Teodoro
Ramos Blanco: lo afrocubano en la escultura cubana,
Por: Manuel Aguirre Lavarrere
No se comprenderá a nuestro pueblo sin conocer al negro. Esta
influencia es hoy más evidente que en los días de la colonia. No nos
adentraremos mucho en la vida cubana sin dejar de encontrarnos con esta
presencia africana que no se manifiesta exclusivamente en la coloración de la
piel.
Lydia Cabrera
Bajo un clima de
frustración y rebeldía nace en Cuba la segunda generación republicana, que
cuestionará el pasado y hará un análisis crítico de la situación. En ello, la
cultura será fundamental y el hombre negro hará sentir sus ansias de cambio.
De esa generación surgió una clase intelectual con magnífica
formación académica. Uno de sus hijos fue el escultor afrocubano Teodoro Ramos Blanco,
quien tuvo la suerte de estudiar en la Escuela de San Alejandro, graduándose
años después en la especialidad de dibujo y modelado. Esos estudios los realizó
en las primeras tres décadas de constituida la república.
Viajó a varios países de Europa y América, contándose entre ellos
España, Italia, México y Estados Unidos. En ellos se llenó de vivencias y volcó
lo aprendido en obras que quedarían inscritas en la historia de la escultura
cubana.
Los especialistas del arte lo califican de magnífico retratista y
un orfebre de la escultura en piedra y mármol que aportó valiosas técnicas a la
vanguardia escultórica cubana.
De sus prodigiosas manos no escapó el tema negro. La temática
racial fue una de sus constantes pasiones y a ella dedicó varios de sus
trabajos.
Su obra, Vida interior fue cuestión de debate dada la
intención del proyecto que se proponía realizar el artista y el material
escogido para ello: esculpir en mármol blanco una figura de mujer negra, a lo
que él contestó: “Será negra aunque esté esculpida en mármol blanco”.
Expresionismo, abstracción, realismo, todo eso ocurre en la obra
de este creador cubano. Pero todo ello es llevado por el hilo conductor de su talento
que impide el anclaje y la preferencia de cualquier forma estilística, y es
aquel saber captar el momento, el instante mismo de la creatividad que lo
diferencia y hace única a toda su obra, y lo hace personal, cubano, universal,
gracias también a ese poder de indescifrable sentimiento que poseen lo grandes
creadores y que impactan a primea vista, tanto a críticos como espectadores.
Todo eso es logrado en la obra de Teodoro Ramos Blanco.
Iniciador junto a otros destacados artistas de la vanguardia
escultórica cubana, esta gloria de Cuba recibió varios premios, entre los que
se encuentran La Medalla de oro en la Exposición Iberoamericana de Sevilla,
Premio en la Segunda Exposición Nacional de Pintura y Escultura en 1938, Premio
en el Concurso Monumento a Mariana Grajales y Premio en la Tercera Exposición
de Pintura y Escultura en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional
en 1940.
Nacido en el capitalino barrio del Cerro en 1902 y muerto en esta
capital en octubre de 1972, Teodoro Ramos Blanco constituye una excelente muestra
de cubanía y orgullo de la escultura cubana y caribeña.
Su cuantiosa obra forma parte de lo más valioso del patrimonio
cultural cubano y ocupa sitio cimero en la creación escultórica de la nación,
ha devenido en tema de análisis y enseñanza. Su huella se encuentra en muchos
de los artistas que lo precedieron.
Del conocimiento de la armonía y el imaginario susurro del
universo, de la espiritualidad del amor y del contacto mental con lo bello y lo
nuevo, habla la obra de Teodoro Ramos Blanco.
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