Por: Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
La conformidad de castas entre sí, será
un problema político de la mayor importancia hasta que llegue el tiempo en que
una sabia legislación consiga calmar los odios inveterados, concediendo mayor
igualdad de derechos a las clases oprimidas.
Barón de Humboldt
Leer
a aquellos autores que defendieron la esclavitud tanto como a los que se
opusieron a ella, constituye siempre un punto de referencia que bien puede
enriquecer la memoria histórica de los que no la tienen y desean saber que pasó
y si en realidad son lo que deben ser.
Descuellan
varias obras que sin duda constituyen referencia obligada para conocer el
pensamiento racista de sus autores.
Uno
de ellos es Francisco de Arango y Parreño, nacido en la Habana en 1765 y
nombrado años después principal apoderado del Ayuntamiento de La Habana ante el
gobierno de la metrópoli, y también diputado a las Cortes ordinarias en 1813,
entre otras muchas designaciones a lo largo de su vida. Esta destacada
personalidad, que jugó un papel importante en la economía y en la vida social
de su tiempo, dejó para la posteridad varios textos referentes a la esclavitud,
donde tal como el padre José Agustín Caballero, afirmó que era un mal necesario
que había que mantener dado la poca densidad de población con que contaba la
isla en ese momento, aunque después la mezcla de las razas haría desaparecer al
negro. Lo que quiere decir que ya se pensaba en una inmigración totalmente
blanca, libre y con derechos garantizados, incluyendo la posesión de tierras,
algo negado siempre a los africanos y sus descendientes.
Observaciones
sobre la suerte de los negros del África considerados en su propia patria, y
trasplantados a las Antillas españolas, y Los negros en sus
diversos estados y condiciones: tales como son, como se suponen que son, y como
deben ser, de Juan Bernardo ƠGaban, y José Ferrer de Couto,
respectivamente, son dos textos tributarios que ponen de relieve las
tan defendidas razones de la esclavitud: los negros, animales salvajes y sin raciocinio,
son rescatados de sus instintos diabólicos y traídos a la presencia
divina para su purificación mediante la esclavitud.
Tanto
Juan Bernardo ƠGaban como José Ferrer de Couto, en ambos textos, defienden el
derecho de los europeos a esclavizar a seres humanos mediante un proceso
civilizatorio que daría sus resultados. Pero no asoma para nada en sus textos
que esta civilización daría sus resultados a fuerza del trabajo forzado, el
látigo y el bocabajo. Sobre este tema tuvo lugar un gran debate abolicionista
en las Cortes de Cádiz por parte de quienes habían promulgado la Constitución de
1812. Y fue contra los abolicionistas que el ayuntamiento de La Habana, hizo
llegar, el 10 de junio de 1811 un memorándum que alegaban que los esclavos
estaban en Cuba, “no por nuestra culpa, sino por la del padre Bartolomé
de las Casas, que dos siglos antes y para proteger a los indios,
había propuesto importar esclavos negros”, por lo que
era correcto aceptar que la economía de Cuba descansaba sobre el trabajo esclavo.
He
aquí un sólido argumento del aferramiento racional racista para mantener la
esclavitud, y al cual la literatura pro esclavista aportó sus más plausibles
esfuerzos.
Publicado por Primavera Digital.
2 comentarios:
Señor Makandal quien lo hace a usted son sus lectiores! Si nadie lee sus publicaciones esta escribiendo por gutso! Tenga al menos la amabilidad de responder a sus lectores quienes hacen sus escritos! Gracias
http://ideassospechosas.blogspot.com.ar/2013/07/mundo-en-crisis.html
Informe Sombra de la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.
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