lunes, 17 de diciembre de 2012

Política racista.



Por:  Manuella Aguirre Lavarrere
             (Mackandal)
                                       “…porque de la abundancia del corazón habla la boca.”
                                                                               Mateo, 12:34
El racismo, como fenómeno ideológico de exclusión hacia un grupo determinado, y ente contaminador de buenas voluntades, fragmenta a la sociedad.
En el caso de Cuba, una práctica ideológica racista pulula en los mismos genes de la nación. Está vinculada a un discurso excluyente en el andamiaje político de control y filtraje.
Para los afrodescendientes son ampliamente visibles los espacios de confinamiento. Son vistos como ese otro indeseable a través de una política de rechazo, históricamente presente en la vida cubana.
El racismo opera como un mecanismo de defensa para quienes lo practican. Lejos de reconocerlo está la política, que siempre desde las leyes trata de vigilar la conducta de ese otro grupo que puede en un momento dado reclamar sus espacios de participación en la sociedad en que vive.

La ortodoxia, el conformismo dogmático y el monogenismo del poder, hacen imposible el avance y solución de los problemas de los afrodescendientes cubanos. Eso va mucho más allá de reconocer sus logros y aportes a la cultura nacional y algunas propuestas de cargos políticos, que si bien podrían ayudar a visualizar el tema y saldar esta deuda, hacen mutis por el foro al no estar los que deben estar, sino esos, que desde el discurso oficialista hacen una doble lectura para desacreditar la posición de quienes emiten criterios contestatarios, para hacer creer que se trata de “apátridas al servicio de una potencia extranjera”. Todo para no reconocer la existencia de un pensamiento disidente sobre el fenómeno racial cubano.
La permanencia de prácticas racistas en Cuba no es una construcción imaginaria, es una realidad presente en la política. El régimen, que ejerce el gobierno absoluto del pensamiento y la vida nacional, tiene la responsabilidad moral de eliminar el racismo.
De haber una plena voluntad política de lograr la igualdad ciudadana, existiera una ley orgánica que garantice las demandas de los discriminados. Pero no existe un mecanismo legal para condenar el racismo, y eso conlleva a una política estatal racista.
Publicado por Primavera Digital, noviembre 15 de 2012 • año 5

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