martes, 2 de julio de 2013

Literatura pro esclavista

 

Por: Manuel Aguirre Lavarrere
         (Mackandal)

La conformidad de castas entre sí, será un problema político de la mayor importancia hasta que llegue el tiempo en que una sabia legislación consiga calmar los odios inveterados, concediendo mayor igualdad de derechos a las clases oprimidas.
                                                                                                               Barón de Humboldt
Leer a aquellos autores que defendieron la esclavitud tanto como a los que se opusieron a ella, constituye siempre un punto de referencia que bien puede enriquecer la memoria histórica de los que no la tienen y desean saber que pasó y si en realidad son lo que deben ser.
Descuellan varias obras que sin duda constituyen referencia obligada para conocer el pensamiento racista de sus autores.
Uno de ellos es Francisco de Arango y Parreño, nacido en la Habana en 1765 y nombrado años después principal apoderado del Ayuntamiento de La Habana ante el gobierno de la metrópoli, y también diputado a las Cortes ordinarias en 1813, entre otras muchas designaciones a lo largo de su vida. Esta destacada personalidad, que jugó un papel importante en la economía y en la vida social de su tiempo, dejó para la posteridad varios textos referentes a la esclavitud, donde tal como el padre José Agustín Caballero, afirmó que era un mal necesario que había que mantener dado la poca densidad de población con que contaba la isla en ese momento, aunque después la mezcla de las razas haría desaparecer al negro. Lo que quiere decir que ya se pensaba en una inmigración totalmente blanca, libre y con derechos garantizados, incluyendo la posesión de tierras, algo negado siempre a los africanos y sus descendientes.
Observaciones sobre la suerte de los negros del África considerados en su propia patria, y trasplantados a las Antillas españolas, y Los negros en sus diversos estados y condiciones: tales como son, como se suponen que son, y como deben ser, de Juan Bernardo ƠGaban, y José Ferrer de Couto, respectivamente, son dos textos tributarios que ponen de relieve las tan defendidas razones de la esclavitud: los  negros, animales salvajes y sin raciocinio, son rescatados de sus instintos diabólicos y traídos a la presencia divina para su purificación mediante la esclavitud.

Tanto Juan Bernardo ƠGaban como José Ferrer de Couto, en ambos textos, defienden el derecho de los europeos a esclavizar a seres humanos mediante un proceso civilizatorio que daría sus resultados. Pero no asoma para nada en sus textos que esta civilización daría sus resultados a fuerza del trabajo forzado, el látigo y el bocabajo. Sobre este tema tuvo lugar un gran debate abolicionista en las Cortes de Cádiz por parte de quienes habían promulgado la Constitución de 1812. Y fue contra los abolicionistas que el ayuntamiento de La Habana, hizo llegar, el 10 de junio de 1811 un memorándum que alegaban que los esclavos estaban en Cuba, “no por nuestra culpa, sino por la del padre Bartolomé de las Casas, que dos siglos antes y para proteger a los indios, había propuesto importar esclavos negros”, por lo que era correcto aceptar que la economía de Cuba descansaba sobre el trabajo esclavo.
He aquí un sólido argumento del aferramiento racional racista para mantener la esclavitud, y al cual la literatura pro esclavista aportó sus más plausibles esfuerzos.

Publicado por Primavera Digital.