Manuel
Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
/…/ Cuba está obligada a trabajar por la erradicación del racismo
en todas sus manifestaciones, pues no es tan solo el racismo contra el negro,
aunque este sea el más agobiador en nuestro país. También de cuando en cuando
surgen aquí los fantasmas del racismo anti guajiro, anti judío, anti gallego
anti español, anti chino, anti americano.
Entrado en el siglo XXI, los debates sobre el racismo en Cuba han
estado en su punto más alto. Pero a pesar de ello y de las expectativas de los
afectados por este flagelo, ningún medio de difusión masiva -prensa, radio o
televisión- se ha dignado en darle seguimiento a un problema que pesa sobre la
vida política y social del país de forma permanente.
El racismo persiste tanto en las instituciones como en la vida
cotidiana. Cada vez son más los rostros anónimos que a nivel de calle
visibilizan el problema.
Tanto negros como blancos ven en el régimen la apatía y el rechazo
a darle a esta situación la importancia y el peso que merece. Es más importante
el uso del condón y el mostrar las fotos viejas de Fidel Castro, que la
práctica amistosa y el respeto a los derechos del otro.
No se trata de una minoría étnica a quien fácilmente se le
arrebata los derechos. Negros y mulatos son mayoría poblacional en Cuba. Sólo
son invisibles para el régimen y sus mentirosos censos de población y vivienda.
Y sin embargo, no están en ningún puesto que genere beneficios económicos
significativos. Las exclusiones selectivas y los prejuicios tradicionales son
sufridas por ese segmento, separado por una brecha de otros grupos
poblacionales. Eso explica la africanización de la pobreza.
Los afrodescendientes cubanos tienen que esforzarse tres veces más
de lo que se esfuerza un cubano blanco, tanto en el sector educacional como en
el laboral, para de alguna manera llamar la atención y hacerse visible frente a
los que deciden las políticas de empleo, y aun así van siempre en desventaja.
El nivel educacional de blancos y negros en Cuba es parejo. La
situación socioeconómica deprimente de los afrodescendientes cubanos se debe a
una subestimación que ya es historia y a una política de tutoreo paternalista
que ha impedido mejores niveles de vida para esta población.
Para saber del problema racial de Cuba, no hay que conceder
crédito a los informes del oficialismo, pues lejos de mostrar la realidad,
tergiversan y solapan.
Un trabajo de campo demuestra, de forma irrebatible, las mentiras
que tratan de vender como verdades, los que de forma oficial y por encargo
analizan este problema.
Don Fernando Ortiz Fernández sentenció una meditación, que debiera
dar vergüenza a los que desgobiernan, ciudadana y políticamente la nación
cubana, la cual no está completa ni se completará mientras el problema de los racismos y las exclusiones políticas no tengan una solución
viable para todos. Dijo: “A esta tarea innoble de mixtificar la
verdad natural e histórica han contribuido los políticos, las religiones, las
artes, los intereses,
las leyes, y hasta las ciencias cuando se han puesto al servicio
de las tiranías y regímenes opresivos”.
Para Cuba actualidad:
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