martes, 29 de noviembre de 2011

Entre dictadura y democracia




Manuel Aguirre Lavarrere (Mackandal)
Debe estar triste el corazón de quien ayuda a oprimir a los hombres.
José Martí
La situación actual de los negros en Cuba no debe definirse entre capitalismo
o comunismo. Quizás como no respondo a ningún partido ni color político por humano que parezca, veo este dilema desde otro ángulo: desde el punto de vista ciudadano y desde los conceptos de raza y poder.
El problema negro en Cuba, su futuro, cuestionamientos y soluciones, habrá que analizarlo entre dictadura y democracia. Ellas son las vertientes fundamentales para el análisis de un problema social, por engorroso que parezca.
El capitalismo en su estado natural no es justo para el enfrentamiento de las diferencias sociales. Pero ha cambiado, y de tal forma que lo que pudiera catalogarse, en el contexto de Latinoamérica, como capitalismo parasitario, ya pasó a la historia.
Ahora existe una democracia participativa, amén de errores y bochinches delincuenciales, que pujan por el mejoramiento de su población donde quiera que tenga lugar, como son los casos de Perú, Argentina y Brasil, entre los más destacados con respecto al mejoramiento de la vida ciudadana.
Y es que sin capitalismo es imposible el desarrollo del mundo. Todo es capitalismo. El socialismo lo es también, porque no es otra cosa que el capital socializado, aunque raramente lleva a feliz término sus proyectos.
Los cubanos, blancos y negros, tenemos sobradas memorias de lo que ha significado para la nación la implantación de de un sistema sin arraigo
propio en la conciencia ciudadana. Porque no se trata solamente del daño que le ha hecho a la nación desde el punto de vista económico. Es también el daño que se les ha hecho a las personas, a la psiquis del ciudadano durante muchos años.
Y ahí precisamente es donde el cubano negro y mestizo se encuentra indefenso, desarmado y sin un camino cierto. Teme a todo lo que venga de la voz oficial, lo cree mayormente y muere sin alcanzar nada.
Eso lo provoca el totalitarismo. Es su herramienta de poder más sofisticada, usada contra el mismo pueblo, con el único fin de la ambición de mando y el saqueo del tesoro público.
La mentalidad racista de rechazo y miedo al negro fue favorecida por la crisis de los noventa. Es hoy el negro el que menos emigra, por ende está sometido a la negación de empleo y sujeto a constituir el mayor por ciento en las cárceles por delitos comunes. Es el más sospechoso ante los ojos de la policía, ya que el color de la piel es un estigma para la visión oficialista. Lleva como espada de Damocles, la desgracia de estar en el nivel más bajo respecto al componente étnico de la nación cubana.
La lucha contra el racismo y la exclusión de género y raza, tiene necesariamente que concatenarse con las ideas democráticas del mundo. Para que Cuba sea realmente soberana y se apegue fielmente a los derechos fundamentales de la persona humana, no pueden los negros y mestizos creer en las promesas de un régimen que ha dado muestras más que suficientes, de ser racista y manipulador de la mentalidad ciudadana.




Foto: Marcelo López
Publicado por APLP, 10 de noviembre de 2011,


miércoles, 9 de noviembre de 2011

Negras y mestizas en el pensamiento antirracista cubano.

Manuel Aguirre Lavarrere

(Mackandal)

Se mantuvo por muchos años un discurso oficial que decía que no existían racismo ni discriminación racial. Ahora se admite, las

mujeres negras hemos perdido tiempo.” Inés María Martiatu Terry.

De amplia visión ha sido sin duda el pensamiento de las negras y mestizas en

Cuba. Ya desde la aparición de la Revista Minerva, fundada por afrocubanas en 1938, muchas son las mujeres de raza negra que se han sensibilizado con el dolor de su raza y han manifestado su rechazo al abuso y la discriminación racial.

El académico y estudioso de la temática racial en Cuba, Tomás Fernández Robaina, sin duda uno de los más importantes y prolíferos analistas vivos sobre temática racial en la Isla, revela un buen número de mujeres afro descendientes que en distintos momentos se proyectaron contra los prejuicios y negación del negro.

Nombres como Cecilia Lara, Rosa Brioso, Calixta Hernández, Ana Hidalgo Vidal, Silvina Palacios Hernández, Oña Gómez Arabella, Carmen

Piedra, Inocencia Siveira, Cloris Tejo Hernández, y Úrsula Coímbra de Valverde (Cecilia), quien fuera redactora de la Revista Minerva, son algunos

de los nombres que dan fe de la labor desempeñada por las negras y mestizas en torno al tema racial y cultural cubano.

Es inquietante leer las páginas de un libro como De la casa a la calle, de la escritora norteamericana K. Lynn Stoner, que en un itinerario de

cuarenta y dos años (1898-1940) ignora a la mujer negra en su lucha por la verdadera emancipación ciudadana.

Vale citar el pensamiento antirracista de Calixta Hernández, una de las grandes mujeres cubanas: “Si dos razas, extranjeras ambas, puesto que ni la blanca ni la negra son producto de este suelo, han medrado y viven aquí ¿qué derecho ni qué razón tiene una de ellas para negar a la otra la igualdad en todos los aspectos de la vida? Bien es cierto que el origen de ambas no es el mismo, pues mientras unos somos descendientes de los oprimidos, los otros son hijos

de los opresores; pero aquella circunstancia, de la cual ni unos ni otros somos culpables, no tiene ni debe tener ya otra concreción que la que se refiere exclusivamente a los valores históricos, fuente de experiencia para el porvenir”. (“La mujer opina”, Adelante no. 1937).

Para la mujer negra es muy difícil alcanzar la categoría de ilustrada insigne, pues persisten los prejuicios heredados del machismo, la religión católica y los malos gobiernos, con la idea de supremacía por el color de la piel.

Es necesario desenterrar el pensamiento afro femenino en Cuba, que ha sido silenciado por los medios publicitarios, en poder de los que han ejercido y ejercen la hegemonía de la información en la Isla.

También será un tema para dilucidar, el posible origen de los estereotipos negativos en los que aún se pretende enmarcar a las negras y negros cubanos.



Úrsula Coímbra de Valverde (Cecilia) redactora de la Revista Minerva

Foto: Cortesía del autor


Publicado por APLP 3 de noviembre de 2011







martes, 1 de noviembre de 2011

Apego a la verdad histórica.

Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen, ni virus que lo inhabilite para desenvolver toda su alma de hombre, se dice
la verdad, y ha de decirse y demostrarse, porque la injusticia de este mundo es mucha, y la ignorancia de los mismos que pasa
por sabiduría, y aun hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón del blanco: y si a esa defensa de la
naturaleza se le llama racismo, no importa que se le llame así, porque no es más que decoro natural, y voz que clama del pecho
del hombre por la paz y la vida del país.
José Martí
La matanza de los miembros del Partido Independiente de Color y otros cubanos negros y mestizos en 1912 es tocada ahora por el historiador Rolando Rodríguez en el libro La conspiración de los iguales, que pretende arrojar luz sobre la tergiversada historia.
El autor de esta obra arremete contra los Independientes de Color sin tener que envidiar nada a los racistas que orquestaron la masacre, y los declara culpables por haber fundado con acierto un partido de negros y mestizos en 1908, con sobradas posibilidades de ganar las elecciones si la calenturienta cabeza de Martín Morúa Delgado no llega a interponer la ley que los dejó ilegalizados.
Hasta ese momento, los partidos existentes en la Isla estaban conformados por blancos, en su mayoría racistas que olvidaron el sacrificio de los 82 000 muertos que pusieron los negros en las guerras independentistas contra España. En dichas contiendas perecieron 26 000 blancos. Las cifras son más que suficientes para medir quién fue quién en la manigua.
Si hubo un sector de la población que no albergó prejuicios y masivamente levantó el machete contra la Metrópoli, esos fueron los negros y mestizos, cuyo único anhelo era lograr la libertad de Cuba y ver cumplidos los compromisos de Martí para una patria inclusiva, “con todos y para el bien de todos”. Pero el Apóstol fue traicionado.
La desigualdad fue tomada como un derecho legítimo. Nadie se ruborizaba ni protestaba contra las injusticias reiteradas que se cometían contra el negro, todas encaminadas a su no reconocimiento, como cuando Manuel Sanguily negó a los negros la ciudadanía.
Bastó que los negros decidieran unirse y luchar por sus derechos para tildarlos de racistas que pretendían crear una república negra en Cuba, o por lo menos dividir la nación, algo que en ningún momento fue el propósito de los Independientes de Color, pues a pesar de su nombre jamás abogaron por el separatismo de los negros y mulatos, sino por su integración en la sociedad y por su participación en el gobierno, “con el propósito de que se nos gobierne bien”.
Lo que ingenuamente pidieron los Independientes de Color a Estados Unidos fue su mediación en un conflicto, lo cual no quiere decir intervención. Cómo llamarle a estos aguerridos hombres “grupo de degenerados sin razón y sin bandera”, como los llamó Manuel Sanguily, quien prefirió abrazar la Enmienda Platt antes que discutir valientemente los destinos de Cuba.
La verdad histórica es sagrada. No se puede engañar a las generaciones presentes y futuras con textos que, por compromisos políticos y ventajismo partidista, siguen llenando de mentiras los anales patrios.
La masacre de estos hombres fue llevada a cabo mayoritariamente por sus mismos compañeros de la guerra contra España. Fue una matanza calculada y rencorosa, con el fin de poner en marcha el blanqueamiento de la nación cubana. ¿O es que acaso la llegada de un millón de ibéricos a Cuba, con amplias posibilidades de adquirir tierras, las mismas que fueron negadas a negros y mestizos, tenía otra intención?
Nadie protestó. Fue la cobardía y la inconsciencia de los cubanos blancos de la época lo que provocó uno de los hechos más aborrecibles de la historia nacional, donde lamentablemente, el segundo al mando del general Monteagudo, era el hijo de José Martí.
Publicado por APLP, 20 de octubre de 2011