miércoles, 24 de noviembre de 2010

TRANSICION NEOLIBERAL EN CUBA.

POR: Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
El mandato del régimen cubano basado en la actualización del modelo responde únicamente a los intereses del grupo de poder para seguir enquistados en el lomo de la patria. Despido de trabajadores, reducción de plantillas laborales y bajos salarios, que nunca han sido decorosos y quedan muy por debajo de cubrir la canasta básica en los hogares cubanos, son los pasos inmediatos y desesperados que el régimen de la Habana aplica al pueblo con la anuencia de un sindicato boca abajo y desmoralizado en espíritu de leyes y principios de dignidad laboral, irrespetando a sus afiliados en una componenda bochornosa y abusiva.
Estas medidas son la ventana al mundo para analizar el nivel de degradación a la que ha llegado el modelo que ahora se pretende reactivar como un software de computación.
Las crisis, vengan de donde vengan y créelas quien las cree recaen siempre sobre los pueblos, es decir, sobre los no culpables del despilfarro de sus gobernantes.
En Cuba las crisis son reiteradas desde hace cinco décadas. Baste recordar la de los apagones, no resuelto totalmente hasta el momento y por los aires que soplan con peligro de derrumbe. La alimentación, política y transparencia parlamentaria para con el pueblo son algunas de las que más inquietan y sobresaltan la mente del ciudadano. Pero ninguna ha afectado a la nomenclatura. No hubo ni hay un solo dirigente en Cuba que se vea afectado por la falta de agua o por cualquiera de las otras. El pueblo es quien las padece y las soporta bajo amenazas y mentiras de solución.
Creo que la población cubana, tan maltratada en sus derechos y el mundo, comprenderán, que una actualización sincera y progresiva debe partir por lo que lo daña. Por eso es imprescindible la renovación del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, del Buro Político, de la membrecía inmune del Parlamento cubano y de los topos enquistados como la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), y otras que sobresalen por su ineficiencia y desmoralización.
Es hora de los que han desgobernado por cinco décadas a la nación cubana, que han tergiversado el ideario martiano y su máximo anhelo de una patria con todos y para el bien de todos, y conducido al pueblo a la pérdida de sus valores fundamentales y al debilitamiento de los derechos que distinguen a una sociedad moderna, tomen conciencia , pero plena conciencia de que han fracasado, y permitir, para todos y el bien de todos, una verdadera actualización pacífica, sin revancha ni rencor embalsamado, hacia una sociedad plural como el componente racial que la conforma, para entre todos, dar la satisfacción a los próceres que dejaron su vida en el empeño de verla libre y soberana.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Distanciamiento de una realidad.

Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
Creo que ningún conocedor de la temática negra en Cuba no alude a mencionar a Miguel Barnet como uno de los más célebres y lucidos exponentes de esta temática dentro y más allá de la isla. Lo abala su obra y su quehacer a lo largo de años de investigación y ahínco sobre un tema tan espinoso para algunos y tan mal mirado para otros que desde la cómoda posición del poder se empeñan en negar la permanencia y desarrollo del racismo en Cuba.
Y es precisamente esta situación la que presiento que será la que presente el actual director de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), o la omitirá como invitado a la celebración por el rpoyecto Timbalaye en Roma, Italia donde desarrollan un programa de promoción de raíces africanas centrando su mayor interés en el Caribe .
Es lógico pensarlo. Miguel Barnet, ocupante de una banca en el parlamento cubano, si bien ha permitido la publicación de textos medulares sobre el racismo actual en Cuba en la candorosa y polémica revista Catauro surgida de una idea de Fernando Ortiz y retomada en los albores de la Fundación que lleva su nombre y que el propio Barnet dirige con mano maestra, cae en la línea de la negación de la realidad racial y el abuso hacia los afrodescendientes cubanos, como Rafael Hernández, director de la revista Temas, quienes por su posición de comprometidos con el régimen y hombres blancos al fin, no puede dolerles ni por asomo lo que experimenta un negro cuando se sabe rechazado y menospreciado por el propio sistema que hoy permite cierta apertura sobre el debate racial, siempre y cuando los ponentes cumplan con el mandato oficialista de los adoctrinados y sumisos. Paranoia que hace pensar en un futuro no lejano en cuanto a lo que pasará, que está pasando y tomar nosotros, los descendientes de esclavos y los condenados de siempre, estrategias de lucha y sobrevivencia para repeler la mentira y cabildeos tras las puertas del poder. Para confirmarlo nada mejor que la realidad del ahora mismo en la Isla y la solidaridad que ha despertado en muchos afrodescendientes de América nuestra lucha pacífica por los derechos civiles y políticos, que en un ajiaco de cubaneo y desigualitarismo deja al afrocubano sin brújula y sometido a las nocivas decisiones del régimen dictatorial cubano.
Solidaridad que viene principalmente de nuestros hermanos afrobrasileños y afroamericanos, estos últimos, al contactar de primera mano el abuso y la estrechez de oportunidades de sus hermano en Cuba, no han titubeado en enviar, al mismo corazón del régimen cubano su desacuerdo y rechazo por el insensible desprecio que se ejerce en esta Isla en extorsión de sus hermanos de raza.
Por ahí está ese medular documento. Los firmantes, personalidades del arte y la cultura estadounidense, son en su mayoría amigos de Cuba que ahora mismo luchan a brazo partido en su país para que se ponga fin al llamado bloqueo contra Cuba. Pero no dejan de pensar en lo que les duele y han visto con sus propios ojos: El racismo galopante, desenfrenado e institucionalizado en la mente y los sentimientos de un buen por ciento de los que con voz y voto dirigen a conveniencia de ellos y su casta los destinos de Cuba. Pero de ello, no hablara Miguel Barnet en su encuentro con Timbalayé.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

MARCAR LAS DIFERENCIAS

POR: Manuel Aguirre Lavarrere
(Mackandal)
La decisión del Parlamento Europeo de no levantar la Posición Común que mantiene ese alto organismo sobre el régimen castrista, no afecta para nada la vida de la ciudadanía cubana como hace creer el régimen a la población interna de la isla con gangarrea y cotorreo y los congresistas y canciller de la Isla durante las reiteradas visitas por el mundo. No hay que llamarse a engañó, la depauperada vida que sufre el pueblo de Cuba se debe a su inmovilismo político y a la falta de libertad ciudadana, verdaderos culpables de la tragedia interna que enfrenta el cubana de hoy.
Por ello merece aplausos, el espaldarazo que ese órgano, mal comido por el régimen cubano por no entrar en su juego de mentiras y cambios cosméticos, acaba de realizar con el otorgamiento del Premio Sajarov al licenciado y opositor cubano Guillermo Fariñas Hernández, luchador de larga data por los derechos vulnerados a su pueblo, por un régimen que a estas alturas del partido no tiene nada que ofrecer, a no ser miedo y brigadas antimotines, hilvanadas de forma obediente y sin criterio propio a las reflexiones y cabildeos a beneficio propio de la dinastía castrista.
Los opositores cubanos, al menos la mayoría no esperaba menos que el triunfo de la vergüenza frente a la canalla arropada de humanismo. Complace y convence la decisión de la Unión Europea. Frente a gestos como este, el aplauso unánime de la oposición cubana tanto fuera como dentro del país. Y el regocijo de los movimientos cívicos de lucha contra el racismo en Cuba demostrando que somos lo mismo y con iguales objetivos: el desanclaje de la tiranía y el advenimiento de la prosperanza a la nación toda.
Pienso que son sobrados motivos para no dejarnos arrastrar por los cantos de sirena de un régimen caduco y desahuciado por un por ciento representativo de sus ciudadanos. Y nuestro único y digno camino es seguir incrementando el desapego de la dictadura, para marcar claro las diferencias entre lo que es un pueblo que pide cambios y un régimen de naturaleza dictatorial y racista.