miércoles, 21 de enero de 2009

EL CONCEPTO RACIAL DE BELLEZA
POR: JUAN RENÉ BETANCOOURT
TEMA # 7

El concepto desinteresado de la belleza, aplicable a la que encontramos en una flor, en el paisaje o en una inspirada melodía, no es precisamente el que utilizamos cuando se trata de seres humanos. L a armonía física producirá placer al hombre sin distingo de raza o de cultura, libre de toda influencia ambiental o consuetudinaria.
Este placer tiene la peculiaridad de no ser reciproco y menos personal, por lo que jamás despierta el sentimientote 3xclusividad, sino que al contrario, entraña, como cosa esencial e inseparable el placer de ver a los demás gozar del bien principal. De ahí la calificación de amor desinteresado a la belleza, por ser un amor al que no le estorban los otros amantes, que no exige ser correspondido, y sobre todo que no culmina ni puede culminar en una realidad tan material como la cópula sexual.
No sucede igual cuando de la belleza humana se trata. Ahora la apreciación va a estar influida notablemente por la costumbre y por el medio ambiente, además de ser interesada, pasional y por lo mismo pasionista y parcial.
No se ha dado jamás un caso de que los hombres de un pueblo o raza repudien en masa a sus mujeres por motivo de su fealdad, lo que demuestra que en todas partes y épocas, varones y hembras se han encontrado bellos recíprocamente.

La razón de esto la encontramos en la enorme influencia que para modelar nuestros gustos y nuestros sentimientos tienen las cosas y las acciones que estamos viendo desde que tuvimos uso de razón, las cosas que siempre hemos visto, o sea eso a que llamamos costumbre. El instinto sexual es condicionado por ella y a su vez rige y condiciona la sensibilidad estética que puede así aflorar en expresión artística y hasta religiosa.

El concepto de la belleza racial lo forman dos sub-factores: la Costumbre y la Propaganda. Para darnos aún mejor cuenta de la fragilidad de nuestras preferencias sexuales, busquemos la fotografía de una belleza celebre hace cincuenta años, y veremos que nos resultará rara, ridícula pudiéramos decir.¿ Qué es lo que ha sucedido? Simplemente que la cambiante moda,
Que esa celebridad “está pasada de moda”. En un pueblo como el nuestro, formado por una raza que fue la esclavista y por otra que fue la esclava, por una que posee todos los bienes y por otra que posee todas las miserias, es natural que predomine el tipo de belleza de la clase dominante.

El vencedor se cree siempre superior al vencido y una de las cosas que primero hace es proclamarse así mismo más bello, para lo cual cuenta con la fuerza, pudiendo así manejar
A su antojo todos los resortes de la propaganda, (el verso, la escultura, la música, los modelos, etc.) añadiéndole a todo esto la influencia que ejerce sobre la psicología de las gentes el hecho de tener en sus manos todos los bienes materiales de la vida, cristalizable en sensación de distinción, de refinamiento y hasta de honorabilidad. El transcurso del tiempo convierte los efectos de la propaganda en costumbre, mezclándose entonces con el lenguaje y solidificándose como una verdadera institución.

Todo el mundo está convencido de que el negro es feo y que el blanco es bello, que todo lo del primero: (pelo, color, facciones, procedencia, etc.) es de inferior calidad y avergonzante, mientras todo lo del segundo es superior y dignificante. De tan imperiosa forma gravita esto sobre las conciencias, que los negros mismos piensan así, y como a los demás, les parece cosa “lógica” y natural de ser ellos los feos y que los otros sean bellos. Los dichos prejuiciosos que pudiera pensarse que los ofendería, tales como más “adelantado” y más “ atrasado”, “ pelo bueno,” y “pelo malo”, etc., los usan con sorprendente naturalidad, y cuando se pelean entre sí se valen de los mismos términos racistas que pudiera utilizar el má furibundo antinegrista para ofender o herir al negro.

El tipo blanco de belleza predomina de tal manera en Cuba, que aún los mismos negros lo usan como termino de comparación, y así se encuentran entre ellos más bellos o menos bellos según se acerquen o se alejen de prototipo blanco con el que inconscientemente se comparan. De aquí es fuerza llegar a la amarga conclusión de que los negros no sólo desean sexualmente a los ejemplares de la clase dominante por puro complejo de inferioridad, sino que también en la realidad de sus conciencias los encuentran más bellos. Y ya esto resulta terriblemente trágico para toda la raza, pues si se trata del varón negro, le será, en las circunstancias actuales, sumamente difícil conquistar a la hembra blanca, lo cual sólo podrá lograr por singularísima excepción. La razón de esto está en que la hembra de cualquier raza, y hasta de cualquier especie, busca en el macho siempre fortaleza, el poder, y no caben dudas de que el de la raza vencedora lo es mucho más que el de la vencida. En otro momento del a historia humana se buscaba el vigor físico o musculoso: el que mejor manejaba la lanza, el guerrero más audaz, etc., pero en los tiempos ue corren las hembras satisfacen esa apetencia tan femenina como sexual en el que tiene en sus manos el poder económico que es el mismo que tienen el poder político y el militar. Pudiera pensarse que el varón por oposición buscara en la hembra la debilidad para protegerla, y que siendo la hembra negra, por ser miembro de la raza vencida, más débil que la blanca, el hombre de la raza dominante la preferiría. Nada más alejado de la realidad. A pesar de ser cierta la oposición de gustos y pareceres entre el hombre y la mujer, en la vida civilizada intervienen una serie de factores que modifican sensiblemente estas verdades. Por una parte ya hemos visto hasta donde a calado a la sociedad la propaganda de la belleza blanca y hasta donde predomina en nuestros gustos el mencionado tipo racial, lo que hace que el varón de aquella raza no tenga a la negra por bella, sino como inferior como mujer a la suya. Por otra parte, los compromisos sociales y civiles obligan al varón blanco a no salirse de su raza a la hora de contraer matrimonio, y mucho menos cuando él sabe que le es fácil por “detrás de bastidores” satisfacer cualquier curiosidad racial sexual. Podemos añadir que el hombre busca en la mujer, entre otras cosas, el refinamiento, el perfume exquisito y costoso, el vestido elegante, etc., atributos de los que la mujer negra está privada, aumentando así la subestimación que de ella se hace. De modo que, salvo rarísimas excepciones, ella no logra ir más allá de ser una querida afortunada, una entretención del señor en el concepto que de ello se tiene en un harem. Unos y otras, hombre y mujeres negros, están ante una trágica realidad. Pero no podemos señalar un mal sin indicar a la vez el medicamento. Sólo organizándose los negros, con todas las implicaciones económicas, psicológicas y políticas que tal hecho acarrea, podrá inyectársele a la raza la sensación de fuerza, el orgullo de ser y la conciencia revolucionaria suficiente para rechazar las sugerencias nocivas del medio ambiente, ahora higienizado por la supresión de las fuentes productoras de prejuicio y discriminación raciales.
Por otra parte, si cierto es que cuando dos razas conviven y una es la titular de todos los bienes y la otra lo es de todas las miserias, forzosamente surgen fobias y prejuicios, no es menos cierto que cuando existe equilibrio en la posesión de los bienes materiales de la vida, surge, por irrefrenable ley de contrastes, la simpatía recíproca que culmina en congraciación sexual, produciéndose ahora a granel los matrimonios mixtos.
El negro será bello cuando sea fuerte.

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