delante la creencia en su fidelidad y
agradecimiento a la Revolución, sin visibilizar las verdaderas
causas del problema y la indignación del silencio de buena parte de
la población afrodescendiente abocada en una componenda política
que no acaba de hacer justicia y reniega de los planes de verdadera
inclusión ciudadana a todos los niveles políticos y civiles que
exige una sociedad de los tiempos actuales.
Existe
vocación y talento, emprendimiento y altruismo, pero falta la
siempre histórica voluntad política. Y llaman desagradecidos y
mercenarios a los que ven el problema racial de otra manera y desde
otros puntos de vistas.
Hay
una raya que negros y mulatos en Cuba no deben desconocer.
En
Cuba nada es como debe ser. Pero el racismo continúa de cierta
manera apegado a los mismos conceptos de su origen, cuando vio su
nacimiento en la Europa del siglo XVIII y en el momento más alto del
periodo de la Ilustración.
No
se le puede dar crédito de buen gobierno a un sistema político que
no lo ha merecido. La persistencia del racismo es una violación a la
dignidad humana y mutila el desenvolvimiento pleno de una nación.
En
Cuba, las aportaciones pseudo-científicas realizadas por Carlos de
la Torre, Luis Montané y otros no vacilaron en exponer la supuesta
inferioridad del negro a través de exámenes craneométricos, al
aseverar superior el cráneo de la raza blanca con una masa cerebral
de mayor alcance sobre todas las demás, dígase la amarilla, la
mongol o la negra, donde esta última queda como el eslabón perdido
de la cadena evolutiva entre los seres humanos y los monos.
Ellos
se apegaron a las ideas racistas europeas donde destaca el filósofo
francés Gobineau, y que le sirvieron muy bien al nazismo para
sostener la idea de una raza pura.
Estas
ideas entraron en la psiquis de un pueblo y alimentó los
sentimientos racistas no resueltos hasta hoy de muchos ciudadanos en
Cuba y de una cúpula política criada y educada para el continuismo
político y discriminador.
Para
Cuba
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